
Los niños que fuimos
CONACYT ha persistido en una propaganda barata, motivada por el desastre que significan sus actos; envía comunicados a toda persona en sus bases de información, tanto a estudiantes como profesionales, con un discurso, para no variar, autovictimizante y doctrinante: “No te dejes engañar…”, inician esa clase de mensajes en defensa de su iniciativa de reforma a la ley en materia de Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI.
CONACYT olvida que, en parte, la formación de profesionales de la CTI incluye capacidad de análisis crítico con base en cifras, hechos y resultados; retomemos un par para ilustrar quién ha engañado en materia de CTI.
La multicitada vacuna Patria, de la cual sabemos que no fue de elaboración mexicana y que también sabemos que nunca ha pasado a la fase 3, la cual implica proyección a la población, y que, en consecuencia, nunca ha sido incluida en el programa mexicano de vacunación anti-COVID19.
Un contraste emerge en la cubana vacuna Abdala, misma que ahora tiene mejores credenciales que cualquier parapeto mexicano, me explico; si bien Abdala fue aprobada por COFEPRIS (https://www.gob.mx/cofepris/articulos/cofepris-emite-autorizacion-para-uso-de-emergencia-de-vacuna-abdala?idiom=es) sin mayor explicación ni tener evidencia pública de la eficiencia y efectos secundarios tanto como contraindicaciones, ahora la comunidad cubana ya ha reportado sus resultados científicos para demostrar la eficiencia y las fases epidemiológicas completas –ha sido a partir de septiembre de 2022, casi un año posterior a la aprobación por COFEPRIS- en la prestigiosa revista The Lancet (personas interesadas pueden ver los documentos PDF en las ligas siguientes https://doi.org/10.1016/j.lana.2022.100366 y https://doi.org/10.1016/j.lana.2022.100422).
Los hechos en el párrafo inmediato anterior son trazables y demostrables, además, implican que un país con menor población y con una economía mucho mas pequeña que la mexicana logró resolver el problema de desarrollar una vacuna propia; CONACYT nunca dio apoyo a las investigaciones mexicanas, por ejemplo de la UAQ ni la UNAM, entre otras que tímidamente se asomaron, para la obtención de una vacuna mexicana, mucho menos ha logrado llevar a la fase 3 aquella cuyos derechos adquirió; ¿quién engaña?
Otro caso, en el discurso oficial, CONACYT dice haber reforzado la CTI con sus políticas públicas en esta materia, pero, en contraste, las becas de posgrado han caído (en hace unos días se reportó una caída del 40% en años recientes); de hecho, tanto profesionales como estudiantes interesados en la CTI sabemos que el número de becas está congelado desde finales del sexenio pasado; es decir, las decisiones del CONACYT actual no han cambiado nada, sino para empeorar.
Tan así lo anterior que, si en una cohorte un programa de posgrado en alguna institución mexicana tiene una fluctuación momentáneamente a la baja, ya no puede recuperar el número de becarios aun cuando la fluctuación tenga un alza como consecuencia de ciclos naturales en la matrícula; así que reitero ¿quién engaña?
El CONACYT actual dirá que esta política inició en el sexenio anterior; será una verdad a medias porque, si bien es cierto que inició el sexenio pasado, también lo es que esta administración ha sostenido y agudizado esta clase de decisiones.
Esta columna ha documentado otras falacias oficialistas de CONACYT, como el caso de la reforma a la ley en materia de CTI; el engaño de ese consejo nacional es tan profundo que incluso es para sí mismo; si pierde la 4T alguna elección futura, llegará quien sabe que mente a definir una Agenda Nacional que sería impuesta por ley a todo el ecosistema científico nacional, es una delimitación arbitraria que restringe la autonomía científica, libertad de cátedra e investigación, pero ¿qué vacilada tienen en su cabeza?
Una pléyade de situaciones, dimes, diretes, decisiones y actos será un legado de vergüenza el que CONACYT dejará; ni qué decir de una iniciativa de reforma de ley autodestructiva.