
El legado de Pepe Mujica: un ejemplo de honestidad y congruencia
Autor: Oro
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Marzo de 2020: Para quienes vivimos ese mes jamás olvidaremos, el habernos enfrentado a un momento que solo se compararía con todos nuestros locos sueños plasmados en la fantasía o la ciencia ficción hasta ese momento. La llegada de una pandemia provocada por un virus conocido como el sars COVID 2 o COVID-19 y apodado en ese momento como coronavirus, cuando aún no nos explicaban que ese era solamente el nombre de familia de un grupo de virus cuya morfología se percibía en el microscopio como esferas rodeadas por pequeños filamentos parecidos a una corona. El incierto origen de este virus nos llevó a especulaciones y bromas al por mayor, todos buscábamos fuentes de certidumbre y veracidad para poder entender lo que estaba pasando.
Los primeros enfermos en México aparecieron alrededor del mes de febrero, y se fueron distribuyendo por la República mexicana escandalizándonos, cuando apenas se hablaban de tres o cuatro o 10 o 20 enfermos detectados al momento. Como en todo conteo los números siempre empezaban bajos.
Después, por obvias razones llegó el primer fallecimiento. A la par se empezaban a entender diferente causas, síntomas y tratamientos. El gran ejemplo de Italia sirvió para que todos comenzaron a tomar muy en serio lo que vivíamos. Luego vinieron España e Inglaterra. Tuvimos que aprender sobre la marcha.
En esas primeras etapas, en México apareció un rostro público frente a los medios Tradicionales y las redes sociales. Un doctor, el subsecretario de prevención y promoción de la salud Hugo López-Gatell Ramírez. Designado por el gabinete del presidente Andrés Manuel López Obrador, para ser el vocero y el estratega en esta guerra contra el microscópico enemigo.
Desde su designación comenzaron cuestionamientos tales como ¿Por qué sería el subsecretario y no el secretario de salud quien dirigiera estos esfuerzos de contención contra la pandemia? Pero aquellos que aprueban sin pensarlo cualquier decisión del presidente, aunado a aquellos que procuran que sus acciones sean aplaudidas a como dé lugar, recibieron con beneplácito y sin dudas la participación de este hombre, un profesionista que había trabajado en sexenios anteriores en el mismo ámbito de salud.
De imagen impecable, de personalidad adusta, pero asequible, de hablar fluido y con capacidad técnica para desenvolverse en el tema, buenas credenciales y seriedad suficiente para dar un refuerzo y refrescar la presencia gubernamental del ejecutivo nacional, en el mes de mayo del 2020 teníamos un timonel para enfrentar la pandemia que recibió aprobación pública y mediática. De pronto hubo una euforia por el susodicho doctor, cuya imagen empezó a plasmarse en mercancía apócrifa y en los memes respectivos de la redes sociales como un personaje que despertó una repentina adoración popular. Claro dentro del ridículo populismo que nos afecta como mexicanos y que es el aporte más significativo de Televisa y otros medios en los últimos años. Somos una fábrica masiva de ídolos de barro.
Y entonces se habló hasta de un posible presidenciable, imagínate un doctor de esa categoría dirigiendo los destinos del país si pudiéramos elegirlo.
Empezaba la pandemia a tomar fuerza, y los números empezaban a dejar de cuadrar, con incertidumbre los medios cuestionaban y el doctor de marras comenzaba a mostrar intolerancia, trataba de enfrentar con datos, estadísticas y conocimientos las molestas preguntas de los llamados medios fijáis, es decir cualquier reportero o periodista que le hiciera una pregunta difícil, se le daba el tratamiento que se merecen todos aquellos que osan cuestionar el divino mandato de su santidad y sus discípulos y ministros. Subido en un podio parecido al que tenía y tiene en las mañanas su majestad el Peje, Hugo López adquirió la mayor importancia que ha tenido algún miembro del gabinete de López Obrador. Ni Olga Sánchez Cordero, Marcel Ebrard o Alejandro Getz, y ya ni se diga el propio secretario de salud Alcocer, tuvieron la relevancia que adquirió el doctor delfín.
Pero en estos 15 meses en los que hemos visto desempeñarse a dicho personaje ha pasado por muchas etapas. Dejó de ser el funcionario ungido sobre el cual recaía los beneplácitos del rey y en el que pusimos toda nuestra fe, para que no salvará de este terrible apocalipsis, para convertirse en un cuestionable secuaz del mandatario. Y principalmente fue porque empezó a ceder, a permitir que sus conocimientos científicos y su criterio técnico estratégico fuera suplido por la ideología subjetiva y fantasiosa emanada del charlatán de palacio nacional. En primera por no querer contradecir al presidente, situación que, por supuesto, le hubiera truncado su carrera y posición recientemente adquirida. Se dio a la tarea de avalar los eventos masivos, el hecho de que el presidente desistiera de usar cubrebocas y quedarse callado cuando Andrés Manuel nos mostró sus estampitas de detente como una posible protección contra el coronavirus, y esto empezó a crearnos sonrisas nerviosas.
