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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 9 de diciembre de 2018.- Este domingo más de mil peregrinos procedentes de diferentes puntos de ciudad y de comunidades aledañas, recorrieron a pie unos 10 kilómetros para visitar el Santuario del Desierto de Nuestra Señora de Guadalupe, para agradecerle por los milagros que les ha concedido y hacerle peticiones para el siguiente año.
De entre todas las peregrinaciones la que siempre ha destacado es la Obrera Guadalupana al Desierto, cuyos integrantes visitan el templo el domingo anterior a la celebración a la virgen y es además es una de las más antiguas, pues comenzó en 1945.
Las personas que llegan de la ciudad dejan sus coches en periférico poniente y caminan hasta el Santuario del Desierto. En el trayecto encuentran toman una desviación hacia la izquierda, donde se anuncia “camino al santuario del desierto”. Su caminata la realizan entre 45 minutos o poco más de una hora, según el paso de cada andarín y pasan los poblados Capulines y la Cruz.
Durante el trayecto algunas personas recuerdan y cuentan las anécdotas vividas en años anteriores; hay quienes en silencio y apartados de los grupos rezan el rosario. Otros más cantan himnos a la virgen, cuya peregrinación la encabeza un carro alegórico y adornado con los colores patrios: verde, blanco y rojo. Llevan la imagen de la virgen que tiene una magnitud aproximada de dos metros de alto por metro y medio de ancho.
En el atrio un grupo de danzantes, con sus atuendos e instrumentos prehispánicos, esperan la llegada de la venerada imagen, para dedicarle algunas danzas y rituales. Eso previo a la primera celebración litúrgica del día, que cada año oficia el obispo en turno; este domingo el arzobispo Jesús Carlos Cabrero Romero.
La misa se oficia en el atrio del templo para que toda la multitud logre escuchar y así evitar aglomeraciones en el interior; a medio día llega la primera caravana de jinetes, quienes cabalgan portando el estandarte de la virgen de Guadalupe.
Luego de la ceremonia religiosa los fieles devotos más jóvenes se pintan la insignia de la virgen de México en las mejillas antes de entrar al templo, para enseguida entrar, de la manera que puedan, a dejar sus reliquias: flores, veladoras, milagros.
Le agradecen a la virgen por permitirles estar un año ante su presencia y se retiran por una puerta lateral del templo.
Después de visitar a la guadalupana las familias aprovechan el domingo para convivir y disfrutar del oasis en el que se encuentra el templo, pues, aunque es árido y polvoso justo a un costado del templo pasa un riachuelo.
La fiesta se extiende más allá de la inmediación del templo, los aromas de la comida, carnitas, taquitos rojos, gorditas y más llegan directo al apetito de los cansados peregrinos, un poco más a la salida, el sentido de la vista se sacia cuando el vendedor sirve en el vaso el fresco pulque y el dulce colonche, bebida que surge a partir de la fermentación de la tuna del nopal de cardona.