Libros de ayer y hoy
Hugo Páez
No lo detuvo nada, ni el olvido, ni el rechazo del PRD, o el corrupto descrédito de algunos de sus cercanos.
Andrés Manuel López Obrador es un hombre de temple religioso, de los que anteponen la certeza moral sobre la jurídica, pero no como dicta la zalamería de Porfirio Muñoz Ledo que llegó al extremo de definirlo como iluminado o un cruzado de la causa de los hombres.
Lo invade la desconfianza, la naturaleza humana lo obligó a serlo, pocos se mantienen cercanos en su templo, una de ellas, Claudia Sheinbaum, el otro, salió de forma prematura seducido por las mieles del poder, César Yáñez, condenado al ostracismo… hasta nuevo aviso.
Los apóstoles saben lo terrible que es acompañar al iluminado. Recuerdo una reflexión del poeta español Antonio Gala: “Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra”, pero para eso es necesario bajar el estándar, dudo que lo haga.
Como prueba monástica, desde el lunes 3 de diciembre, Andrés Manuel somete a grupos de su gabinete al desvelo de una junta madrugadora antes de despuntar el alba, a las 6:00 a.m.
Según el meteorólogo, el lunes 3 de diciembre en la ciudad de México (GMT-6) amaneció a las 6:56 de la mañana, mañana será a las 6:55 horas, ganarán un minuto las caras de desvelo de Olga Sánchez Cordero, de Alejandro Gertz Manero y de Alfonso Durazo Montaño.
Los rostros del general Luis Crescencio Sandoval González y del almirante José Ojeda Durán reflejan la costumbre. En ellos la penitencia del iluminado, como dice Porfirio, no llegó a la mundana infamia del primer café a las 5 de la mañana para sacarlos del cielo de Morfeo, y llevarlos al infierno del Parte de Seguridad, donde el México real contabilizará, en pocas horas, las primeras cien muertes dolosas del sexenio.
“Desplegamos a 35 mil 745 elementos de las Policías Militar, Naval y Federal en 150 coordinaciones territoriales”, dijo López Obrador en la primera conferencia de prensa del sexenio este lunes, donde parte de las ‘víctimas’ de la nueva disciplina del asceta son los periodistas de la fuente.
Esa presunta muestra de rigorismo es parte del narcisismo demostrativo del poder que le funcionó en la Jefatura de Gobierno. En realidad es una simple costumbre que colisiona con la ‘mundana’ vida citadina de la mayoría de los políticos.
Andrés Manuel tiene razón al decir “Tengo las riendas del poder en las manos”. Hoy por la mañana, contra todos los que pronosticaron cordura a partir de la soez frase de Paco Ignacio Taibo II “Se las metimos doblada, camarada”, el plural implicaba a López Obrador quien se brincaba la ley al nombrarlo Encargado de Despacho del Gerente del Fondo de Cultura Económica.
Ese pronóstico de cordura hizo que el Senado, en especial la morenista Martha Lucía Micher -una mujer que tengo en altos valores-, presidenta de la Comisión para la Igualdad y Género, postergara sin calendario la modificación de la Ley Taibo.
Pero también esas “riendas del poder en las manos” (del iluminado, dixit Muñoz Ledo), le dieron la patente de corzo a Taibo II para estar sobre la decisión del Senado y del tsunami de opiniones avasalladoras en su contra, y tomar las riendas del Fondo de Cultura: “Por instrucciones del presidente López Obrador”.
¡Ilumínalo, por favor, faltan seis años..!
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