Libros de ayer y hoy
No hay un solo día, desde el 1 de diciembre de 2018, en que no se presente un ataque -por menor o inofensivo que sea- al gobierno federal. Cada mañana hay algo, ya sea un nuevo departamento en Houston, o las materias a deber de la segunda licenciatura de un secretario de Estado, que no se aproveche como arsenal para bombardear la Presidencia.
Por lo demás, es de entenderse que las fuerzas opositoras tengan esta reacción. Ningún presidente había llegado con tanta fuerza al gobierno de la república como lo hizo Andrés Manuel López Obrador, y es natural que exista un impulso de ataque por parte de sus contrarios para neutralizar su alcance. Porque un poder como el que ejerce el Jefe del Ejecutivo corre el riesgo de volverse una amenaza para propios y extraños.
El poder del presidente se entiende desde la voluntad de los mexicanos. Si no de todos, sí de la mayoría. La base social que López Obrador se encargó de construirse en poco más de doce años dan respaldo a su gobierno, lo han vuelto casi absoluto.
Al nacer, Morena se planteó un solo objetivo: crear una base social lo suficientemente poderosa para respaldar el proyecto democrático del futuro presidente, una insurrección capaz de ahogar la reacción conservadora de aquel régimen.
El campo de batalla está dominado por el gobierno, el tablero se acomoda conforme avanza su estrategia. Los peones están listos desde hace tiempo. Cada día se abre un nuevo frente, o varios. Y varios de ellos terminan asfixiando de forma dramática los golpes opositores. Las denuncias de los expresidentes panistas no representan lo que pretenden, sino que se vuelven chillidos de aquellas bestias desesperadas de la antigua política, que fueron bien avisadas de una posible extinción pero que desestimaron los alcances cuando pudieron hacer algo. Pasaron por alto el significado del ejercicio político puro y duro, el que recorre los territorios tanto como acude a la historia del país para identificar las fórmulas fallidas y no volver a repetirlas.
Por eso el gobierno de Andrés Manuel parece estar hecho de acero. El proyecto de fondo es ambicioso. La base social es fuerte. Y sin embargo, la Cuarta Transformación pudiera verse en verdaderos problemas. Algunos miembros del gabinete, los alfiles y torres en este campo de batalla, parecen no estar a la altura del reto.
López Obrador puede estar tranquilo de su base, pero sin duda debe voltear a ver el comportamiento de sus torres de control.