Va con todo el G20 para que tributen los superricos
Con el cierre del Instituto Nacional de Acceso a la Información, se clausura un periodo extraordinario de nuestra historia. A diferencia del INE, este instituto no nació de la pujanza ciudadana, sino de un movimiento internacional que buscaba que los gobiernos adoptaran una apertura informativa tan necesaria para la democracia. Podríamos aludir al Glasnost de Rusia o a las propuestas de participación ciudadana de Barack Obama en Estados Unidos para destacar la relevancia de este gran instituto. Pero basta con recordar los grandes logros alcanzados gracias al trabajo de investigadores y periodistas, quienes utilizaron las herramientas que este organismo proporcionaba.
Por supuesto, esos esfuerzos derivaron en escándalos como el de la «Casa Blanca» o la participación de los hijos de Andrés Manuel López Obrador en la obra pública. Sin embargo, en sus inicios, el acceso a la información trajo consigo grandes cambios para nuestro país.
Es evidente que la incomodidad que este instituto causó a la Cuarta Transformación generó el enojo y rencor suficiente para decidir eliminarlo. Ahora nos han dejado sin una herramienta crucial para la observación y vigilancia ciudadana de nuestro gobierno.
¿Cuál es la razón para destruir algo tan valioso? El deseo de ocultar sus procedimientos al público. No hay otra explicación: no quieren ser vigilados y buscan actuar con total libertad, ya sea a favor o en contra del pueblo. Es curioso que una de las posturas más firmes de la izquierda mundial sea precisamente la búsqueda de transparencia en los asuntos de gobierno. Una razón más para llamar «falsa izquierda» a este movimiento de la Cuarta Transformación.
Es un paso más hacia la instauración de una dictadura en nuestro país. Según este monero, la dictadura se consumará en el momento en que se active la reforma judicial tal como la contemplan. En ese instante, podremos decir adiós a nuestra República y a nuestra democracia.