Preparativos para una amenaza llamada Trump
En más de una reunión donde la conversación tiende en algún punto a lo político, buena parte de los conversadores se horrorizan cuando de pronto aparece el tema de la Guardia Nacional. Que si se habrán de suprimir los derechos humanos, que si las libertades individuales serán reprimidas, o que si la militarización es el más puro acto fascista. Inevitable que no se le asocien estas aproximaciones a la polémica propuesta del Presidente López Obrador.
Y sí, los derechos humanos le estorban a un militar porque así ha sido formado, a la medida de las circunstancias absolutas. El Ejército en la calle no solo traiciona la promesa de campaña del Presidente, sino que propone un sometimiento total a costa de un país libre de violencia.
La Guardia Nacional pretende quitar del camino a las fuerzas policiales para encomendar la tarea de la seguridad pública a las Fuerzas Armadas. Mientras la policía cuenta con una formación civil, y en sus competencias residen la proximidad social y el respeto a las libertades de la población, el Ejército es todo lo contrario, actúa y da por terminada una labor para ejecutar la siguiente. La disciplina militar como garantía de los objetivos cumplidos.
En el mundo ideal no hay ejército que sustituya la labor de una noble policía que hace bien su trabajo. Por desgracia, México dista mucho de ser un mundo ideal y la policía ha demostrado que no se encuentra a la altura del reto.
Con sus justas excepciones, la policía en México está rebasada por la corrupción, mal que López Obrador ha señalado hasta el cansancio como parte del mantra que asegura llevarnos a la Cuarta Transformación que tanto ha prometido.
Una alternativa, que muchos se plantean en aquellos conversatorios escandalizados con el tema, es el replanteamiento de las estructuras policiales. Pero siendo realistas a estas alturas no se puede esperar que un replanteamiento de la policía sea la solución. Existen poblaciones en completa ausencia del Estado de Derecho, donde las autoridades están secuestradas por grupos paramilitares cuya brutalidad ha sido capaz de desaparecer a cuanto ciudadano les estorbe (si a la milicia no le interesan los derechos humanos a los criminales mucho menos, ya que comenten sus delitos con lujo de crueldad), desde grupos de estudiantes hasta familias enteras con total impunidad.
Con los cambios de sexenio la administración en turno realizaba este replanteamiento (que suena viable) de los aparatos de seguridad pública. Todos coincidían en que algo debía cambiar; y en efecto cada administración que llegaba le cambiaba algo a su modo, pero los resultados seguían siendo los mismos. Por ello, la propuesta de López Obrador llama la atención por donde se le vea, porque pretende llevar a la Constitución la instalación del ejército en la competencia civil, en su intento de cambiar el fondo y la forma. La Guardia Nacional representa acaso un salto arriesgado pero sin duda necesario.
Es cierto que la Policía Militar, antecedente y base de lo que será la Guardia Nacional, tiene en su historia momentos desagradables en donde se violaron los derechos humanos. Aquello es condenable y debe ser un punto de análisis en la creación de este nuevo grupo que se encargará de la seguridad pública del país. El replanteamiento, entonces, obliga al gobierno a que, sin perder su efectividad militar, quede la Guardia sujeta a un mando civil que administre su margen de maniobra.
Por lo demás, México enferma, la violencia carcome nuestra sociedad día con día. Y todos los caminos para rescatarlo inevitablemente llevan a una sola medida, y esa parece ser la Guardia Nacional, de la cual, siendo honestos, los ciudadanos conocemos cuál sería su objetivo, pero desconocemos los efectos de su verdadero alcance.
@eeduardo37