¡A REFERENDUM! Reforma Judicial
Las manifestaciones multitudinarias son una de las herramientas de la política en una democracia. Durante toda su carrera es algo que ha conocido perfectamente el presidente Andrés Manuel López Obrador. Por ello no es de extrañarse que convocara a una concentración en el zócalo de la Ciudad de México ayudado por sus más leales seguidores, es decir su gabinete, los diputados, de los propios miembros del partido y las demás fuerzas aliadas de la izquierda.
Esta concentración desafortunadamente perdió su validez aún cuando fuera multitudinaria, ante el tradicional acarreo llevado a cabo por sus colaboradores, quiénes pagaron transporte, cuotas y alimentación y amenazaron abiertamente con cancelar programas sociales a los que no asistieran.
Ya es ocioso volver a girar los ojos al cielo y clamar que el señor está usando las mismas trampas y vicios de los cuales acusaba a los anteriores gobiernos y que denunciarlos y declarar que él nunca lo haría sirvió para la plataforma que lo lanzaría al poder por la vía democrática, populista, si, pero democrática.
Ante esa impureza de voluntades libres y falta de convencimiento ideológico limpio, se pueden prever dos escenarios. En el primero el pueblo, como en el pasado cuando empezó a fallar este tipo de trucos al antiguo régimen, simplemente acuda a las urnas en las próximas elecciones y voten de acuerdo a su voluntad soberana y consciente, sin dejarse llevar por la inercia de estas manifestaciones forzadas. O en el segundo caso podría ser que el pueblo cansado de este vaivén sí tome la posición más cómoda y sostenga en el poder a la cuarta transformación. A estas alturas a este monero le cuesta mucho trabajo predecir y se declara poco capaz de prever el resultado. Pero puedo apostar que queda dentro de estos dos escenarios.
El trabajo de concientizarnos como mexicanos y crear una ideología aceptable que esté lejos de toda esta trifulca que estamos viendo, donde los pésimos resultados y la mala administración pública aunada a un periodo cada vez más creciente de división y pulverización de la vida política de nuestro país, no le cause ningún problema al pueblo y vuelva a votar por el mismo partido, en una especie de cinismo colectivo o de ignorancia voluntaria masiva.
La oposición constantemente se descalifica en su afán de tratar de abrir los ojos a los que no quieren ver a pesar de que siguen sufriendo los mismos problemas de siempre. Saben que solamente se han pintado de otro color. Aún así el fanatismo que se creó durante la última campaña de López Obrador parece que lleva vuelo y solo eventos muy específicos y para nada buenos para nuestro país podrían cambiar ese rumbo. Es probable que de acuerdo con la idiosincrasia del mexicano que suele ser comodino y desafiante volvamos a tener otros 6 años de lo mismo en el próximo periodo. De no ser así, de ganar la oposición, tendrá un trabajo sumamente duro ante la resistencia que se creará en la sociedad. Eso si no empiezan con sus malas mañas de declararse presidentes legítimos y desconocer autoridades. Así que de cualquier forma el panorama pinta bastante sombrío. Como ilustra nuestra caricatura de esta semana, a este paso parece que nos va a llevar la changada.
Aún con esta lúgubre reflexión, hay que declarar que la manifestación llevada a cabo el 18 de marzo del 2023 en el zócalo de la Ciudad de México convocada por las fuerzas gobernantes con el pretexto de conmemorar el 85 aniversario de la expropiación petrolera, difícilmente cuantificable con realismo, podría considerarse igual en asistencia como las manifestaciones convocadas por la oposición para defender al INE. Parece que no existe una posibilidad de declarar un ganador en ninguno de los dos bandos. A menos que se tome como criterio el hecho de que la oposición no cuenta con la instrumentación del poder que sí tiene el gobierno, pero eso suena a romanticismo y al ardor que suele acompañar al comentario de quién está perdiendo. Que cada quien decida según su criterio.