
Violencia se expande a Morelia; hay 3 vehículos incendiados
La política y la vida misma están plenas de dilemas. El miedo inmoviliza, también la indecisión. Es preciso tomar partido frente a disyuntivas, con frecuencia incómodas o que plantean igualmente inconvenientes y ventajas. Para muchos, lo más sencillo es el apego al dogma, esto es, renunciar a la reflexión, a la razón; otros, resuelven sin claridad de qué se quiere, cuida o defiende, hoy están en lado, mañana en el otro. La mayoría en la política opta por acomodarse a la circunstancia, con la esperanza de que el tiempo resuelva.
El pragmatismo es un componente, pero no debe ser determinante; necesarios son la claridad de rumbo y saber transigir inteligentemente con la realidad. Es importante, como el presidente López Obrador, tener sentido de causa. No es suficiente, requiere ser acompañada de razón y de prudencia para que el empeño por hacerla valer no se vuelva en contra. El combate a la corrupción no ha dado los resultados deseados porque no se advierte el valor de la ley, a grado tal que ponen en entredicho su autenticidad y comprometen su existencia.
Todavía es peor el proyecto por acabar con la pobreza, los programas sociales asistencialistas no son el camino, quizás válidos para una parte de la población, pero no para que las mayorías pobres superen su adversa circunstancia. Es de elemental sentido común; de qué sirve una ayuda económica si no hay empleo, si existe un deterioro severo del sistema de salud o del educativo, indispensables para la inclusión, el desarrollo social y la superación individual. El peor drama lo viven los más pobres, que aumentan cada día.
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