
Los niños que fuimos
Rayos. Este monero confiesa que quisiera ser más apasionado y saber más sobre el bonito juego del fútbol. No sé de estadísticas y muchas veces pierdo la noción de los mejores equipos de la actualidad. Confieso ser Puma pero no veo todos los partidos. Confieso sufrir de ansiedad cuándo México juega, pero ya no me alcanza ni para decepción cuando pierden.
Creo que cada generación es definida por una copa mundial de fútbol, tal vez el primer mundial en el que pusiste atención, tal vez el mundial donde conociste a tu ídolo, o tal vez el mundial donde disfrutaste con tu familia o amigos viendo los partidos y ese recuerdo perdura. Pero creo que los mundiales nos han servido cómo guía para definir nuestras tribus cronológicas. En mi caso es el Mundial del 86, principalmente porque fue el de México, el de Andrés Bustamante, el de un potosino jugando en la selección, el de las canciones ridículas creadas por selecciones como las de México y Alemania, o porque todos estábamos embebidos en el ambiente futbolero, pero ese es el mundial que mide para mí todos los mundiales.
Después de esa copa todas las demás son más modernas, han tenido sus historias, sus figuras o han sido llamativas por sus logos, mascotas, lugares exóticos o incluso por sus temas musicales. Se van hilvanando como cuentas en un rosario y van quedando memorias de cada época y cada campeonato. Algunos son colecciones de anécdotas o vivencias independientes del lugar y la fecha en que se dio, y algunos han sido simplemente mundiales sin nada que recordar.
Repito, esto es en el contexto íntimo y personal de este monero que se permite expresar este mensaje para complementar el cartón que se publica adjunto.
La final de la Copa Mundial 2022 en Qatar tiene muchos elementos qué la pudieron hacer memorable. El partido en sí brilla más por sus deficiencias que por sus aciertos, desde mi punto de vista, pero independientemente del juego, las figuras, las anécdotas, el campeón, etcétera, en estos días turbulentos donde del mundo se ve envuelto en tragedias y barbarie por un momento y de forma por demás humana, en gran parte de este planeta la vida se detuvo, se abrazó a una actividad lúdica, banal y positiva y se llenó de una pequeña fiesta, no dejó de pensar que fue una comunión, un momento sublime dónde millones de almas se concentraron en una esfera inflada recorriendo un verde campo entre veintidós almas ansiosas por un infinito momento de gloria. No dejo de pensar qué en los más de 110 minutos que duró este partido hubo en el mundo un poco de paz. No por las mejores razones pero tampoco por las peores. Bendito juego, al menos eso nos regaló.
Felicidades a la selección nacional de la República de Argentina por su triunfo y me quedo con mucho respeto saludando al segundo lugar, Francia.
Gracias jogo bonito por regalarnos está paz mundial aunque sea solo momentánea.