Libros de ayer y hoy
Dos entregas previas –noviembre 25 y diciembre 7- tratan aspectos de la dupla Conocimiento y Educación, CE, dentro del ecosistema científico mexicano; aunque amerita una disertación mas amplia, aquí cerramos por ahora el tema, ya que las políticas públicas mexicanas en Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, demandan atención de esta columna hacia otras aristas del polígono.
En la anterior se detallaron las opciones de las Instituciones de Educación Superior, IES, para que el par CE se insertara en la generación y aplicación del conocimiento: Departamentalización por cambio u origen, como en la U. de Guadalajara y Autónoma Metropolitana, respectivamente; creación de coordinaciones o institutos, como la UASLP y la UNAM, con complicación en su administración y gestión; o preservación de su estructura por facultades con infructuosos intentos hacia CTI mediante los llamados parques de investigación e innovación, como en Yucatán y Nuevo León.
En esta entrega se trata la inserción de los Centros Públicos de Investigación, CPIs, coordinados por CONACYT, en la dupla CE; inserción con éxito marginal respecto de CTI.
En parte, la ineficacia de inserción al ecosistema científico es atribuible al disperso origen de los CPIs, con consecuente falta de integración de una cadena de valor de la CTI, pero sí constituyen alternativa para el par CE.
En términos del tamaño de matrícula, los CPIs también tienen una contribución marginal, en algunos casos se oferta hasta licenciatura; hechos que desdibujan la diferencia de los CPIs con el respecto del quehacer universitario.
Es decir, los CPIs son alternativa universitaria para la continuación en la formación de recursos humanos, pero, al quedarse en la dupla CE y con matrícula pequeña respecto a la IES, no se explota su inserción ni para enriquecer ni para diversificar hacia un ecosistema científico que incluya la tripla CTI.
Una clasificación de los CPIs corresponde en agruparlos como científicos, socio-económicos y tecnológicos; esta clasificación fue formal hasta antes del sexenio que inició en 2012, luego de ello se han hecho intentos de modificar el concepto sin éxito ni consolidación.
Los dos primeros tipos se distinguen entre sí por sus saberes pero tienen quehaceres muy similares a las universidades, duplican la función sin diversificarla ya que mayormente producen artículos científicos, libros, reportes técnicos y realizan proyectos de investigación con participación en la formación de recursos humanos.
El origen de estos es diverso, algunos estaban sectorizados, como el caso de CIBNOR desprendido de la extinta Secretaria de Programación y Presupuesto, y otros emergen del interior de universidades, como el caso de IPICYT propuesto originalmente a la UASLP y luego, por coyuntura mas que por planeación y proyección de una estrategia nacional, al gobierno federal zedillista, algo similar sucedió con el COLSAN, dedicado al estudio de Historia entre otras pocas áreas sociales.