Diferencias entre un estúpido y un idiota
Habrá que escuchar con atención el discurso que con motivo del Primer Informe de Gobierno dará este domingo el presidente López Obrador. De lo que diga sabremos si hay rectificación de fondo, o que cada quien asuma su responsabilidad ante lo que viene.
Ayer y anteayer hubo señales que alientan a pensar positivamente.
Fue importante la corrección en el tema de los gasoductos, que no llegó a tribunales internacionales.
Y aunque tal vez nos salga un poco más caro, nos evitamos un pleito que íbamos a perder, además de quedarnos sin gas suficiente por un buen tiempo.
El presidente se reunió con directivos de la empresa ENI, a quienes felicitó por haber comenzado a dar resultados en la exploración y extracción de hidrocarburos en aguas profundas.
Ya no son “piratas que vienen a robar”, como les dijo a los CEO de las principales petroleras del mundo en una carta firmada antes de ganar las elecciones.
Ahora los recibió en Palacio Nacional y felicitó a este consorcio italiano que resultó ganador de una de las rondas petroleras del sexenio anterior, en el marco de la reforma energética.
Estas señales tendrán valor si en su informe del domingo van insertas en un contexto de cambio de guardia para dejar de lado lo que evidentemente no funciona, a la luz de un crecimiento cero.
Si no aprendió en este tiempo, no rectificará jamás.
Una gran decisión sería relanzar la construcción del Aeropuerto Internacional de México en Texcoco. Cancelarlo ocasionó uno de los peores daños patrimoniales al país en nuestra historia reciente.
A estas alturas el presidente ya lo sabe, y es el domingo o nunca para corregir.
Si hubiéramos hecho ese aeropuerto en 2002, cuando lo planteó el presidente Fox, hoy tendríamos una terminal aérea de categoría mundial, con mucho más turismo (esa industria aporta el 8.8 por ciento del PIB, y sus ingresos han caído 18 por ciento es estos nueve meses).
Nuestras líneas aéreas serían poderosas, recibiríamos mayores recursos para ciencia, tecnología y mejores universidades.
Hay la esperanza de que el presidente corrija respecto a la cancelación de las nuevas rondas de asignación de campos petroleros, que según ha dicho podrían reanudarse hasta 2021, luego de evaluar los resultados que arrojen las que fueron hechas en el gobierno anterior.
Si las rondas se retoman en 2021 (en el supuesto caso que así sea), los resultados se estarían obteniendo hasta el próximo sexenio, pues los proyectos tardan en madurar. No es como sacar agua con un popote: hay que explorar, intentar, extraer, vender).
Dejamos ir la oportunidad de una reforma energética en los primeros años de Fox, pues de haberla hecho hoy estaríamos produciendo, según estiman algunos expertos, más de cuatro millones de barriles de petróleo al día. Ahora estamos en alrededor de un millón y medio.
Con ese dinero se pueden hacer carreteras, hospitales, terminales marítimas, aeropuertos, etcétera. Gasto público en serio, y no andar regateando hasta para medicinas contra el cáncer de los niños.
El Tren Maya debe tener un giro. En lugar de ser recreativo, subsidiado y con pocos pasajeros, tendría que ser, como lo expresó el economista Luis de la Calle en una entrevista que le hice recientemente, una vía férrea entre Tapachula, Progreso y Coatzacoalcos, como plataforma para conectar esa región de México con el este de Estados Unidos.
Que los productos chiapanecos, oaxaqueños y de Tabasco lleguen a Nueva York en 72 u 80 horas, primero por tren y luego líneas marítimas que conecten a Coatzacoalcos con Mobile (Alabama), y Progreso con San Petesburgo, en el Golfo de Florida.
Transformar la idea del Tren Maya en una plataforma de exportación e incorporación de esa región de México a la economía de América del Norte a través de la costa este de Estados Unidos, tendría un efecto transformador muy importante para la región más pobre de México, sostiene De la Calle, y tiene razón.
Esperemos que el presidente dé ese giro a sus proyectos, y no mantenga su apuesta por obras folclóricas o de plano inútiles.
Domingo es el día. Puede ser un gran día, o la confirmación de una ruta de fracaso que lleva a la pobreza, la violencia y la polarización del país.
Tendría que reivindicar el valor del estado de derecho, del respeto a nuestras Fuerzas Armadas, a los organismos autónomos, de condena a todo tipo de delincuencia y plantear nuevas formas de combatir a la criminalidad, en lugar de convivir con ella.
Sería de aplaudir un rechazo terminante a la CNTE como rectora de la educación en amplias zonas del país.
Apostar en serio a una educación de calidad, disciplina y con rigor académico. Necesitamos un sistema educativo que busque la excelencia, y graduar ingenieros, desarrolladores de software y profesiones que requieran alto grado de creatividad.
Es ilusorio pedirlo todo. Pero ya es Primer Informe de Gobierno y si un presidente con tanto respaldo como López Obrador no conduce al país por el camino del desarrollo, los llevará al atraso, la pobreza, la violencia y a vivir de las remesas de los migrantes.
Ojalá se anime el presidente. De lo contrario, que cada quien asuma su responsabilidad.