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Al menos en promesa, los ex presidentes dejaron de ser piñata.
En campaña, Claudia Sheinbaum prometió no heredar las fobias de Andrés Manuel López Obrador, con la intención de imprimir un sello personal a su gobierno.
Eso suponía dejar atrás a los dos grandes fantasmas del tabasqueño: Carlos Salinas y Felipe Calderón.
Al primero, como máximo representante del neoliberalismo —aunque en realidad esta doctrina comenzó con Miguel de la Madrid, cuando López Obrador aún militaba en el PRI—, y al segundo por haberle “robado” la Presidencia en 2006.
Estados Unidos le dio a AMLO la mayor bandera de su sexenio: la detención de Genaro García Luna por supuestas conexiones con el crimen organizado. A partir de ahí se soltaron los demonios.
Cuando lo considera propicio, la presidenta lo menciona como ejemplo de la corrupción imperante en aquellos sexenios, responsabilizándolo incluso de hechos actuales, al considerar que esa corrupción fue heredada por el régimen actual.
Desde entonces, todo ha cambiado.
“Morena purifica”, pregona López Obrador, y se esparce por doquier esa consigna, útil para alejar comparaciones con ex priistas, expanistas y experredistas con historiales oscuros pero hoy integrados a Morena.
Para no dejar dudas, se ha purificado la imagen de los Yunes —Miguel Ángel Yunes Linares y Miguel Ángel Yunes Márquez—. A ambos se les borraron sus expedientes y, al segundo, se le cancelaron órdenes de aprehensión tras apoyar la reforma judicial en el Senado.
Justamente esa reforma trajo a escena al expresidente Ernesto Zedillo, quien, como muchos otros, observa la desaparición de la separación de poderes y, con ello, la independencia de los tribunales y la democracia.
Desde Palacio Nacional le respondieron con lo que consideran un «golpe judicial», el mismo que él impulsó en 1995 al suprimir una Corte y sustituirla con otra. Hoy, esa institución está a punto de desaparecer por decisión de un puñado de votos, en un país con casi 100 millones de ciudadanos en el padrón.
Se ha intentado investigar a quién obedece Zedillo.
En teoría, responde a la derecha estadounidense.
Y a la derecha internacional, la reaparición de Felipe Calderón.
Del norte también vendrían, según versiones, las acusaciones contra Enrique Peña Nieto, señalado por empresarios israelíes de haber recibido 25 millones de dólares por permitir el uso del software espía Pegasus.
Él ha rechazado tajantemente esos señalamientos: “Totalmente falsa la nota sobre supuestas aportaciones”, refutó el ex presidente.
Lo han sacado a escena y él cayó, como no lo haría Carlos Salinas, otro ex mandatario con peso político muy superior al de Vicente Fox, y que goza de libertad para declarar cuanto le plazca.
1.- El gobierno de Claudia Sheinbaum tiene una gran oportunidad.
Si se ordenó suspender el pago al personal del Poder Judicial cuando se movilizó contra la reforma, debe mantenerse firme en el no pago a los maestros paristas.
En aras de la justicia, no basta con suspender la nómina; también debe castigarse a quienes han incurrido en delitos urbanos o destrucción de instalaciones y archivos del SNTE.
La denuncia ya fue interpuesta por el dirigente Alfonso Cepeda. Este sería el primer paso, tras mucho tiempo, contra la CNTE.
Si la justicia es pareja y hay voluntad política, venga la prueba.
2.- Según Demoscopía Digital, los ciudadanos de Guerrero consideran estable la situación de su estado.
En junio, otorgaron a la gobernadora Evelyn Salgado un 65.8 por ciento de aprobación, colocándola en el quinto lugar entre las 32 entidades federativas.