Diferencias entre un estúpido y un idiota
A diez días de tomar protesta en el Congreso de la Unión, con el brazo al frente, la mano rígida como punta de lanza, y la banda presidencial en el pecho, Andrés Manuel López Obrador deberá jurar: «Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen”.
A menos de dos semanas del acto republicano sexenal, el presidente electo promete una y otra vez que no cumplirá las leyes signadas en la Carta Magna, que no llevará ante la justicia a los corruptos, porque según su conveniencia, “no va a empantanar su gobierno persiguiendo a corruptos”.
¿Empantanar al gobierno por perseguir corruptos..?
Hay una pléyade de seguidores de López Obrador que toman su palabra como dogma de fe. Sin el menor análisis, la palabra muta en mandamiento y esa verdad infalible no se cuestiona.
Por qué podría empantanar a su gobierno que la Fiscalía General de la República, la Auditoría Superior de la Federación, y la Secretaría de la Función Pública, o quien tome sus funciones, hagan su trabajo.
En cuál de sus formas o mecanismos de investigación podrían ‘empantanar’, o interferir, con la operación del Poder Ejecutivo y de todas las disciplinas de su gabinete, inclusive el atareado Gabinete de Seguridad..?
El argumento del presidente electo en el homenaje a Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, es que hacerle justicia al pueblo de México mediante el llamado a cuentas de funcionarios corruptos, lo meterá en un terreno lodoso que le quitará tiempo y fuerzas para cumplir su proyecto de país.
A todas luces se trata del refrendo del Pacto de Impunidad con el gobierno saliente que le pavimentó el camino mediante la persecución a los opositores de la alianza Juntos Haremos Historia.
Y aún cuando la promesa puede ser motivo de alivio para los funcionarios del gobierno de Enrique Peña Nieto, la historia de incumplimientos de palabra de Andrés Manuel, y la impresionante negación de sus posturas, la más reciente en el programa Tercer Grado de Televisa, cuando le negó a Joaquín López Dóriga una y otra vez lo que dijo sobre la participación de las Fuerzas Armadas en el combate al crimen organizado en las calles, debe tener a los corruptos preocupados por la facilidad para desdecirse.
Lo digo en serio, habrá que atender la posibilidad de episodios de lagunas mentales en el presidente electo. Es preocupante la insistente negación a López Dóriga de eventos fácilmente comprobables mediante grabaciones de mensajes en video, en mítines y en conferencias de prensa, donde habló una y otra vez sobre la urgencia de regresar al Ejército y a la Marina a los cuartes “sacarlos de las calles”.
La otra posibilidad es un cuadro enfermizo de mitomanía, también preocupante en la persona que tendrá en sus manos el destino del país, aunque no descarto una posición de autoritarismo extremo que se arroga el derecho a hacer lo que se le pegue la gana, cimentado en los 30 millones de fieles que lo pusieron en un peligroso y perturbador pedestal de infalibilidad.
Frente a los íconos de la revolución, el lunes Andrés Manuel abrió las puertas del paraíso a los corruptos, esos que durante 18 años de virtual campaña no llegarían a su Olimpo, pero en el funcional empirismo de la toma del poder, ahora pasan por el ojo de una aguja, con más facilidad que un camello (Marcos 10:25).
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