Preparado Atlético de San Luis para su encuentro ante Pumas
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., a 4 de mayo de 2019.- Eduardo N., o Cayeyo Jr., intentó huir de la escena del crimen en que privó de la vida a Eugenio N., entonces novio de la hija del fiscal general, Federico Garza Herrera y al no conseguirlo, trató de llegar a un “arreglo”, de acuerdo a lo revelado al juez del caso, por el jefe de la Policía Ministerial de San Luis Potosí, José Guadalupe Castillo Celestino.
El mando policiaco compareció un día antes que el fiscal general y relató lo sucedido el 5 de mayo de 2017 -mañana serán dos años-, cuando él fue el primero en entrar a la escena del crimen cometido la madrugada de ese día.
Castillo Celestino compareció ante el tribunal para ser interrogado por la Fiscalía General del Estado y por la defensa del imputado en la sala 6 del Centro Integral de Justicia Penal, donde sería el primero en ser llamado al estrado y no se le veía por ningún lado. Mientras se tomaba el acuerdo para reagender la comparecencia de 12 testigos, de pronto pasó frente a las puertas del recinto, una camioneta color negra, polarizada, muy lujosa, que se perdió por un momento y enseguida apareció de la nada el mando ministerial, enfundado en un traje impecablemente planchado, la camisa almidonada -color blanco acromático, de claridad máxima-, corbata color rojo quemado, como la sangre expuesta al sol. Calzaba mocasines de piel pulcramente boleados, en los que brillaban, dos eslabones color plata que lograban encandilar a cualquiera. Llegó por la puerta de atrás.
Cuando Castillo Celestino se percató de la presencia de la prensa, se tornó preocupado, es bien sabido por todos, que no le gusta estar cerca de donde hay periodistas. Sin embargo, hizo caso omiso y comenzó a conversar con algunos agentes del Ministerio Público, mientras sus manos jugaban en los bolsillos de su pantalón, se le notaba muy nervioso.
LLAMADA MADRUGADORA
José Guadalupe Castillo Celestino, primer testigo, ingresó erguido a la sala, evitando cruzar miradas con los presentes, altivo, como es él. El juez presidente le dio la orden de sentarse en el escritorio designado a los testigos, se giraron algunas otras indicaciones además de protestar decir la verdad sobre los hechos.
Así comenzó el interrogatorio por parte de la defensa, donde el funcionario dijo tener 52 años de edad, con una experiencia policiaca de más de 30 años. Durante todo ese tiempo, el comisario de la Policía Ministerial explicó tener un sinnúmero de cursos y capacitaciones, argumentó haber sido primer lugar en la academia con una puntuación de 100, donde incluso dijo haber tenido experiencias profesionales con el FBI, en Quantico, estado de Virginia (Estados Unidos) y un curso antisecuestro en Cali, Colombia.
Entrando en materia sobre los hechos ocurridos, José Guadalupe Castillo Celestino, dijo haber recibido una llamada telefónica mientras se encontraba en su domicilio a las 5:47 de la mañana por parte del fiscal Federico Garza Herrera, quien -según declaró-, le dijo que fuera pronto a su domicilio.
“Rápidamente me vestí y me dirigí al Fraccionamiento Residencial Campestre, circulando sobre el Río Santiago; a la altura de la plaza El Dorado recibí una llamada del C4, en la que me informaban sobre un evento en un domicilio del Fraccionamiento Residencial Campestre, por lo que deduje que ese reporte tenía que ver con la llamada del maestro Federico Garza Herrera”, explicó.
El comisario de la Policía Ministerial dijo haber llegado a las 6:06 de la mañana, detenerse un momento y ver a unos cuantos metros a Federico Garza. Cuando se acerca a él, su superior le comenta que al interior de un domicilio hay una persona herida, mientras señala a Eduardo “N”, alias Cayeyo, sentado sobre la banqueta.
