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Oposición no regatea la unidad nacional ante llegada de Trump
Día 6 del mes 6, no puede ser tan malo, ya nada. Desperté a la mañana siguiente de la elección saboreando un resabio amargo de hostilidad, encono, polarización y tristeza, como nunca lo recordaba.
Clavé mi cara en la almohada otra vez, hay realidades más inquietantes que una pesadilla nocturna, luego de ver una película de terror por dos horas, arrinconados en la frialdad de la pared.
En los sutiles engranajes del tiempo, de la realidad y de los sueños, se entreteje una dualidad que guía nuestra vida: Cronos y Caerus, danzando en la esfera temporal con destinos divergentes, impregnando cada instante con su propia esencia.
No busco enhebrar el hilo negro o soplar la verdad absoluta, mucho menos dar cátedra intrincada de análisis político; perdí el lápiz para poner los puntos sobre las íes, no tengo mesa para las cartas, pero puedo explorar el reloj de las cosas. El tirano y el aliado, porque ambos moldean la existencia.
Cronos, el dios del tiempo lineal y secuencial, acecha nuestros oídos permanentemente: “no me pierdas, soy oro, no espero a nadie”, si sales de su sendero desafías el orden establecido. Alguien debería recordarle su historia a este tirano del tiempo, que devoró a sus hijos por temor a ser destronado.
Hambriento siempre, se erige como el arquitecto de la organización y la eficiencia; bajo su reinado, cada día se escurre en una danza coreografiada, meticulosa, precisa.
En algún otro punto muerto, extraviado pero dispuesto, emerge Caerus. La encarnación del tiempo cualitativo, el soplo fresco de la oportunidad. Se alista en la pupila del arquero, esperando el momento justo para deslizar sus dedos y soltar la flecha. Sus instantes son fugaces, nos tienta a desafiar la linealidad del tiempo y a abrazar la espontaneidad de lo inesperado.
¿Sabremos algún día encontrar el equilibrio? ¿Descubrir esa manera de honrar la disciplina del segundero sin sucumbir a su tiranía, capturar la magia momentánea, sometidos al sonido inexorable del tic tac?
En la primera semana postelectoral de México, el pulso entre los tiempos adquiere una relevancia inquietante y urgente.
Tras el fragor de las urnas, los recuentos, las constancias, las derrotas y las victorias, el país se encuentra en un cruce de caminos, Cronos amenaza con imponer su yugo rígido y autoritario.
Caerus se desliza entre los intersticios de la incertidumbre, donde se cuajan las oportunidades efímeras, pero poderosas.
Los días futuros, un después, los mañanas, cada era de México, el momento lineal y el oportuno… todos, se fraguan en la batalla de los tiempos.
Cronos a Caerus… son las 12:15.