El episcopado ante el ‘segundo piso de la 4T’
Saltar de un puesto a otro, o de un partido a otro, parece ya cosa de todos los días para los políticos mexicanos. Buscar que estas acciones se conviertan en oficiales, eliminando los límites que la ley impone para que aquellos que ocupan un cargo público, ya sea por elección popular o designación del ejecutivo, cumplan debidamente con sus responsabilidades durante el tiempo que les corresponde, y también evitando que las bancadas se vendan al mejor postor y generen caos, no es beneficioso para la democracia y el servicio público en nuestro país.
Parece inútil reclamar a los políticos que realicen estos actos que llamamos «chapulineo», donde saltan de un puesto a otro abandonando sus responsabilidades sin concluir adecuadamente, o cambiando los colores de su partido beneficiando a otra organización política. Esto último, por ejemplo, conlleva a que en muchas ocasiones los electores que votan por un candidato de acuerdo a la ideología que representa, incluyendo la que propone el partido por el cual ha sido elegido, se sientan defraudados, si no es que hasta traicionados. Cambiar de partido, de colores, implica un acto de deslealtad, lo cual hace que los votantes se pregunten si el político en cuestión es digno de confianza, responsable y está representando a quienes votaron por él.
Y la tendencia parece ser la de normalizar esta conducta, cuando se proponen leyes a favor de los chapulines, no se puede evitar pensar que aquellos que las proponen están pensando en un futuro salto que solo les beneficiará a ellos.
El legislador Juan Francisco Aguilar propuso una ley que reduce el tiempo de espera que un funcionario público debe aguardar para convertirse en magistrado, de un año a 45 días, y también una ley que plantea que los legisladores electos independientemente, es decir, sin partido, elijan un partido posteriormente a su designación. Ambas leyes suenan a nada más que al canto febril de los chapulines, grillos y cigarras. No parecen beneficiar en nada al pueblo potosino ni a la política de nuestro estado. Más bien parecen invitar a ver quién da los saltos más temerarios en un estado donde políticos como Eugenio Govea, Marco Gama y otras celebridades se han hecho famosos por sus metamorfosis. Aunque el flamante diputado panista asegura que retirará algunas de estas propuestas, y que se niega a ser considerado un chapulín él mismo, como diría el célebre Juan Gabriel: «lo que se ve no se juzga».
Este cartón va dedicado a los Bicheros potosinos, criadores de animales exóticos que gustan de promover el cuidado de las especies domésticas menos comunes como mascotas, desde reptiles y anfibios a mamíferos pequeños y por supuesto insectos, tales como los chapulines.