El comisario se acerca a Cayeyo y lo cuestiona, sin embargo éste no responde y solamente ve hacia arriba, por lo que el policía regresa con su superior y le pregunta que si lo puede guiar al lugar de los hechos. Garza Herrera accede y sube a su vehículo, mientras que José Guadalupe Castillo Celestino invita a subir a Eduardo “N” a su propia unidad. Tres minutos después, la unidad conducida por Garza Herrera se detiene, saca la mano por la ventanilla y apunta a la izquierda, hacia un inmueble y se retira del lugar.
CASTILLO CELESTINO A CARGO
Castillo Celestino descendió de su camioneta acompañado por Eduardo N., quien lo lleva hasta la puerta principal y la abre; el comisario se pone guantes, entra con sigilo y caminan por un pasillo hasta llegar a la cocina. Allí observa el cuerpo en posición decúbito de un hombre joven, con los ojos abiertos, cuya cabeza permanecía en un charco de sangre.
El funcionario se agachó sobre el cuerpo, al igual que Cayeyo; le tomó el pulso y no había tal. El hombre está muerto y se lo da a conocer a su acompañante quien también se había puesto en cuclillas junto a su víctima.
De pronto, Cayeyo dice que necesita ir al baño, Castillo Celestino lo concede, sin embargo, el joven se dirige hacia la puerta principal, pero era seguido por el policía, quien le aclara que “para allá no está el baño”.
CAYEYO INTENTÓ FUGARSE
Luego, Cayeyo caminó más apresurado y dice: “Necesito irme de aquí”, Celestino se lo impide y lo toma fuerte del brazo, pero el joven logra zafarse.
El mando contó que Cayeyo “me pide arreglarnos de otra manera, dijo que se quería ir de allí, pero no lo dejo, lo tomo de su brazo, pero se zafa, lo vuelvo a impedir y se vuelve a soltar, por lo que apliqué técnicas de sometimiento y logré detenerlo, aunque seguía insistiendo que había otras formas, así que, a las 6:15 horas procedí a leerle sus derechos y a detenerlo oficialmente y lo conduje hacia mi camioneta, lo subí y nos fuimos con dirección a la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE). Circulamos sobre la misma ruta por donde llegué, el Río Santiago y Eje Vial Ponciano Arriaga”, declaró el comisario.
Explicó que durante el trayecto llamó al Agente del Ministerio Público Carlos Alejandro “N”, para avisarle de la puesta a disposición y que estuviera pendiente de su arribo a la Procuraduría. Asimismo, mientras llegaban a su destino, Eduardo dijo que la víctima era su amigo Eugenio “N”, e insistía en que podrían arreglarlo sin abogados. Castillo Celestino aseguró que durante el trayecto calmó con la conversación al detenido, explicándole que sería asesorado legalmente, porque a eso tenía derecho.
Aproximadamente a las 6:50 de la mañana, llegaron a la PGJE y comenzó el proceso para certificarlo médicamente, tomar sus huellas dactilares, etc., mientras era presentado ante la autoridad pertinente.
VOLVIERON A LA ESCENA DEL CRIMEN
Castillo Celestino dio aviso a la Unidad de Servicios Periciales para que acudieran a la escena del crimen. Poco después, alrededor de las 7:31 am, el policía ministerial acompañado de dos elementos más acudieron de nueva cuenta al lugar de los hechos, para resguardar a la perito encargada de levantar los indicios.
La Fiscalía cuestionó a Castillo Celestino si ya conocía a Eduardo N., y éste dijo que sí, de otras acusaciones que en ese tiempo pesaban o pesan en su contra por el delito de violación en agravio de unas jóvenes que fueron llevadas por el detenido a un motel. La defensa objetó la declaración, debido a que está prohibido inmiscuir otros casos ajenos al que le atañe y el juez asintió.
Luego de dar la versión de los hechos, el comisario fue interrogado por la defensa, cuya voz la llevó el abogado Álvaro Ramírez Segura.
