Preparativos para una amenaza llamada Trump
En ese año se ha descompuesto el control que desde Palacio Nacional han tenido en la agenda y opinión pública; cada vez más descompuesto, los distractores elaborados ya no surten el efecto deseado en el Zócalo de la CDMX.
Es el caso relativo a las recientes críticas, con la visualización consecuente, que ha recibido la obra del llamado Tren Maya en su tramo 5; luego de diversos cambios en el proyecto.
Así resulta que, entre los distractores, Huey Tlatoani se ha enfrascado en dimes y diretes con periodistas, comediantes, grupos preocupados por el impacto del citado tren; todo eso entre maromas circenses en vez de gobernar y ejercer la jefatura del Estado Mexicano.
Los sectores de la administración que tendrían algo por decir sólo han repetido la cantaleta interrogativa “¿dónde estabas cuando…?”.
Sería suficiente que el CONACYT se expresara al respecto con datos duros, dado que su directora general, DG, se ha dicho preocupada por la actividad humana y su impacto en el medioambiente, como con la biotecnología; podría haber salido al quite, pero tampoco para eso dan una.
De hecho, la DG del CONACYT está, a su vez, enfrascada en los enredos generados desde su oficina: La reserva de expedientes, por tres años, sobre el nombramiento en el CIDE, aun con orden judicial; la defensa de los indefendibles reglamentos sobre los cuáles han recibido la protección del estado personas afectadas, el SNI y mas; la desestimación de la solicitud en el caso del Fiscal General de la República como miembro del SNI y un larguísimo etcétera.
Tampoco SEMARNAT ha sido útil, es invisible.
El asunto sería simple si la obra cumpliera con la normatividad, la terquedad del ejecutivo federal entero muestra que no y que sólo el proceso del 10 de abril está en su interés.
Vamos por partes.
La Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, en materia de la protección medioambiental ha resultado en tratados internacionales que llevaron a México hacia implementar normas que exigen estudios para toda obra; con foco principal en aquellas de grandes magnitudes, sí, para eso también se usa la CTI en los países desarrollados, para derivar normatividad, de ahí algunos beneficios directos a la sociedad.
La norma ambiental impone, entre otros, se realice un Estudio de Línea Base Ambiental, ELBA, para conocer el estado en que se encuentran las interacciones medioambientales y las condiciones ecosistémicas dónde se realizará una obra o intervención.
Además, se requiere documentar la Manifiestación de Impacto Ambiental, MIA, en el cual se proyectan las afectaciones que la obra o intervención antropogénica tendrían al efectuarle.
Otro mas, imprescindible, como los dos anteriores, es el Estudio de Riesgo Ambiental, ERA.
Estos tres estudios son dictados por norma; por ejemplo, de acuerdo con el reglamento de la ley general de equilibrio ecológico y protección al ambiente, LGEEPA, el ERA es obligatorio, así como su aprobación por parte de SEMARNAT para que el proyecto pueda ser ejecutado, no tenerlo es punible.
No lo deben tener ya que nada se ha dicho para acallar las preocupaciones y, de hecho, en consecuencia, sólo se refuerza la opinión pública sobre el desdén del ejecutivo federal a la ley, a toda; reservan información que no tienen.
En los ELBA MIA ERA, la CTI ha apoyado a las sociedades preocupadas por los hechos para derivar estrategias de remediación del impacto por la obra o intervención humana; como, de ser el caso, la reducción de emisiones equivalentes de CO2, manejo de biota y otras.
Sirven para considerar al medioambiente y al ecosistema en la zona de afectación por la obra o intervención; no son para estorbar, sino para ejecutar obra de manera razonada y progresista, holística.
En el afán de controlar un discurso de politiquería electorera, Palacio Nacional ha perdido el control de la agenda y descompuesto el liderazgo político que ganó en las urnas.
Lo ganado en las urnas ha perdido en su propio discurso, en escaramuzas insulsas; entretanto la CTI está desperdiciada.