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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 10 de mayo de 2019.- Tamara Box Rangel podrá festejar este 10 de Mayo, recuerda el momento y sus ojos vuelven a brillar: “¡Me dijo mamá!, fue ahí cuando supe que estaba haciendo las cosas bien”.
Tamara es una chica trans, que luego de largos años de lucha, dolor, críticas, tropiezos y lágrimas, hoy se encuentra plena y feliz, porque logró formar una familia y convertirse en madre, en una sociedad que todavía discrimina.
Tammy, como la llaman sus allegados, abrió su corazón a Quadratín San Luis Potosí y platicó todo lo que enfrentó para alcanzar la dicha, que como cualquier ser humano, se merece.
Sentada en una banca de la Plaza de Armas, acomodaba su cabello y sonreía con esa coquetería que caracteriza a las mujeres, siempre segura de sí misma, con la frente en alto y un escote ligeramente pronunciado que dejaba mucho a la imaginación.
Así comenzó la charla…
Tammy, peleó contra su familia; contra la sociedad y hasta con ella misma, el día que decidió empezar su trasformación de hombre a mujer. Su primera operación fue de mentón y continuó el cambio hasta convertirse en la chica que hoy camina por las calles de la capital potosina, sin tabúes, sin miedo “y orgullosa de mí”.
A los 27 años venció el temor, comenzó la hormonización y se subió a los tacones. Y mientras su madre creía que Tammy debía tomar pastillas para evitar este cambio, ella había decido ser una mujer.
“Empiezas a ver que subirte a los tacones es lo que te gusta, vestirte de mujer es lo que te gusta, tener tu cabello largo, sentirte bonita, bien, que no importa lo que hablen, ni lo que digan, a final de cuentas nunca vas a hacer feliz a la demás gente, la que tiene que ser feliz eres tú misma.
“Mi mamá pensaba, le doy dos pastillas Sedalmerck y una aspirina y se le va a quitar; no es algo que se te quite, uno no decide las cosas, esto soy, y así aprendí a quererme, respetarme y sobre todo, que las demás personas hicieran lo mismo”.
PAREJA E HIJA
Agobiada, Tamara tomó la decisión de mudarse de estado y entre ese ir y venir; de ciudad en ciudad, encontró la felicidad. El chico del autobús, al que en este relato se identificará bajo el seudónimo de Alberto.
A Alberto lo conoció en uno de esos viajes aventureros, que acostumbraba cuando dejó su ciudad natal, San Luis Potosí. Entre cita y cita, se dio cuenta que él podría ser el indicado, al menos eso mostraba… Jamás imagino que ese hombre que conoció en un asiento de autobús, le daría la dicha de convertirse en madre.
Tras dos años de una relación estable, Tamara comenzó a detectar comportamientos extraños de su pareja y fue una noche de insomnio, cuando despejó sus dudas. “Le mandó dinero a mi hija”, respondió Alberto, a sus múltiples cuestionamientos.
“Me quedé helada”, dijo entre risas.
Así transcurrieron los siguientes meses, hasta que un día pidió conocer a quien hoy le dice mamá.
Por acuerdos que desconoce, la madre biológica de la menor que hoy tiene cinco años de edad, decidió otorgarle la patria potestad, a Alberto. Y la nena llegó a sus vidas.
Fue en ese momento, cuando comenzó la aventura más complicada y hermosa de su vida: ser madre.
Ante las miradas atónitas de propios y extraños, Tammy, poco a poco fue ganándose el corazón de la niña. Pero aún faltaba algo un tanto difícil; enfrentar a la familia de su marido y que aceptaran que su hijo, se había enamorado de una “chica trans”.
El día se acercaba y Tamara nerviosa, intentaba actuar como sí nada pasara, mientras desempeñaba su rol de mamá y esposa.
Hasta que el timbre de la casa provocó el nerviosismo más intenso de esta historia de amor.
“Llegó mi suegra y yo miraba tras la ventana como vecina chismosa”, justo en ese momento, la pequeña, por primera vez le llamó, “mamá”.
-¿Qué sentiste?, fue la pregunta, y el llanto se hizo presente.
“Es cuando piensas que estás haciendo las cosas bien, que todo lo que has logrado, lo logras bien, es algo que uno pide muchas veces, encontrar a la persona que te dé ese amor sincero, sin recibir nada a cambio, porque no todas las personas se te acercan por eso; aprendes que tienes que dar para tener, o tienes que pagar para recibir amor, es cuando te das cuenta que no todo se derrumba”.
Tamara es madre de tiempo completo, cuida a su nena cuando está enferma, la ayuda con sus tareas y limpia sus lágrimas cuando algo salió mal. Ella es la luz que iluminó aquel camino que parecía tan obscuro.
“El título de madre se gana, y yo me lo gané”, dijo con seguridad.
“Yo creo que todos merecemos ser madres o padres, ojalá algún día la sociedad comprenda que somos iguales y que tenemos los mismos derechos, y las mismas ganas de ser felices”, finalizó.