Economía en sentido contrario: Banamex
¡Qué ironía!
En los años recientes, más de 100 periodistas han sido asesinados en México; otras decenas han sobrevivido a terribles atentados y otros han sido desplazados por las amenazas. También están los que fueron despedidos y autocensurados. Agresión, humillación y violencia es lo que ha vivido por años el periodismo mexicano.
Es una incongruencia que algunos oficiosos del antilopezobradoismo, como plenamente los identificó el mandatario (Alejandro Junco dueño de Refoma o el francotirador del chileno Pablo Hiriart) vengan a decir que “el periodismo está en riesgo”, o que el presidente Andrés Manuel López Obrador “amenazó” a los reporteros con sus palabras.
Y es que sí, es importante reconocer es que, debido a su alta exposición en las conferencias matutinas, algunas de las cuales duran hasta dos horas, el presidente López Obrador descuida ciertas formas del lenguaje y comete algunos deslices que después son acomodados al antojo de los opositores de la Cuarta Transformación.
Pero de ahí a catalogarlo como un presidente dictador, conservador y con tendencias criminales, existen kilómetros de distancia.
Para continuar con este texto, también es importante aclarar que nosotros no somos defensores ciegos de AMLO, pero tampoco aceptamos críticas a bote pronto como la que hacen los mencionados profesionales del anti-lopezobradorismo.
El presidente nunca amenazó a la prensa, hay que decirlo.
Su equipo debe sufrir terriblemente cada vez que el tabasqueño entra a los dimes y diretes con reporteros, se va òr la libre y abandona cuaquier clase de guión que le hubieran preparado.
Sus gentes deben estar cansados de recordarle al tabasqueño que la prensa oficialista y proclive al servilismo hará lo de siempre. Es decir tratar de acomodarse al servicio del poder, un poder que AMLO representa, y lo tiene más que ningún otro mandatario de la historia moderna de México.
Por otro lado, la prensa libre e independiente, hará lo que sabe hacer, pero más importante aún, lo que se espera y necesita en una democracia: periodismo crítico, que incomoda al poder.
Entonces no, el periodista no debe ser prudente, “cuando por naturaleza el periodismo se asume como un ejercicio sin predilección por la moderación y la cautela”, expresa correctamente el periodista Julio Hernández en una de sus columnas del diario La Jornada.
En el mismo texto, Hernández pone la mira en un punto al que debe ponerle especial atención: los bots.
Julio reconoce que las redes sociales son una alternativa para la comunicación, pero observa que están “cada vez más envenenadas e imprácticas, a causa de los ejércitos de bots y troleadores de cada uno de los dos principales bandos en pugna”.
Al respecto, hace unos días la esposa del presidente López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller y Tatiana Clouthier, quien fuera la coordinadora de campaña presidencial del tabasqueño, denunciaron que las agresiones en redes sociales, han aumentado; por la cantidad de cuentas falsas o bots.
Gutiérrez Müller, agregó que las cuentas falsas han estado agrediéndola de una manera por demás visceral. Y lo hacen después de cualquier publicación o manifestación sobre el tema que fuere o por lo que haga, pues estas acciones son motivo para las agresiones virales que tanto viene padeciendo la esposa del primer mandatario.
Y es verdad, los bots son un peligro mundial para la libertad de expresión, que además polarizan, confunen y dividen, existen días en los que las redes sociales son como panales llenos de agresivas avispas en donde solo hay violencia y agresiones. Y cero debate, confrontación civilizada o intercambio de información.
Pero como bien apunta Julio Hernández, seamos honestos, los trolles y bots existen en todas las esquinas del cuadrilátero.
AMLO seguramente nunca mandaría asesinar ni a un político incómodo y menos a un periodista que solamente le oponga criterios a sus informaciones.
Como dijera el filósofo de Güemes: El que sea asesino pues que asesine, y el que no, pues no.
No soy chairo pero que no me chinguen con sus especulaciones los Hiriart o los Junco.