
El uso del pasado
Esta columna aborda cómo la Ciencia, Tecnología e Innovación, CTI, es capaz de resolver diversos problemas y por ello es necesario que las políticas públicas en la materia sean tomadas con mayor seriedad.
Una nota reciente abre, con excepción de aquellos con ojos obtusos, una clara señal de la guerra por el agua.
Ahora no es claro si esta guerra será económico-financiera como las tensiones al final del Siglo XX y el que corre.
El siglo XXI se ha destacado por las presiones y tensiones entre titanes por el dominio mediante CTI, mayormente en las pugnas por la tecnología IoT; por ejemplo, el ancho de banda relativo a 5G y superiores dadas las potenciales aplicaciones de intromisión hacia personas o naciones.
La información referida es que, según todo indica, se ha adelantado la realidad para considerar al vital líquido como un material en valor a futuro en casas de bolsa.
El agua empezará a cotizar en Wall Street y quizá de ahí se deriven tensiones mercantiles; que podrían detonar, como una primera aproximación, potenciales conflictos como que se acapare el líquido o se reabran negociaciones internacionales en tratados de intercambio de agua.
Quizá usted se pregunte de la relación de este asunto con CTI, me explico.
La CTI ha sido un pilar fundamental para diversas tecnologías en tratamiento, recuperación, reutilización y explotación de agua.
En tratamiento, las plantas de uso municipal e industrial con procesos fisicoquímicos y biotecnológicos permiten no sólo reutilizar sino, en adición, potabilizar agua para uso humano y pecuario.
Además, el tratamiento de efluente superficiales traerá mejoras medioambientales y ecológicas innegables.
De recuperación, la desalinización y procesamiento de agua oceánica abre, literalmente, un mar de oportunidades ante las dificultades que presenta el porvenir; permite el uso de agua marina para consumo humano y agropecuario.
Aunque los procesos son complicados hay diversas patentes en esto con liderazgo por países del medio-oriente; que por razones obvias hay desarrollado políticas públicas, pero aquí las bajas y Sonora son opción sin duda.
El impacto ambiental debe ser tomando en cuenta; ahí hay nichos de oportunidad para la CTI mexicana.
Sobre la reutilización y explotación de agua, aún hay preguntas abiertas en CTI desde las investigaciones en cuerpos vadosos, superficiales y mantos en subsuelo -tanto someros como profundos-.
En este sentido no sobra decir que la estrategia de la CFE para la generación de electricidad termoeléctrica; es un error de sostener la directriz.
Las termoeléctricas secan cuencas de agua, de estados e interestatales, por lo que omitir estos elementos en la reflexión y discusión redunda en absurdos argumentos, como los recientemente vertidos en el legislativo, respecto a que otras fuentes energéticas son más costosas: Un despropósito desde todo punto de vista.
Las inundaciones recurrentes, por aguas superficiales, en Tabasco son muestra de cómo se nos escapa capital que será cotizado en las bolsas del mundo, vaticinio de esta columna, además de la tragedia que representa para familias mexicanas y los costos de recuperación del desastre.
De tal manera, la CTI es fuente de soluciones en el tema; ahí debe enfocarse CONACYT y las políticas públicas federales, son de futuro y largo plazo, traerán beneficios derivados del conocimiento a la sociedad entera, pero eso implica abrir los ojos más allá del 2021 y 2024.
Una opción está en las entidades federativas.
Discusiones entre Durango o Tamaulipas con la federación por uso de agua superficial y entrega de agua a otros estados es vigente; así como en Jalisco con el Río Santiago (de contaminación tal que afecta diversos e importantes cuerpos de agua interestatal).
La presión podrá ser tal que no sólo habrá discusión de pacto fiscal, sino también en aguas; de tal relevancia como la seguridad alimentaria y la vida misma.
La guerra por agua será global, sin CTI nos destinamos a la pobreza sostenida por inacción del Estado mexicano.