Diferencias entre un estúpido y un idiota
No hagamos leña del árbol caído, le dijo el Presidente de México a la gente de Badiraguato, Sinaloa. La sentencia de El Chapo, el capo más famoso de las últimas décadas y originario de ese lugar, se había dado en esa misma semana del mitin a miles de kilómetros de ahí, en Estados Unidos. Y no hagamos leña del árbol caído, les dijo entonces.
Por muchos años la ausencia del Estado en Badiraguato fue tal que los únicos en quienes se tenía esperanza era en los capos. Largas décadas dieron generaciones de narcotraficantes que se volvieron la única autoridad en el pueblo. Los habitantes entonces aprendieron a cuidarse solos, confiaron en nadie más que en los suyos y los suyos les correspondieron a su vez cuidándoles -tú cuidas de mí y yo cuidaré de ti-. Aquello dio como resultado una sólida base social, de una lealtad inquebrantable hacia sus líderes. Con la caída de su último caudillo, aquel pueblo se quedaba solo, aunque no por mucho tiempo.
El acto de Andrés Manuel López Obrador en Badiraguato es clave porque se apropia de la base social que tenía El Chapo Guzmán. Su presencia frente a la multitud es apoteósica, tiene una alegría inexplicable. Por fin son tomados en cuenta por un gobierno legítimo. Además, envía un claro mensaje de autoridad a todo México: si bien cuando fue candidato hubo recorrido todos los pueblos del país, hoy como Presidente los gobierna.
Badiraguato: seré breve. Y para antes de caer la tarde sobre la explanada, el pueblo del Chapo Guzmán se rendía en aplausos al Presidente de México.