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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 12 de julio de 2025.- En 1951, Henrietta Lacks, una mujer afroamericana de 31 años, llegó al hospital Johns Hopkins en Estados Unidos con dolor pélvico y sangrado. Era madre de cinco hijos y trabajadora del campo. Su diagnóstico fue tardío: cáncer cervical avanzado.
Durante el tratamiento, sin su conocimiento, los médicos tomaron muestras de su tumor. En ese hospital, uno de los pocos que entonces aceptaban pacientes negros, esa práctica era común, aunque no se solicitaba consentimiento.
El hallazgo fue inesperado: las células cancerosas de Henrietta no morían. A diferencia de otras muestras que se degradaban, las suyas se multiplicaban con rapidez y estabilidad. Había nacido la línea celular HeLa, la primera en sobrevivir fuera del cuerpo humano de forma indefinida.
Estas células revolucionaron la ciencia. Se usaron para desarrollar la vacuna contra la poliomielitis, estudiar el cáncer y los virus, probar medicamentos y hasta analizar los efectos de la gravedad en el espacio.
Henrietta falleció semanas después del diagnóstico. Nunca supo que su cuerpo cambiaría la medicina mundial. Su familia se enteró dos décadas más tarde, cuando científicos informaron que el material genético de su madre se utilizaba en laboratorios de todo el planeta.
Hoy, las células de Henrietta siguen vivas. Millones de tratamientos han sido posibles gracias a ellas.
Su nombre permaneció oculto por años. Pero hoy, la historia científica la reconoce como un pilar en la investigación médica moderna.
Reproducción autorizada citando la fuente: Quadratín SLP
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