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A lo largo de 33 años de existencia, el Instituto Electoral en sus dos modalidades ha estado bajo control de un bloque de poder de funcionarios del grupo de José Woldenberg y el Instituto de Estudios para la Transición Democrática y ahora se ha estallado una crisis artificial con los profesionales de ese bloque político que acaban de presentar su renuncia para provocar un colapso en el proceso electoral de 2024.
La crisis en el INE es producto de la colisión entre el modelo salinista-zedillista-peñista de un organismo controlado por los intereses del PRI y del PAN a través de una mesa de notables que respondía a los intereses oficiales a través de la mayoría legislativa de esos dos partidos y, del otro lado, la propuesta del presidente López Obrador de reformar la estructura del Instituto para evitar que siga bajo control de esos partidos que hoy son oposición minoritaria y que desde ahí pretenden controlar las elecciones.
El relevo institucional de tres posiciones clave en el INE –consejero presidente, consejero copresidente y secretario Ejecutivo: Lorenzo Córdova Vianello, Ciro Murayama Rendón y Edmundo Jacobo Molina– desnudaron la estructura dominante dentro del organismo, luego de 33 años de control por parte del cacicazgo electoral de Woldenberg y los acuerdos políticos PRI-PAN para mantener al Instituto como una versión moderna de la Comisión Federal Electoral de 1988 que entronizó el proyecto político-económico de Carlos Salinas de Gortari vía fraude electoral.
La crisis estallada en el INE por la renuncia de funcionarios cordovistas-murayamistas-jacobistas busca restarle autoridad política y margen de maniobra la consejera presidenta Guadalupe Taddei, cuyo nombramiento estuvo impulsado por la mayoría legislativa de Morena y teniendo en contra a la minoría PRI-PAN-PRD.
La maniobra se encuentra explicada en los últimos artículos periodísticos de Córdova, Murayama y Jacobo –en El Universal y El Financiero–, cuyas tribunas mediáticas se están constituyendo en un INE paralelo casi con libro de jugadas para ir paralizando y desprestigiando desde fuera el funcionamiento institucional del Instituto. El objetivo de estos textos es muy obvio: alertar la falta de eficacia del instituto con nuevos funcionarios y vender la idea de que el INE sólo funcionaba con el bloque burocrático electoral de Woldenberg-Córdova.
La actual consejera presidenta del INE ha ido padeciendo un bloqueo burocrático interno de los funcionarios profesionales que fueron apoderándose del control de la estructura del Instituto y que ya no responden a los intereses de los nuevos funcionarios que llegaron a relevar a Córdova, Murayama y Jacobo. La renuncia del encargado del PREP –Jorge Humberto Torres, uno de los instrumentos clave del Instituto– se está dibujando como un ejemplo de la falta de autoridad política de los nuevos administradores, pero sin perder de vista que en el fondo de la crisis en el INE se localiza una lucha por el control político-administrativo del organismo entre la burocracia profesional y los funcionarios que entraron al relevo después de nueve años de copamiento de la estructura organizacional por el poder de Córdova y Jacobo y el aval del entonces presidente Peña Nieto.
Sin embargo, el INE tendrá que seguir operando con los funcionarios que decidan quedarse, pero ya con elementos suficientes de que estaría en curso una maniobra de boicot que relacionaría a exdirigentes del Instituto con los cuadros que fueron designados por los ahora tres exfuncionarios.
La crisis precipitada por las renuncias de los últimos días en la estructura superior del Instituto Electoral estaría mostrando la necesidad de un urgente reacomodo de posiciones y sobre todo de replanteamiento de lealtades, porque quedan los indicios de que en la víspera de las elecciones de junio pudieran darse nuevas renuncias que pusieran en jaque el proceso electoral.
El dato nada fino de la crisis en el INE está a la vista: el posicionamiento adelantado de la candidata de Morena a la presidencia de la República y el desmoronamiento de la figura opositora de Xóchitl Gálvez Ruiz, quien aparece como la abanderada de los grupos sociales movilizados en el primer trimestre del año en contra de la iniciativa de reforma electoral del presidente de la República.
En este sentido, la alianza de Gálvez Ruiz con Córdova-Murayama-Jacobo es inocultable y pronto vendrá una campaña de desprestigio contra los actuales funcionarios del instituto. Quede como referencia el papel pivote de los consejeros electorales de Córdoba-Murayama-Jacobo que se quedaron como revulsivos en el Instituto.