Dieron consulta a 28 mil 300 pacientes crónicos en San Luis Potosí
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 2 de septiembre de 2019.- El albergue del Hospital Central Ignacio Morones Prieto, está lleno de historias que dan un golpe de realidad a quienes nunca han pasado hambre, frío o falta de techo; también para aquellos que se abrazan a sus problemas y creen que no existe nada peor.
«Te das cuenta que uno vive en una burbuja, al conocer la realidad de ellos se rompe y ayudarlos se convierte en una gratificación personal», expresó Evangelina Sánchez de Veloz, coordinadora del albergue Estancia y Comedor de la Sagrada Familia de Nazareth, administrado por el voluntariado de esa parroquia.
Hace casi seis años este refugio dejó de estar a cargo del hospital y con esfuerzo remodelaron el espacio, gestionaron equipamiento para brindar hospedaje y alimentación a los usuarios, así como a acompañantes de pacientes en condiciones de rezago social.
Antes de octubre de 2013, los enfermos y sus familiares tenían que esperar largas horas en la calle, hasta que el albergue abría sus puertas para que pudieran dormir de siete de la tarde a ocho de la noche; actualmente hay atención para 150 personas y brinda servicio general durante las 24 horas.
El reglamento de la estancia es básico: de uso exclusivo para pacientes foráneos del hospital, sólo aceptan a un familiar, se pide limpieza y respeto para todos, nada más.
El lugar cuenta con camas, baños, lavadoras, guardarropa y un espacio para orar, el personal sabe que en momentos difíciles es necesaria la espiritualidad; también hay una cocina donde preparan desayunos, comidas y cenas los 365 días del año.
Actualmente, se invierten cerca de 200 mil pesos mensuales en el sostenimiento del lugar, donde la mayoría de los usuarios -un 80 por ciento- proviene de la huasteca potosina. El resto llega de municipios del altiplano y zona media.
Hay gente adulta que padece cáncer, insuficiencia renal avanzada, niños que están creciendo en salas de espera, consultorios y quirófanos; un ejemplo es Dalia, originaria de Tamazunchale, quien se queda con sus padres en el albergue desde hace seis meses porque padece cáncer. Para alegría de sus progenitores, el tratamiento a base de quimioterapias ha dado buenos resultados y ellos tienen esperanza de regresar a su pueblo, donde dejaron casa y trabajo en una pequeña huerta de naranjas.
CON LLUVIA Y FRÍO
En el comedor, la joven Emilia compartió también su historia. Desde hace un año, ha llevado a su papá a varios hospitales en Tamazunchale, Valles, Rioverde y desde hace más de un mes en el Hospital Central para su tratamiento de cáncer. Es una de 11 hijas e hijos, pero la única que se encarga del cuidado de su padre.
Cuando personal del albergue les tendió la mano lograron poner fin a un largo penar, porque muy seguido debieron pernoctar en la calle, padeciendo frío, lluvia, altas temperaturas y dolores, por falta de dinero para hospedarse en un hotel.
AGRADECEN LA SOLIDARIDAD
Sobre el pasillo de la planta baja del albergue se distribuyen las camas de los pacientes que tienen más dificultades para desplazarse. En uno de esos espacios permanece la señora Guadalupe Ávila, de 69 años, originaria de Ciudad Valles y diagnosticada con cáncer en el estómago.
En la segunda planta, está Catarina, de 71 años y originaria de Tancanhuitz, con cáncer de mama. Su hija Reina es quien la cuida en el albergue; ambas se sienten agradecidas por tener el apoyo de la estancia y comedor. También dejaron familia que añora su regreso, por ello ponen su vida y salud en manos de Dios y de los médicos.
Por inverosímil que parezca, los pacientes con enfermedades graves hacen una pausa en medio del dolor -físico y emocional- para agradecer la solidaridad en este espacio de caridad; para sus seres queridos representan una segunda familia.