La defensa preguntó a José Guadalupe Castillo Celestino qué tan frecuente era que el Fiscal General del Estado le llamara para informarle, respondiendo que era usual. Sin embargo, le cuestionaron por qué el fiscal no tomó el mando del caso como primer respondiente.
En el interrogatorio se le preguntó por qué había decidido ingresar solo al domicilio, sin el fiscal, a lo que Castillo Celestino dijo que Garza Herrera no tenía formación policiaca. Posteriormente, fungió como coordinador del resto de los elementos de la Policía Ministerial que arribaron en las horas próximas; sin embargo, negó haber llamado a una ambulancia para que confirmara la muerte de la víctima. Añadió que le llamó al Fiscal para informarle de la muerte e identidad de Eugenio N., a lo que Garza sólo atinó a decir: “Qué barbaridad” o “qué lamentable”, ya que Castillo Celestino dijo que no recordaba con exactitud la expresión, y luego Garza le colgó el teléfono.
Abundó que cerca de las 9:51 am la perito terminó de procesar la escena, así que Castillo Celestino se dirigió a documentar una entrevista en el domicilio del fiscal.
INCOMODIDAD Y CONFRONTACIÓN
De pronto, las preguntas por parte de la defensa se volvieron incómodas para el funcionario, como si la llamada al fiscal, había sido asentada en sus informes, situación que molestó a Castillo Celestino, por lo que iniciaron las confrontaciones entre el testigo y el abogado de la defensa Álvaro Ramírez Segura. Castillo Celestino intentaba hacer las cosas a su modo, Ramírez Segura se lo impedía, indicándole que se limitara a responder lo que se le cuestionaba. El jefe de la Ministerial se quejó ante el tribunal. El juez respondió con un llamado de atención a ambas partes, explicándole a Castillo Celestino que obedeciera.
Sin embargo, de nueva cuenta ocurrían los incidentes, en tanto, las preguntas a Castillo Celestino se le olvidaban: “Me lo repite, que ya se me olvidó lo que me preguntó”, argumentaba el testigo. Esta situación se tornó por varios minutos, donde se notaba la molestia de Castillo Celestino que no dejaba de fajarse el saco de su traje empuñándolo con fuerza, o en ocasiones, acariciaba su barbilla o cuello, mostrando señales de impotencia. La defensa seguía tratando de que cayera en alguna contradicción.
“Voy a contestar como entendí, es mi obligación decir lo que pasó, pero no me quiera inducir a decir lo que usted quiere, eso es lo que pretende (el abogado) señor juez, no entiendo sus preguntas, he dicho lo que sucedió”, dijo Castillo y volvió a quejarse ante el tribunal, mientras la defensa refutaba lo declarado, asegurando que había caído en contradicciones, escritas en su momento, y de voz durante la presente audiencia.
La defensa insistió: “¿Qué más hechos ha omitido declarar?”.
-“¡No he omitido nada, no estoy ocultando nada!”, exclamó el jefe ministerial, ensimismado de coraje.
El tribunal interviene y silencia a la defensa y a José Guadalupe Castillo Celestino.
Durante una de las preguntas se solicitó el refrescamiento de memoria, en ese momento la defensa le acercó el documento al mando ministerial y éste volteó altanero hacia el defensor, mientras levantaba la ceja izquierda para mostrar superioridad sobre el abogado e inició la disputa entre ambos, mientras el juez presidente volvía a advertirlos.
Después, la defensa le cuestionó acerca de los protocolos para ingresar a un sitio donde haya ocurrido una escena del crimen, refiriéndose a una orden judicial, cateo, etc. “De acuerdo al Código de Procedimientos Penales en su artículo 290, puedo ingresar presumiendo una vida en peligro”, señaló Castillo Celestino, haciendo referencia del momento en que encontró el cuerpo de la víctima y tras haber ingresado sin una autorización por parte de una autoridad judicial.
