Ser periodista es, jugarse la vida
La campaña en contra de candidato o candidata llega a tal extremo, ocupa todos los
espacios y horas, que cualquiera pensaría que está acabado, destruido en la
percepción de la sociedad.
Es tal el bombardeo de mensajes, en todos los tonos y formas, negativos, para
desacreditarlo, para ponerlo como el peor, que nunca nada bueno ha hecho por el
país, autor de acciones atroces y locas, que no habría duda que se encamina a la
derrota electoral.
Además, los que hablan de sus defectos y desatinos son líderes de opinión, reyes del
rating, con millones de seguidores en redes sociales, los que hacen juicios sumarios
porque se sienten dueños de la verdad.
Nada más que ser el número uno del rating en los programas informativos durante los
procesos electorales, no es igual a credibilidad, porque de ser ahí, mediáticamente
estaría resuelta la competencia política.
Es un fenómeno que no se ve o no se quiere observar y mucho menos reconocer. El
impacto se vuelve contradictorio. La gente no se traga las mentiras, las mastica y las
escupe al darse cuenta que son opiniones o palabras contaminadas de intereses
perversos y monetarios, para favorecer la causa del personaje que compite o del
grupo que lo apoya.
Hay ejemplos en la historia electoral mexicana de que ese tipo de campañas se
vuelven contraproducentes para quienes las promueven. Especie de búmeran lanzado
con mucha fuerza que retorna con la misma o más intensidad para golpear al que lo
lanzó.
En el proceso electoral de 1988, no había redes sociales, solo los ahora llamados
medios tradicionales. Prácticamente, la mayoría, radio, televisión y prensa escrita,
ignoró a la oposición, representada entonces por el candidato presidencial
Cuauhtémoc Cárdenas.
La cobertura de sus actividades fue escasa en medios impresos, nada en
electrónicos, radio y televisión. Época en la que el líder de opinión se llamaba Jacobo
Zabludovsky.
Guía para millones. La expresión “lo dijo Jacobo” significaba la última palabra para la
sociedad, en contra o favor de diversas situaciones o personajes. Nadie cuestionaba
nada.
Entrevistó para la televisión en la que trabajaba a los hermanos (medios hermanos)
del ingeniero. Todo lo que se dijo, en contra del candidato de la oposición. Fue el
único momento que le dedicó la empresa televisora y para ello utilizó a su
comunicador estrella.
Pues nada que el ingeniero logró millones de votos y hasta la fecha persiste la duda
sobre el resultado. Fue cuando se cayó o calló el sistema. Al día siguiente de la
elección lo que se destacó en medios fue la declaración de la dirigencia nacional del
PRI de que su candidato había ganado. Acuerdos, protestas y avisos de la autoridad
electoral (no tenía elementos para declarar ganador) se perdieron en el mar
informativo o fueron ignorados en espacios mediáticos.
2006 es otro caso. A pesar de la intensidad de la campaña en contra del candidato
Andrés Manuel López Obrador (es un peligro para México), apenas les alcanzó a los
promotores para que su abanderado obtuviera raquítica ventaja de 0.56 por ciento en
los votos.
Por la dimensión de la campaña y ante una autoridad electoral (IFE) que nunca pudo
o no quiso frenarla, se esperaba que el candidato del partido en el poder, arrasará en
la competencia.
No ocurrió, apenas ganó.
En 2024, de nuevo reyes del rating, con todo en contra de lo que representa el
gobierno que ya se va y que incluye a la candidata presidencial postulada. Otra vez el
impacto ha sido contraproducente para las aspiraciones del grupo promotor. Las
encuestas, casi en su totalidad, no solo le dan la ventaja sino amplia ventaja a la
candidata.
¿Por qué?
Los reyes del rating han perdido credibilidad, la sociedad los conoce como conoce a
los o las que compiten por la presidencia.
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