Economía en sentido contrario: Banamex
El periódico el Independiente cumple su primer año de existencia en medio de una de las varias etapas decisivas de la vida política del país desde las protestas populares y desorganizadas del 68 por estudiantes y clases medias afectadas por el subdesarrollo social.
El núcleo central el diario viene desde las prácticas disidentes en Excelsior y El Día de los años setenta, pasó por la reorganización de los medios por las maniobras presidenciales contra Julio Scherer García en 1976 y llegó a la crisis de legitimidad electoral de 1988. El 2000 de la alternancia como frustrado y traicionado proceso de transición a la democracia en la figura patética y priista de Vicente Fox Quesada no puede entenderse sin el periodismo crítico que minó las bases del presidencialismo autoritario para mostrarlo como el rey desnudo y demostró que detrás del PRI estaba el Mago de Oz con sus bocinas estentórea.
La alternancia partidista en el 2000 nunca entendió el papel de la prensa crítica y Fox la desdeño a pesar de los esfuerzos de su entonces vocero y secretario particular Alfonso Durazo Montaño para construir un nuevo modelo de comunicación política no controlado. Calderón reprodujo el modelo de control político de los medios y los obligó por la fuerza del Estado a someterse a la crisis de seguridad que ahora se sabe llevaba el veneno de los entendimientos con el crimen organizado. Y el regreso priista de Peña Nieto restauró al viejo modelo mexiquense de distribuir el dinero sin control y la perversión de su equipo de comunicación política no impidió el desmoronamiento de su imagen por los casos de la Casa Blanca, Ayotzinapa y la corrupción escandalosa.
A pesar del papel de la prensa en la deslegitimación del régimen priista, el modelo de comunicación del presidente López Obrador se centralizó en la figura presidencial y en el cierre de las fuentes de publicidad, pero sin ningún proyecto de construcción de un nuevo discurso político, aunque permitiendo la más absoluta libertad de expresión que haya conocido el país desde la Constitución de 1917.
Pero no toda la culpa ha sido del poder en sus diferentes expresiones; desde las experiencias de autonomía relativa en el mismo 68 y después, los medios de comunicación escritos –que han sido, mal que bien, la expresión democrática de la sociedad– nunca pudieron construir un modelo social de negocios que les permitiera evitar su dependencia de la publicidad oficial, con la circunstancia agravante de que los partidos de oposición al PRI usaban a la prensa como ariete pero nunca pensaron siquiera en que se debía de reconstruir la viabilidad industrial de los medios.
Con una radio periodística en vías de extinción y una televisión en modelo tradicional de aparato ideológico de la clase gobernante –PRI, PAN o Morena–, los espacios del debate político regresaron a los medios escritos, pero la inviabilidad financiera encontró como salida el espacio digital, aunque cayendo en la trampa de eludir el análisis sustentando una crítica desaforada, desordenada y distorsionada que no ha podido configurar una verdadera opinión pública en tanto que no tiene identificados a sus lectores.
El Independiente ha querido regresar al periodismo plural no exento de estridencias, pero indispensable para una de las tareas fundamentales de todo medio de comunicación: la construcción de ciudadanía, inclusive desenmascarando a los falsos profetas de la democracia que esconden –como el INE actual– intereses de militancia política que tienen el tufo del viejo modelo del sistema/régimen/Estado priista y sus viejas asociaciones con la derecha empresarial.
La crisis de la ciudadanía ha sido profundizada por el regreso del modelo priista-panista de subordinación y el viejo esquema de asumir a la sociedad como masa y no como clase. La problemática de los medios actuales tiene como referente la disolución de los partidos como organizaciones sociales basadas en una ideología y un proyecto y su conversión en meras oficinas de agencia de colocaciones. Los partidos se han olvidado del debate de las ideas, del papel de educación política de los medios escritos y de la función social del periodismo de crítica y revelación de secretos.
Si la agenda actual es de transición de México a una República de leyes e instituciones, la reconstrucción de la ciudadanía tiene que pasar por una nueva educación política que no está en los partidos, ni en la televisión, ni en la militancia, sino en la prensa escrita que tendría que recuperar el espacio que le fue arrebatado por el dominio digital.