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Trump, ¡uy que miedo!
Durante días consecutivos quedó claro el enojo en Palacio Nacional, ese provocado por la marcha convocada a lo largo y ancho de México en relación a la reforma electoral.
Aunque tal convocatoria ha tenido mayor foco en el INE, otro asunto delicado está en los órganos estatales (también son autónomos) tanto como en las tribunas para resolver los conflictos postelectorales en los estados.
Éste, como el caso del INE, tampoco es asunto menor, ya que, de aprobarse la reforma constitucional en materia electoral, se procesarían y calificarían las elecciones en congresos locales y presidencias municipales sólo bajo el manto de la administración federal, es un centralismo de mediados del Siglo XIX, así de retrógrado.
Pero este espacio es para políticas públicas en Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI; entonces, ¿qué tienen que ver la marcha pro-INE y el enojo presidencial?
Además del obvio marco en las ciencias políticas y estudios de derecho constitucional e internacional, están las implicaciones, aparentemente tangenciales, con la generación y aplicación del conocimiento; lo ilustro con un ejemplo.
A manera de contexto: Luego de la elección intermedia en nuestro vecino del norte se ven intersecciones de intereses en los partidos de contienda. Uno de esos intereses es relativo a productos agrícolas transgénicos, mayormente maíz, y es tan así que el asunto ya ha sido agendado y tratado por el enviado del demócrata presidente de ese país con el jefe de estado mexicano (el tema se trató recientemente en Hermosillo).
La intersección de intereses es relevante porque el asunto de productos agrícolas transgénicos representa para EUA muchos millones de dólares en exportación hacia México, cientos de miles de empleos, principalmente en medio oeste, y para México significa atender la seguridad alimentaria dadas sequías, falta de apoyo al campo no dádivas,–el recurso se asigna principalmente a las obras insignia de Huey Tlatoani- y el agotamiento del suelo en el territorio nacional por impacto ecológico y medioambiental.
Como están las cosas, desde CONACYT sólo habrá una retórica dogmática y doctrinaria contra los transgénicos, sin una discusión con argumentos y conclusiones científicamente sustentados.
Pero bueno, primero suponga usted que los productos agrícolas transgénicos son dañinos a la salud, ¿cómo podríamos probarlo?, exacto, con investigación en CTI.
Segundo, elemento donde hay más evidencia relativa a monocultivos intensivos, suponga que los transgénicos afectan microecosistemas y biodiversidad en México, ¿cómo podríamos probarlo y cuantificar el daño para dirimir la controversia en juicios internacionales?, la respuesta está, de nueva cuenta, en la CTI.
Aun en el caso contrario a lo expuesto en los dos párrafos anteriores será también con CTI que tendríamos elementos sólidos a favor de México ante la posible presión política y económica de EUA.
¿Eso qué tiene que ver con la marcha e ira palaciega?
Como se ha señalado arriba, la reforma no solo busca “suprimir al INE” (palabras exactas en la propuesta), sino que además a los consejos e institutos estatales en materia electoral; luego entonces, las decisiones políticas y electorales se tomarían desde el zócalo de la CDMX, y las políticas públicas en CTI, como en el resto de asignaturas, serán, al menos, fuertemente influenciadas desde allá o ¿algún gobernador se opondría al mandamás electoral designado en Gobernación?
La ira palaciega y las agresiones de sus adeptos muestran el futuro.
Así, las maltrechas, empobrecidas y mágico-realistas dependencias estatales para CTI no tendrían ni voz ni voto (al límite ni razón de existir), con la consecuente ausencia de políticas públicas que reconozcan las diferencias entre los micro-ecosistemas en estados áridos del norte, semiáridos en costas, humedales, bosques de niebla y demás que sustentan suelos y biodiversidad en México.
Aquí voy otra vez: Lo que falta son organismos constitucionales autónomos en materia de CTI, en lo federal y estatal.