Preparativos para una amenaza llamada Trump
Desde que llegó al aeropuerto internacional Ponciano Arriaga el presidente Andrés Manuel López Obrador no estaba de buen humor y cuando regresó de Zacatecas, porque aquí hizo una parada técnica, tampoco se le vio del todo cómodo con la guerra de porras ordenada por Xavier Nava y Ricardo Gallardo a sus huestes para atacarse mutuamente.
Pero más que eso, le molestó no tener las mejores cifras sobre el avance en la entrega de los apoyos sociales a los potosinos. Leía sus tarjetas, pero estalló cuando le reclamaron desde el público que no todos recibían los recursos.
La verdad es que López Obrador llegó a San Luis sin nada nuevo bajo el brazo y tuvo que ganarse al respetable con la promesa de proteger la Sierra de San Miguelito, para evitar que avance hacia allá la mancha urbana. Pero, ¡zas!, al otro día renunció su secretaria de Medio Ambiente, Josefa González y ahora ese tema quedó en el limbo.
Previamente tejió sobre lo mismo: los apoyos directos, las becas y sus planes para la huasteca potosina. Ni siquiera mencionó la posibilidad de construir un aeropuerto en aquella zona, lo que sería una locura en tiempos de austeridad y hacerle el juego al alcalde de Valles, Adrián Esper.
Era evidente que el tabasqueño no esperaba que la gente le reclamara que incumple sus promesas. Hubo tres momentos clave durante su discurso que lo demostraron.
El primero, al afirmar que estaba consciente de que son grandes y graves los problemas nacionales, “son muchas las peticiones, las demandas, pero vamos a dar respuesta”. Se dobló un momento cuando aceptó querer avanzar más de prisa, pero “no es un asunto fácil”.
Durante un buen rato el discurso del presidente tenía como coro de fondo los gritos de “San Miguelito, sí, fraccionamientos no”, “Fuera Nava”, “Fuera el pollo”, hasta que pegó el grito y pidió la palabra. Ese fue la segunda demostración de que no tenía el control de la plaza.
“A ver, a ver, a ver, a ver, ¿me van a dejar hablar?, porque yo entiendo que tengan ustedes diferencias, pero yo creo que la patria es primero (aplausos), ¿o se van a seguir peleando? Miren, cuando vengan las elecciones que cada quien agarre su partido y, a pelearse, pero ahora, lo que tenemos que hacer es unirnos para rescatar a México”, indicó.
A partir de entonces, López Obrador puso en orden a la gente, pero no al 100 por ciento.
Y entonces tuvo que corregir a los presentes por tercera vez. La expresión, aunque fue muy corta, resultó muy sintomática de la frustración presidencial sobre los resultados que lleva en esta entidad federativa.
“Me da mucho gusto decirles que en San Luis Potosí ya la mayoría de los adultos mayores ya están recibiendo su pensión… ¡la mayoría, dije!”, exclamó el presidente porque hubo reclamos. Y entonces volteó a ver sus apuntes para decir: “(…) están recibiendo o están por recibir, porque, lleva tiempo entregar todas las tarjetas a 216 mil adultos mayores en San Luis Potosí que no les va a faltar su pensión”.
A su llegada a Fundadores, López Obrador se movió como pez en el agua y llamó tres veces a su delegado Gabino Morales para darle instrucciones. Conforme avanzaron, lo fue dejando a la zaga y en el programa no apareció como invitado al escenario. El presidente subió y se siguió de largo, no saludó a Nava, a Gallardo, a Noyola ni a Dothé. Lo hizo con Nava minutos después porque el gobernador Juan Manuel Carreras López le dijo algo del panista y estaba a su derecha, lo tenía cerca, pero está claro que AMLO y Nava son como el agua y el aceite y lo único que puede unirlos es el doctor Salvador Nava Martínez, abuelo del alcalde capitalino, para quien el tabasqueño pidió un ¡viva! al final de su largo discurso.
La cuarta visita no fue la de la Cuarta Transformación, al menos no para los potosinos. López Obrador actuó a la defensiva, tuvo que señalar que él no quiere construir una dictadura y a tal grado llegó su distracción que al finalizar el evento, debió volver al micrófono para enaltecer el trabajo de los marinos que horas antes se desplomaron en la Sierra Gorda de Querétaro, porque se le olvidó, pese a que Carreras le dio las condolencias previas frente a todo el público.
Seguro alguien pagará los platos rotos, porque en esta visita el presidente salió raspado.