
Atrae diversidad turística y cultural de SLP a 2 millones de visitantes
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 19 de marzo de 2024.- La cotidianidad de las cosas en la vida en ocasiones nos vuelve rutinarios, nos obliga a establecer conductas determinadas sobre situaciones de la vida que a veces dejamos de percibir en la comida un acto de exploración, de conocer nuevos sabores e incluso dejamos de percibirlo como un descubrimiento y más bien lo damos por entendido como una necesidad humana que se vuelve fría y rutinaria.
De la vista nace el amor, pero también del olor…
Cuántas veces hemos visto un platillo al cual se le escurre la grasa, su salsa baña los bordes del alimento o simplemente su presentación es espectacular, digna de los mejores programas de comida en donde salen aquellos multipremiados chefs, pero si no pudieras ver lo que te estás comiendo, si te citaran a una cena donde estarás con desconocidos probando magníficas creaciones culinarias, una cena sin prisas, sin celular, sin distractores solamente platicando y lo mejor de todo: sin ver ¿podría usted correr el riesgo de salir de la rutina?
Este reportero lo hizo a pesar de dos importantes situaciones, la principal que se refiere al hecho de que no es muy fanático de las frutas y la segunda que si no le gusta lo que va a comer lo evita, pero si se trata de algo viscoso o que a primera vista podría no llamarle la atención, pero ese fue el reto que se hizo en la segunda experiencia gastronómica sensorial organizada por Turismo capitalino.
Seis personas fuimos sentadas a la mesa, la mayoría periodistas a los que según cuentan los conocedores nuestra mayor fortaleza es escuchar, situación que pondríamos a prueba más adelante.
La cena comenzó con una ronda de objetos y texturas que debíamos explicar paso a paso y describir o al menos intentar descifrar lo que teníamos frente a nosotros, imaginando figuras, preocupados de que frente a nosotros existiera algún alimento extravagante o algo que pudiera no gustarnos, la música era clara, los olores tenues y la idea de probar algo nuevo el incentivo.
Charlamos con Edgar, un ingeniero agrónomo que perdió la vista a la edad de 21 años y que frente a esta discapacidad nos contó parte de su día a día en el andar por las calles del centro, su rutina y sobre todo su independencia de movilidad, la cual se da en un contexto de necesidad, de sobrevivencia, pero sobre todo de optimismo por una vida nueva.
A mitad de la charla se escucha el rugir de un puma mediante una especie de objeto prehispánico que emula dicho sonido, el primer platillo nos es anunciado, una sopa Sabina de la cual nos pidieron adivinar sus sabores y texturas, un reto complicado, siendo que es difícil percibir una sopa, sin embargo, de a poco logramos identificar sabores fuertes y conocidos que resultaron ser un homenaje a María Sabina, aquella curandera oaxaqueña.
Una vez retirado el primer plato nuestras expectativas sobre el siguiente eran inciertas, no es tan sencillo adivinar qué platillo está frente a ti y que el sentido del tacto no te permita determinar con claridad lo que estás a punto de degustar, sin embargo, frente a nosotros estaba un pescado tempura negro acompañado de un adobo de chile guajillo, morita y naranja, al cual acompañamos bebiendo un jugo de naranja a base de tomatillo y xoconostle con un escarchado de chapulines molidos, una vez terminado, se nos informó que el platillo siempre estuvo frente a nosotros y no pudimos percibir su presencia.
Como plato fuerte, la experiencia se centró en un mole prieto ganador en el año 2023 como el mejor mole en un concurso nacional, que a diferencia del mole tradicional, que se acompaña de pollo, éste era una costilla de cerdo sobre mole prieto y vegetales asados e insectos, algo que probablemente no hubiera comido tan a la primera, pero que su mezcla de aromas y sabores nos permitió conocer una experiencia diferente entre lo salado, dulce y ahumado.
Para cerrar la experiencia culinaria, frente a nosotros colocaron un bizcocho de chile guajillo acompañado de un helado de ceniza de totomoxtle y tierra de cacahuate, una combinación fuerte por el chile del bizcocho con un sabor similar a pan, pero también a dulce de coco, que dejaba un saborcito a chile que al combinarlo con la nieve con notas de mezcal y una tierra de cacahuates da una sensación de sabor como a mazapán, siendo la mezcla de estos una experiencia magistral.
El momento de concluir la experiencia llegó, el antifaz se retiró y a primera vista una casa tradicional del centro, frente a nosotros fotografías familiares, algunas veladoras y decoraciones que me remontaron a la casa de mi abuela, un suelo con mosaicos clásicos de los años 60-70, pero sobre todo un lugar acogedor para una experiencia acogedora.
De momento estas experiencias están en prueba piloto, sin embargo, próximamente Turismo capitalino abrirá fechas para que las personas conozcan un lugar diferente, perciban olores, sabores y conozcan esos lugares secretos en los que el atractivo puede no ser perceptible a la vista, pero tocan las fibras sensibles de la comida y el corazón.