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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 1 de junio de 2019.- Los castigos físicos eran usuales para supuestamente enseñar a los niños disciplina y respeto hacia sus padres, maestros o cualquier adulto; en la actualidad esto ya no es aplicable, sin embargo, hay personas que consideran que deben regresar las viejas costumbres.
La maestra en psicología con énfasis en clínica psicoanalítica, Esperanza Alonso Castañón, indicó que tal vez tiempo atrás funcionaba “la chancla, el varazo, la regla o el jalón de orejas, pero era otro contexto y otras situaciones culturales, que ya no compartimos”.
Estas estrategias no eran efectivas y lo único que se generaba era sentir temor, vergüenza o pena, por parte de los menores de edad.
“A lo mejor no lo veíamos como algo malo porque el efecto inmediato era que muchos niños hacían caso, pero lo que ellos vivían internamente era mucha frustración, dolor y angustia que después, cuando eran adolescentes o adultos revivían, siendo ellos un tanto violentos, pero aceptado socialmente”, dijo.
Con anterioridad, los niños se asustaban fácilmente al no contar con la tecnología y el acceso a la información que hay en la actualidad, mientras que los de hoy en día tienen al alcance de sus manos cualquier tipo de información.
“Eso hace que no crean en todas las historias que les cuentan, entonces las amenazas, los insultos y los golpes no van a servir de mucho ni para contener”, dijo.
Esperanza Alonso añadió que este tipo de prácticas lo único que ocasionan es que los niños remitan toda esa agresión, debido a que no es disciplina, sino violencia. “La disciplina es el orden, pero entendiendo porqué y para qué”, consideró.
La especialista indicó que para evitar llegar a este tipo de situaciones, es mejor generar en niños y adolescentes la consciencia de sus acciones, que lo que hacen tiene un efecto, así como fomentar el respeto mutuo.
“No entendemos que más allá de enojarnos con el niño es explicarle, es detenernos, no en el momento en el que lo haga porque a veces no nos va a escuchar, sino después, en un momento en el que generemos un espacio con buen ánimo y confianza para hablar de aquello que se hizo”, mencionó.
De igual forma se tiene que ir al fondo de la situación, si un niño es violento, maleducado y hace berrinches, se tiene que observar el contexto en el que vive: cómo son sus padres, cómo es la familia y su vida, ya que los menores utilizan este tipo de comportamientos como un método de defensa ante un contexto agresivo.
“Se nos olvida preguntar, se nos olvida escuchar y ese es un gran problema (…), ¿en qué momento se va a saber la versión del niño?, hasta que se le pregunte al niño porqué lo hacía, ahí generamos la posibilidad de un diálogo con los pequeños”, finalizó.