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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 4 de Julio de 2025.- La derrota del PRI en el año 2000 y la victoria de Vicente Fox Quesada, candidato presidencial del PAN, marcaron el fin de más de 70 años de hegemonía priista en el Gobierno de México.
Desde los años 80, el PRI enfrentaba una creciente pérdida de legitimidad debido al autoritarismo, presunción de fraudes electorales —como en 1988—, corrupción y falta de apertura política.
A esto se sumaron los efectos del neoliberalismo impulsado por De la Madrid, Salinas y Zedillo, que agudizaron la desigualdad, el desempleo y la pobreza, particularmente tras la crisis de 1994 del error de diciembre, conocida también como “Efecto Tequila”.
La presión ciudadana y de partidos opositores dieron lugar a importantes reformas electorales en los años 90 y el fortalecimiento y ciudadanización del entonces Instituto Federal Electoral (IFE), lo que abrió camino a elecciones más competitivas.
Fue el 2 de julio de 2000 que Vicente Fox, postulado por la alianza PAN-PVEM, ganó la presidencia con 42.5 por ciento de los votos, superando al priista, Francisco Labastida.
Aunque histórica, la transición fue pacífica y reconocida por el PRI, lo que generó un ambiente de euforia ciudadana y altas expectativas de cambio.
Durante su mandato (2000–2006), Fox logró mantener la estabilidad macroeconómica heredada de la administración de Ernesto Zedillo, promovió la libertad de prensa y en 2002, promulgó la Ley de Transparencia que dio origen al IFAI (después INAI). También respetó la neutralidad electoral desde el Poder Ejecutivo.
La gestión de Fox enfrentó limitaciones políticas, al gobernar sin mayoría en el Congreso. No pudo concretar reformas estructurales fiscal, energética o laboral.
Fue criticado por su manejo del conflicto con el EZLN y su sexenio quedó marcado por la represión en Atenco en 2006 y el caso del desafuero de Andrés Manuel López Obrador en 2005.
A pesar de sus claroscuros, el gobierno de Fox rompió con el presidencialismo autoritario y sentó las bases para una mayor pluralidad política y democracia efectiva en México.
Tres años después, San Luis Potosí apostó por la alternancia
En 2003 el PAN, con Marcelo de los Santos, rompió la hegemonía del PRI. La llegada del panismo a la gubernatura marcó una alternancia histórica, aunque sin una transformación política de fondo.
Este cambio ocurrió en un contexto nacional donde la victoria de Vicente Fox en 2000, dio impulso al panismo en diversas entidades del país.
El triunfo de Marcelo fue ajustado, a pesar de ocurrir en una contienda marcada por el desgaste del PRI local, señalado por denuncias de corrupción y opacidad durante la administración de Fernando Silva Nieto.
De los Santos, empresario y exalcalde panista de la capital, recibió apoyo de sectores empresariales y clases medias conservadoras y, aunque el PRD mantenía presencia urbana, no representaba una amenaza directa para el PAN o el PRI.
Durante su gobierno (2003–2009), Marcelo impulsó infraestructura urbana, como el distribuidor vial Benito Juárez, además de ampliar servicios educativos y de salud.
Su gestión fue reconocida por mantener estabilidad política a pesar de no contar con mayoría legislativa.
Sin embargo, hacia el final de su mandato enfrentó acusaciones de corrupción y un elevado endeudamiento estatal. También fue criticado por reproducir prácticas priistas, como el control centralizado y el impulso a su sucesor, Fernando Toranzo, quien finalmente ganó la gubernatura… por el PRI.
Si bien, la alternancia de 2003 significó una ruptura simbólica, no logró consolidar una nueva cultura política ni elevar la participación ciudadana, lo que facilitó el regreso del tricolor a San Luis en el año 2009.