Con una motivación bien intencionada y correspondiente a lo que el pueblo necesitaba, es decir información, se crearon las conferencias vespertinas que parecían paralelas a las mañaneras del presidente. El equipo del sector salud encabezado por Hugo López-Gatell comenzaron a dar ruedas de prensa diarias en las que se pretendía dar la información suficiente para coordinar los esfuerzos de la sociedad con los de las autoridades, al mismo tiempo cumplimentando la necesidad de la población de estar informada.
Pero luego no solo se hizo maje ante las decisiones del Peje, que hoy sabemos fueron estúpidas y discordantes, sino que avaló completamente la conducta del presidente escupiéndonos un concepto por demás increíble y indigno de un profesional encargado de la salud pública en esta emergencia, el “escudo moral” del presidente, una protección milagrosa que lo eximía de la enfermedad haciéndolo un súper humano o personaje místico y legendario por decreto.
Y dicho traspiés podría haberse quedado en un error mediático buscando que el presidente se saliera con la suya, aprovechando que todavía Hugo tenía una alta credibilidad.
Pero empezaron las declaraciones sin sustento de datos reales ya hablando del avance en el combate a la pandemia. Sus pronósticos cuestionables, hoy concretamente sobre pasados, sus datos erróneos y que no corregía, el contraste de las estadísticas que planteaba contra los números que algunos investigadores comenzaron a presentar, la designación de los semáforos que comenzaron con un criterio objetivo y comenzaron a tornarse en estrategias políticas y comerciales. Al mismo tiempo la pandemia comenzaba a convertirse en una situación imposible ya de manejar, los hospitales comenzaron a saturarse, las deficiencias del sector salud comenzaron hacer notorias. Los médicos, enfermeras y el personal de salud en general empezaron a tener cuantiosas bajas.
Las conferencias se convirtieron en ritos rutinarios en los que se daba un 90 % de paja y cinco minutos de información cuestionable. Los periodistas ávidos de verdad y certeza informativa lo ponían contra la pared, puesto que su información la presentaba con carácter dogmático, incuestionable y basado en la deficiente red informativa del sector salud que lo nutría. Desde los primeros meses se comenzaban a contrastar los datos de Gatell con los de investigadores, y comenzaban a distanciarse ampliamente. En algún momento de su gestión en estos 15 meses aceptó la posibilidad de que esta información estuviera siendo una subestimación. Hoy que se presenta un número de contagios de 2.4 millones de personas y 230 mil muertes, se habla de una posible a cantidad real del triple de esos números por cuestiones pasadas por alto por los oficiales.
Y por último este monero no quiere dejar fuera del análisis ese par de momentos dignos de cualquier publicación de espectáculos y escándalos en los que la vida personal de este individuo, que tocó en su momento el estatus de sex symbol, al principio de su gestión emergente. Se le fotografío en un par de ocasiones disfrutando de su vida privada con una compañía romántica sobre la que los más ociosos hicieron algunas especulaciones chismosas, pero que más que nada levantó las cejas de todos al verlo felizmente paseando en sus momentos privados, pero en público sin cubrebocas o la distancia social tan cacareada. Lo que de lo dejo como mínimo con la misma calidad de irresponsable e hipócrita que el presidente.
Al final, en junio de 2021, se cancelan por fin sus conferencias con la justificación de que el momento de la pandemia ha cambiado y ya no son tan necesarias. Con un gesto de desagrado y aprobación los ciudadanos le damos la bendición y algunos, tal vez los más groseros simplemente lo despiden con un “si, si ya a la chingada“ porque su credibilidad, utilidad y la confianza que le otorgamos se han visto severamente reducidas, y también nos parece que lo han llevado a una y posición de comunicación francamente innecesaria.
Aunque sigue al mando de los esfuerzos contra el coronavirus, este momento no sirvió para hacer una reflexión sobre esta gestión. Claro se está haciendo con una crítica bastante mala leche, pero con lo que estamos viviendo, lo amerita. Y la seriedad de lo que estamos criticando, está respaldada nada más y nada menos por un número que tan solo resulta una fracción real y aun así da miedo: 230.000 muertos.
Adiós doctor Hugo López-Gatell, lo estaremos viendo menos pero jamás olvidaremos que usted fue el rostro de la ineficiencia y la ridiculez inhumana con que este gobierno manejó la guerra Biológica que casi perdimos.2 archivos adjuntos