Además, se le preguntó sobre los resultados del médico legista, quien había determinado que Eduardo N., presentaba laceraciones en su brazo izquierdo, “seguramente esto fue cuando lo detuve y que intentaba irse del lugar”, refutó el jefe de la ministerial (mientras apretaba las mandíbulas), aunque no estaba seguro, solo su Informe Policial Homologado (IPH) lo referiría, pero no lo recordaba; ante ello, la defensa solicitó refrescar la memoria y exponérselo luego de haber sido archivado en el expediente.
Pero de las dos hojas del IPH, Castillo Celestino solo reconoció la letra y firma de la segunda; de la primera hoja, dijo que no era su letra, ante ello, la defensa solicitó iniciar una Incidencia Criminal, cuya responsabilidad recaería en su momento, sobre la Fiscalía General del Estado, la misma que sería la encargada de llevar a cabo la investigación.
Así siguieron el estira y encoje entre la defensa llevada por Ramírez Segura y el jefe de la Ministerial, mientras un vaivén de “préstame tus lentes” entre ambos, generaba la gracia entre los presentes, al tiempo que Castillo Celestino se rehusaba a obedecer los protocolos, pero finalmente cerca de la 1 de la tarde, fue liberado por la fiscalía, no así por la defensa.
HERMANO DE LA VÍCTIMA ROMPIÓ EN LLANTO
Posteriormente se llamó al segundo testigo del día, era Salvador Bernardo “N”, hermano de la víctima, quien tras algunos minutos de haber pasado al estrado, se quebró; el juez le preguntó si podría continuar, a lo que él asintió entre lágrimas mientras señalaba la bondad de Eugenio, un joven de profesión piloto aviador y lo que significaba para la familia y para los amigos; sin embargo, su presencia fue requerida únicamente para dar fe de la muerte de su familiar mediante documentos oficiales, y fue liberado, la defensa no quiso interrogarlo.
Minutos después se llamó a la perito Liliana “N”, quien fue la encargada de recabar algunos indicios en la escena del crimen.
Luego acudió Rosa María “N”, químico fármacobióloga, experta en genética forense y con un amplio currículo que respalda su trabajo profesional. La perito señaló que su trabajo había sido tomar las muestras genéticas documentadas por su compañera en diversos puntos del domicilio donde ocurrió el homicidio, para verificar a quién correspondían, para ello, solicitaron autorización para exhibir la ropa que la víctima portaba el día de su fallecimiento.
La perito aceptó, pero argumentó, era necesario utilizar insumos, tales como guantes de látex, y cubre bocas, ya que a la ropa le había sido aplicada la prueba de Walker y por estar guardada y embalada durante dos años, al momento de abrirla podría expedir vapores cancerígenos, además de algunos agentes patógenos para todos los presentes; sin embargo, la Fiscalía no estaba preparada, además la perito, exigió una marca en especial, para seguridad de los asistentes.
La Fiscalía solicitó un receso, para acudir de inmediato a alguna farmacia a comprar el material, el tribunal se mostró molesto ante la falta de prevención de los litigantes de la dependencia, aun así, autorizó y la defensa no se opuso; se determinó un receso de 1 hora con 15 minutos.
Pasado el tiempo permitido por el tribunal, la audiencia se reanudó y se procedió a abrir las bolsas para mostrar una playera con sangre seca, color azul en algunas partes, donde no se había manchado de líquido hemático; el pantalón, de mezclilla, también tenía restos de sangre seca, aunque en menor cantidad.
Con esta perito no hubo mayor problema, la audiencia se tornó tranquila, aunque larga por las incidencias por parte de la Fiscalía. Tras finalizar su testimonio, alrededor de las 8:40 de la noche el tribunal dio por terminada la jornada, a pesar de que había cuatro testigos más en espera de su turno de pasar al estrado, mismos que quedaron reagendados.
Así, la sala poco a poco se fue desalojando, mientras el cansancio por más de 12 horas de audiencia ya causaba estragos en los rostros, pero sobre todo, hambre y sed, entre los más de 31 asistentes.
Todo esto ocurrió el pasado jueves, el día previo en que compareció el fiscal Federico Garza Herrera.