
Los niños que fuimos
El populismo, ese terrible mal que ha nacido de la democracia y que hoy se convierte en su verdugo, en su versión más torcida y despreciable. El populismo es sin duda Uno de los males de nuestros tiempos que ha florecido principalmente en América desde los Estados Unidos, donde el público parece no querer pensar sino creer, hasta la América Latina donde la gente dice estar harta y decide ver la política como un acto de entretenimiento y no como una estructura vital para su país.
El populismo no está exento en la derecha como lo hemos visto con Donald Trump y Jair Bolsónaro pero ha echado raíces principalmente en la izquierda de América latina donde se ha favorecido el voto en personajes con poco fundamento en sus propuestas y mucho palabrerío engañabobos endulzando en el oído de las masas principalmente con promesas vacías de prosperidad sin sustento y venganza en muchos niveles, desde venganza contra una figuras específicas, hasta resquebrajamiento del tejido social buscando el malestar de las clases y sectores que ellos quieran fastidiar.
Los líderes nacidos y crecidos dentro de este sistema, el populismo, tienden a conocer a la gente primero en pequeñas fracciones y después en grandes grupos. Llegan a saber cómo se manejan los hilos del intercambio entre los pequeños cabecillas de organizaciones y sindicatos, posteriormente crecen y empiezan a tocar Los hilos del poder y entrar en contacto con otro tipo de personas que encabezan sectores, tanto dentro del gobierno como fuera de él. Así van creciendo en contactos pero sin aprender en realidad sobre ideologías o propuestas útiles para el país. Solamente van sabiendo cómo funciona el intercambio humano en todos los sentidos. Se dan cuenta de lo valioso que es tener a grupos crecientes y constantemente nutrirlos con promesas y desinformación.
Al final no se preparan como estadistas. Confían en que su forma de transar en niveles bajos intercambiando prerrogativas por dinero, o dinero por apoyos, funcionará en las esferas altas y cometen graves errores diplomáticos a nivel internacional, en la selección de sus equipos para tratar los diferentes temas de la nación, o piensan que con decir que son honestos automáticamente todo su tejemaneje quedará cubierto por una capa de luz milagrosa y redentora.
En días pasados fue capturado Pedro Castillo en Perú, un presidente con gran apoyo popular pero ciertamente incapaz en muchos sentidos, mientras crecía el escándalo de corrupción y quedaba demostrada su incapacidad, él decidió eliminar del poder aquellas figuras que podrían destituirlo, es decir el congreso. Pero todo le salió mal y hoy está arrestado aún cuando intentó llegar a la embajada de México, donde pensó que sería protegido por su colega y amigo Andrés Manuel López Obrador. Por otro lado la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner de Argentina también ha sido señalada ya para procesar la judicialmente por diferentes cargos ligados a la corrupción y el fraude. Así la izquierda, no les importa pasar por esto. De sobra tienen personas que pueden suplirlos en el mismo sentido.
Tal vez algún día contemos con un presidente de izquierda capaz sensato y honrado. Un estadista que verdaderamente proponga proyectos y propuestas para el bien común y el bien social. Pero por lo pronto seguimos teniendo estas fallas políticas decepcionantes y muy criticables y que a pesar de quedar demostrado su culpabilidad siguen teniendo apoyo popular.
Este monero reitera con esto que el populismo es y será un mal mientras sigamos utilizándolo para beneficio de unos pocos que llegan a acceder al poder por ilusiones de riquezas, fama o gloria equivocada..