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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 17 de abril 2021.- El calor primaveral de mediodía fue avasallador, oxigenarse era casi como inhalar fuego, apenas mitigado por los cubrebocas que se imponían en decenas de semblantes sobre Plaza de Armas, resistiendo sí, pero a una pandemia.
Treinta años atrás, el combate era contra el virus de la tiranía y opresión, fue en las mismas entrañas del Centro Histórico potosino, donde surgió una lucha encumbrada por el ímpetu imperioso de Salvador Nava Martínez, clamando junto a miles de rostros descubiertos por la democracia.
Esta vez fueron pocos, ocultos tras mascarillas roídas, paliacates, gafas, gorras y miradas oscurecidas por el espesor de las sombrillas -color “Cuarta Transformación”- (…) esperaban la llegada de su nieto, Xavier Nava, recién expulsado de la contienda electoral como candidato de Morena a la Alcaldía capitalina, que -al igual que su abuelo- quiere empoderar dos veces.
El campanazo de las 12 en lo alto de Catedral sonaba providencial, pudo anunciar el resurgimiento de otra lucha democrática por tierras potosinas, pero nadie se inmutó, los alaridos de vendedores ambulantes no cesaron, tampoco los reproches desde el megáfono, en un plantón de campesinos contra el Gobierno Estatal.
José no dejó de limpiar parsimoniosamente las botas Jeep que le entregaron momentos antes; frente a su silla de bolero desfilaron un par de jovencitas – “son empleadas del Nava”, dijo-, iban hacia el punto de convocatoria para engrosar el tumulto al presidente con licencia, y ahora candidato en el limbo.
Otros trabajadores, atisbaron desde dentro, murmuraban detrás de los balcones y ventanales, en lo alto del salón de Cabildo; “La Mafia” ponía ritmo con las notas de “Me estoy enamorando” (…) la otra, “la del poder” fue evocada en las primeras líneas discursivas del dolido candidato en vilo.
En 1991 sonaron los tambores de guerra, cuando el pueblo enardecido abogaba por su “Salvador”, por el mesías de la democracia; treinta años más tarde, la fricción de las matracas fue censurada apenas con la carraspera de un animador anunciando la llegada de Xavier al norte del jardín, flanqueado por sus inseparables rémoras.
El coro invertido del himno navista antecedió el discurso: “¡Nava sigue, la lucha vive!” …
Y el político camaleónico subió a la escalinata, enfundado en su ahora inseparable chaleco morenista, sudando a borbotones, extasiado y ansioso.
Al frente la cobertura periodística ocupaba dos filas, camarógrafos y reporteros mezclaron lentes, micrófonos y celulares entre las “V de la Victoria” que algunos asistentes intentaban exclamar en notas altas al grito de “¡presidente!”
Y de repente evocaba el discurso desgarrador de su abuelo sobre el atentado a la democracia, pero no, no fue como Salvador, arrasando en Plaza de los Fundadores; era más bien su alocución distorsionada en forma y fondo, por ese derecho que a veces da la sangre.
-“Hay que ganarle a los mafiosillos, la lucha por la democracia la hicimos los ciudadanos, vamos a ir a la justicia Federal porque en el Tribunal Estatal son escribanos de la mafia del poder”, evocaba las palabras del primer morenista del país, Andrés Manuel López Obrador, el Presidente que fue inspirado por Salvador Nava y emprendió un caminar de 48 días el 25 de noviembre de 1991, desde Tabasco hacia la Ciudad de México, acompañado varios kilómetros por el potosino.
El paletero hacía su agosto con el hielo de fresa, sin razonar el origen del cónclave, se abría paso con facilidad para refrescar gargantas. En ese punto, la del representante legal se quebraba: “fuimos víctimas de un ataque a la democracia”.
“¡Miedo! ¡Miedo! ¡Miedo!” era el chillido constante de sus seguidores, dando espalda al Palacio de Gobierno que Xavier ocupó dos años y 13 días, al que llegó arrasando el 1 de octubre de 2018 y que abandonó buscando ser Gobernador, el 14 de noviembre de 2020.
Seis décadas atrás tuvo el ejemplo, el liderazgo de Salvador Nava le alcanzaba para articular una estrategia parecida; cuando a finales de 1960 pidió licencia para postularse como Candidato a Gobernador de San Luis Potosí, a donde tampoco llegaría, pero cumplió su papel en la historia como el líder civilista que escribió entre dolor y silencio, el hartazgo del pueblo potosino.
Y Xavier lo hizo de nuevo, echó mano de su torrente sanguíneo para abanderar la causa del poder por el poder, intentando reescribir la historia, quizá sin dimensionar el alto costo que pagó su antepasado en esta lucha, la que aún es faro de dignidad y destella en el navismo genuino que sobrevive.
-“Provengo de una tradición civilista, y a partir de aquí les daremos a conocer las acciones a emprender, vamos a participar mañana en una Marcha por la Dignidad, a una resistencia civil pacífica, porque San Luis ya despertó y no vamos a permitir que pisoteen nuestra dignidad, entonces los esperamos mañana a las 5:30 de la tarde en el Centro de las Artes”.
Ya todos aplaudían en automático, chocando versos y porras, atoradas entre los dientes porque el astro rey ya afectaba la concentración.
El bullicio era amorfo, insultante a la memoria de una vida Republicana que Salvador Nava defendió con ahínco, apasionado y con dignidad ante monstruosos políticos como Carlos Salinas de Gortari, de quien incluso ganó admiración; Xavier pasó de patear la puerta de Palacio Nacional, a ser aliado de su máximo líder.
Convertido en El Salvador, el Doctor llamó a la Marcha por la Dignidad de San Luis, la que nunca fue y ahora intentan replicar.
La perorata duró apenas 24 minutos, y acabó con la promesa de comenzar una marcha que quedó en pausa; un par de trompetas no cesaron, dando el toque con notas arrabaleras al mediodía, así intentaban reescribir la historia de integridad magnánima del desaparecido Doctor Nava.
Al hombre de valor encumbrado que vio de frente al pueblo potosino, a miles de rostros descubiertos atiborrando la Plaza de Los Fundadores, ahí donde su legado aún hace eco en la memoria colectiva de México: “Señor Presidente Carlos Salinos de Gortari, escuche el silencio doloroso de mi pueblo”.
De ese tamaño era su fuerza moral, las palabras que estrujaban el alma, el susurro que daba voz a la indignación genuina de los descendientes huachichiles.
Su nieto partió de Plaza de Armas para marchar por una sinuosa ruta política; en la esquina quedó la estatua humana emulando al Señor de las Palomas, el joven artista había permanecido impávido durante toda la letanía.
Pero al final -sudoroso y enjaquecado- rompió el orden con una breve mueca de desconcierto; y es que su imitación fue casi perfecta, la de Xavier, pareció más bien (…) la antítesis de El Salvador.