Libros de ayer y hoy
“En política no hay coincidencias “ es una frase atribuida a Franklin D. Roosevelt. Sería ocioso explicar cómo esa frase encaja en el momento que estamos viviendo con la detención (segunda parte) de Ovidio Guzmán y la próxima visita de Joe Biden, el presidente de USA a México.
Es tan inútil e innecesario como el ponerse a dar explicaciones por parte del propio gobierno de cómo ellos hicieron esto solitos y por su propia iniciativa. No pierdan el tiempo, nadie les va a creer. Y tampoco creemos que sea una coincidencia.
No sé si esto nos convierte en un pueblo cínico, descarado o franco. Pero vale más hablar ya de los espejos, hilos y humo que de si es un verdadero truco de magia. Ya establecido que es todo un banquete de apariencias podemos quitar la paja e ir directamente al grano. En el caso de la detención del mayor productor de fentanilo en México, al haber reculado hace cuatro años en su primer intento, se pueden concluir dos cosas. La primera que a López Obrador le faltó carácter y dejó abandonada a la propia Sedena en el cumplimiento de su deber, y en estos años ha tenido que compensarlo con todo las facultades que hemos visto le ha concedido a las fuerzas armadas dentro de la administración pública. Una permisividad que para muchos resulta peligrosa.
La otra cuestión es que en estos cuatro años el daño causado por Ovidio Guzmán en libertad y al frente del cártel de Sinaloa en el trasiego, producción y venta de estupefacientes con la complacencia del gobierno, es responsabilidad absoluta de quien lo dejó ir. Cada muerto por violencia, cada miembro de las fuerzas del orden abatido en el combate, cada persona envenenada por el consumo, es definitivamente atribuible a la pésima administración pública que se está sufriendo en este país. Debe de quedar constancia para la historia que el experimento de una izquierda populista sin capacidad, llena de charlatanes y de absurdos merolicos, la estamos pagando con esta y otras consecuencias, entre otros temas, en lo económico, salud pública y de administración honesta del erario.
Lo que sigue es que López Obrador ahora va a tener que pagar factura con sus aliados de Badiraguato. Esperemos que no sea una deuda que se cobre en sangre. Pero este Monero cree que cuando menos va a perder el apoyo económico que hubiera recibido para su movimiento en las próximas elecciones.
Lo poco que puede cosechar de la detención de Ovidio es apenas un aplauso débil por su logro. A nadie, ni a él mismo Peje, le parece algo que valga la pena anunciar con bombo y platillo.