Diferencias entre un estúpido y un idiota
Dice Mario Vargas Llosa que nuestros tiempos son los del espectáculo; lo notorio mueve la atención y las emociones elementales, del espectador, no de la sociedad. Se hace espectáculo hasta de la tragedia. Tiene que ver con los medios y con la misma sociedad. Finalmente, se ofrece lo que se consume, no necesariamente lo que se necesita.
En días pasados mucho espacio se dedicó al contenido de la llamada privada ilegalmente grabada entre el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero y su cercano colaborador, Juan Ramos. Del contenido se hicieron inferencias que el fiscal refutó y que el fallo del día de ayer del Pleno de la Suprema Corte pone en su justa dimensión. Lo que más preocupaba -la supuesta influencia indebida del fiscal sobre los ministros- queda desmentida por la resolución. Prevalece el criterio profesional, imparcial y de estricto rigor entre los integrantes del Pleno. Podrá satisfacer a todos o no la posición; lo que importa y vale es la confiabilidad del supremo órgano constitucional.
Seguramente la polémica continuará y en algún momento el voto razonado del Pleno habrá de definir la controversia donde se dirimen valores superiores de una y otra parte. Mucha atención se ha dedicado a lo notorio, muy poca a lo importante: el espionaje telefónico del que fue objeto el responsable de la institución más relevante en la procuración de justicia. El asunto no debe trivializarse.