
Los niños que fuimos
Tenemos que hablar sobre Porfirio Muñoz Ledo.
Primero que nada porque se ganó después de tantos años el lugar que tiene. Un día era un activo militante del PRI, algunos dirían que de la izquierda priista, y después se convirtió en uno de las grandes columnas de la nueva izquierda, que se fundó a partir de la secesión priista previa a las elecciones de 1988 donde una gran mayoría asegura que ganó Cuauhtémoc Cárdenas del PRD. En la mejor época del PRD los entonces fundadores tuvieron algunos otros grandes aciertos políticos. Esto hizo crecer mucho la izquierda en México, aunque por mucho perdió fuerza y sustento al mantenerse como un movimiento constantemente fragmentado. Porfirio entonces mantuvo cierta coerción y unión al convertirse en un referente bastante estable y confiable, sólido digamos, que lo llevó a ser elegido en varios puestos por este partido en varias ocasiones y llegando incluso a ser candidato a la presidencia de la República.
Pero más allá de su ideología de izquierda y de su formación priista, en la que todos los que pasaron por ahí se excusan de que no había de otra opción, Porfirio siempre se mantuvo aferrado a principios básicos de nuestro sistema democrático, bueno o malo, pero respetando totalmente las leyes, normas y acuerdos que se dan dentro de la idiosincracia moderna política mexicana. Su lucha tal vez no arroja grandes resultados pero es patente la relevancia de su actuar y la importancia de su ubicación en el sistema político. Como varios perredistas de esa época (entre 1990 y 2010) emigraron a la siguiente etapa que se llamó MORENA. Éste partido desde su nombre tiene marcada la enorme carga de estar fundamentado en el terrible flagelo del populismo. Y aunque la democracia requiere del factor masivo, el populismo es la exacerbación del consenso, la mercadotecnia subjetiva y el capricho de las masas emotivas. Porfirio a pesar de militar en una izquierda que por su naturaleza busca el bienestar de las mayorías más necesitadas, no se ha embriagado de la copa tentadora del populismo. Ha sido moderado, por decir lo menos, dentro de este lado de la política, en esta evolución de los institutos políticos.
Esa es la gran diferencia con su compañero Andrés Manuel López obrador, quien pasó por esquemas muy semejantes al haber militado en el PRI, haber sido columna fundamental en el PRD y haber sido tres veces candidato a la presidencia de la República, hasta que ganó. Esa digamos que es la otra diferencia con Porfirio. Porfirio no ganó. Y este monero podría aventurar qué tal vez le faltó a Porfirio el impulso de esta monstruosidad antes descrita que lleva por nombre populismo.
El caso es que si bien no está sentado ni ha estado antes en la silla presidencial, la verdad es que podría tener los mismos méritos o hasta más que Andrés Manuel. Solo que Porfirio es mucho más inteligente, astuto, colmilludo, experto en el sistema, democrático y mentalmente más estable que AMLO.
Por ello hasta los que no somos seguidores de MORENA le tenemos un silencioso respeto. Mucho más los que nos oponemos al proceder del presidente y su 4T, ya que hemos visto que Porfirio ha dado muestras de descontento con algunas de las actitudes, estrategias y acciones de ellos.
Pero recientemente Porfirio Muñoz Ledo dio un golpe muy duro en la mesa como aquel pollito que haces poco exclamaba autoritario “se tenía que decir y se dijo”. Para no repetir la noticia solamente hay que decir que en una conferencia latinoamericana de partidos políticos dijo textualmente “debe entender Andrés Manuel López obrador que su contubernio o alianza con el narco no es heredable“ refiriéndose a dos hechos: uno que el presidente tiene un trato con el crimen organizado del tráfico de estupefacientes y dos que la ingenuidad que siempre ha demostrado el y el resto de la 4T respecto al peligro que implican las asociaciones y pactos con este espectro de la legalidad son volátiles, sumamente peligrosos y completamente imposible de solventar.
En esta advertencia Porfirio implica y acusa directamente al presidente de estar cometiendo un ilícito y la importancia de este hecho y dicho es enorme, por qué no solamente es un crítico manifiesto quién lo está diciendo, sino que se lo está diciendo al mundo, lo está exclamando cuando todavía el implicado está en el poder y además es un militante de su propio movimiento.
Por ello este monero retrata en esta caricatura dos momentos en que convergen ambas figuras la primera cuando toma por posesión Andrés Manuel del cargo de presidente y es una investidura, y este otro momento donde nadie puede cerrar los ojos ante la dura acusación de un correligionario de que estamos bajo el régimen de un narcogobierno.
A este monero le tiemblan las manos, suda frío y se le reseca el gañote pensando en dos situaciones por venir. Por un lado se cimenta cierta esperanza de que este llamado provoque un cambio en la actual administración, que no implica que comience la verdadera persecución del crimen como debería de hacerse desde el primer momento, sino que simplemente se rompan los pactos se aleje el gobierno del monstruo implacable y destructivo que parece no tener control inmediato. Que se cancelen al menos todas las prerrogativas y beneficios que el Peje y MORENA les han otorgado. Que se rechacen los apoyos económicos y de fuerza que se habían pactado. Que se distancien en lo mediático e ideológico ya.
Y en segundo lugar te comparto lector lo que me causa inquietud y ansiedad el extremo, ¿será que la sociedad por fin emita un juicio adecuado y deje de cerrar los ojos e ignorar voluntariamente lo que temeraria y fanfarronamente han estado demostrando y haciendo las autoridades actuales, esto es descaradamente estar en contubernio con el narcotráfico y emitan por fin el castigo electoral que se merecen? Es decir quiero saber si nuestra actual generación de ciudadanos libres y electores estamos civilmente preparados para rechazar la seductora invasión a nuestras leyes e instituciones, al igual que nuestras casas y nuestros barrios, de los criminales que tanto nos han dañado. Es hora de definir si somos un país con un narco gobierno o un narco país con la autoridad que le corresponde.
¿Será cierto en este caso que tenemos el gobierno, o en este caso el narco gobierno, que nos merecemos como nación?