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SAN CIRO DE ACOSTA, SLP., 21 de maro 2021.- Antonio B. Méndez Padrón, sancirense de nacimiento es uno de los mártires de la Guerra de los Cristeros, cuya historia ha sido redescubierta y difundida por el historiador local Edgardo Govea, quien compartió a través de un artículo esta parte no conocida del municipio y sus hijos célebres.
Su muerte es caso conocido que a través de los años, es recordado en Armadillo de los Infante, uno de los rincones potosinos donde se desarrolló la epopeya de La Cristiada, dijo el historiador.
Antonio B. Méndez Padrón nació el 17 de enero de 1887, en el rancho de El Soyatal, perteneciente a la Villa de San Ciro y realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de San Luis Potosí, protegido por el señor canónigo don Bernardino Nava.
Al concluirlos, el Ilustrísimo Sr. Obispo Don Ignacio Montes de Oca, le confirió el sacerdocio el 23 de noviembre de 1913.
Un año más tarde sufrió por primera vez la cárcel y enseguida el destierro, en 1914 radicó en Nicaragua y Estados Unidos.
A su regreso, ocupó sucesivamente los curatos de Iturbide (hoy Villa Hidalgo), Guadalcázar y Rioverde; por este tiempo conoció a don Miguel M. De la Mora, aún antes de que erigiera éste como V Obispo de San Luis Potosí.
El 28 de marzo de 1924, procedente de Rioverde, le fue asignada a Méndez la Parroquia de Santa Isabel de Armadillo, San Luis Potosí. A dos años de estar en ésta, se desató la cruenta persecución religiosa, producto de la política anticlerical del presidente de la República, Plutarco Elías Calles.
Sobrevino la clausura de templos por acuerdo del Venerable Episcopado, cierre que se llevó a cabo el 21 de julio de 1926.
El Padre Méndez, aún cerrado el templo, permaneció en su Parroquia atendiendo valiente y abnegadamente a sus fieles; celebraba el santo sacrificio a escondidas.
Así actuó durante varios meses, aprovechó una cueva natural al oriente del pueblo y la adaptó como capilla. Hoy se conoce a ese lugar como “La cueva Santa”.
En 1928 la persecución se encontraba en la etapa más álgida en San Luis Potosí y el padre Méndez se vio forzado a abandonar su Parroquia.
El día 25 de febrero de 1928, después de celebrar la misa, informó sobre su salida a su colaboradora Isidra Bear Jiménez.
El padre Méndez salió del pueblo a pie y al día siguiente llegó a la estación Ventura donde tomó el tren, vía Tampico. Debieron haberlo delatado; pues el hecho es que a los pocos minutos del viaje, a la altura de Estación Alonso, el jefe de la escolta lo declaró formalmente preso y se le condujo a la zona militar, al Cuartel 16 de Septiembre.
Estuvo preso durante largos 17 días, por creerlo coludido en la acción de los cristeros que habían librado un combate entre Armadillo y Tierranueva, en el que fueron aprehendidos, específicamente los campesinos cristeros de San Cayetano.
El gobierno lo inculpó como partícipe de la rebelión cristera y de oponerse a las leyes anticlericales. Al parecer nada de lo que le acusaban se pudo comprobar, pero se le condenó a morir fusilado en el panteón de El Saucito junto con cinco personas más: Donaciano Villanueva, Ángel Zamarrón, Juan Grimaldo, Rafael Montoya y Guillermo Velázquez.
Antes de enfrentarse al pelotón que lo asesinó, el señor cura escribió un recado a la señorita Bear: “Me despido de todos mis feligreses, suplicándoles que pidan por mi alma”, le dijo.
El Padre Méndez fue ejecutado el día martes 13 de marzo de 1928, a las seis de la tarde, y sepultado inmediatamente en una fosa de sexta clase.
Pasaron diez años de aquel martirio hasta abril de 1938 cuando una comisión de vecinos pidió la autorización para trasladar los restos del Padre Méndez a la Iglesia Parroquial de Armadillo, por ello, sus restos fueron exhumados en la mañana del día 1 de noviembre de 1938, colocados en una urna y fueron conducidos hasta Armadillo, donde reposan actualmente.