
Los niños que fuimos
Qué raro es el tiempo que nos tocó vivir. Este monero, al igual que muchos mexicanos, quedó sorprendido al ver qué con todo cinismo y descaro el Gobierno Federal actúa con naturalidad cometiendo los mismos vicios qué tanto promulgó que exterminaría Andrés Manuel López Obrador cuando fuera presidente. Vemos a su hijo llegar a Londres para estudiar en una escuela para millonarios, recibido nada más y nada menos que por la embajadora mexicana en el Reino Unido. Vemos que transportan la mascota de un equipo de béisbol, el pasatiempo favorito del señor presidente, en un helicóptero de la marina.
Este tipo de escándalos eran el pan nuestro de cada día en los sexenios anteriores. Según los chairos maromeros, el hecho de que el presidente cometa los mismos vicios actualmente debería de ser punto y aparte ya que él está haciendo todo por su pueblo bueno. Pero desde Baja California hasta Chihuahua y de ahí hasta Jalisco, Michoacán y Guanajuato el terror está reventando, cómo se dice comúnmente, la paz y la tranquilidad que de todos modos hace tiempo no vivimos.
Que quede claro qué el estado ha fallado, qué el gobierno ha sido totalmente irresponsable en un grado que ya se percibe en lo criminal. Debe de ser reconocido por el derecho internacional que cuando un gobierno permite qué un ciudadano atente contra otro sin ejercer una acción judicial o penal, el gobierno es llanamente un cómplice.
Se juzgará con el tiempo esta etapa de México con polémica sin duda, habrá quién justifique las acciones del presidente y habrá quién señale los atroces resultados de sus políticas públicas. Todavía falta agregarle el beneficio o culpabilidad qué significa El Avance o retroceso económico como social y político de nuestro país, ya que él aseguro qué esa era su misión, la de mejorar todos esos aspectos. Y bien lo advirtió desde un principio (Esto se lo endoso a los simpatizantes que votaron por el) que su estrategia era pacifista y de culpar a las administraciones pasadas para poder el dedicarse a lo que le importaba; su perorata populista en la que le decía a sus fanáticos «esto es lo que ustedes necesitan, porque ustedes son el pueblo bueno, y yo se los digo» vendiendo una medicina milagrosa como un charlatán de feria. Y el pueblo se lo compró.
Ha querido sostener con mentiras fantasiosas y demagogia casi infantil (cada vez que dice el que tiene otros datos es una muestra de esta miserable conducta, por ejemplo) pero ya es hora de que la gente desgarre el disfraz, la mascarada que pareciera hecha por un Infante de jardín de niños y el pueblo deje de fingir qué está de acuerdo con lo que esté presidente hizo con nuestra nación.
Es hora de detener cualquier otra acción que proponga, autoritaria y caprichosa como las otras, porque hoy está llegando al límite de su desesperación y de su tiempo, su orden de entregarle la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa para convertir la justicia en un asunto de militares, mismos a los que ha empoderado y otorgado privilegios económicos a la par de qué los ha convertido en perritos falderos obedientes que no pueden ni siquiera ladrarle al enemigo, apunta a una semilla de cizaña oscura y maquiavélica para cometer el peor de los crímenes contra una nación: el devolver a sus militares contra el pueblo. Pueblo que, en una vuelta a la cordura y a la conciencia patriótica, saldrá a defender las instituciones que aún le faltan por destruir principalmente las electorales.
Este monero solo puede mirar con alta preocupación como por la inercia de la votación del 2018 donde las emociones del cambio de régimen política la gente estaba altamente dividida, aún continúa, y quienes apoyan al Peje no quieren admitir el engaño, el error, la culpabilidad y las consecuencias. Todavía evaden las preguntas directas y la confrontación de ideas. Aún sostienen la imagen hueca y mística, antes de aceptar que sí, que Andrés Manuel es un político más, cocinado al peor estilo mexicano, con los mismos vicios, fallas e incapacidades que los anteriores, que es tan acusable ahorita que no puede ocultarlo bajo sus discursos ridículamente falsos y que estarán a mayor vista cuando el próximo gobierno no quiera o no pueda ocultar la verdad en cuanto a los números evidentes de la corrupción, la ineficacia y el cinísmo