Diferencias entre un estúpido y un idiota
Andrés Manuel tiene la habilidad de banalizar hasta los asuntos más serios.
El proyecto del Nuevo Aeropuerto acabó en vaudeville por una consulta ilegal e inconstitucional, aplicada del 25 al 28 de octubre a sólo una parte de la población.
El Tren Maya fue desvirtuado por el “va porque va”, “me canso ganso” y el “ya chole con la crítica”, elevado a capricho sexenal de 150 mil millones de pesos.
El proyecto en verdad me parece una excelente idea de infraestructura, pero caricaturizado por el voluntarismo del tabasqueño, sin explicar a detalle la factibilidad y el impacto en todos los sentidos: ambiental, económico y social.
No dudo de las bondades del tren, los detractores tratarán de alarmar con probables dificultades técnicas y con el siempre lucrable chantaje ecológico, funcional desde que Lao-Tse (600 a.c.) criticaba todo tipo de caminos hechos por el hombre, por transgredir el orden natural.
Pero la sorpresiva aparición del Tren Maya llegó con la sospecha de los proyectos icónicos sexenales del pasado, bajo el aura de esa megalomanía que privilegia proyectos gloriosos, más que imprescindibles o urgentes.
Los dos enredos innecesarios profundizan el desgaste de López Obrador y su equipo de transición a mes y medio de la toma de posesión. Un desgaste que debe desdeñar el presidente electo bajo el confeti, las marchas de la victoria en las plaza pública de los estados, y la lisonja de gobernadores propios y de oposición, en su peregrinar de agradecimiento y auto complacencia.
Sigo pensando que no se arriesgará al suicidio político con la eliminación del Nuevo Aeropuerto en Texcoco, menos ahora que las medias verdades de Javier Jiménez Espriú, en la interpretación del reporte de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) fueron vergonzosamente exhibidas, y por lo tanto conjurada la quimera de Santa Lucía.
En la imagen de los ridículos del día está la boleta ondeando al aire en manos del vocero Jesús Ramírez Cuevas en la conferencia de prensa donde se dieron a conocer las preguntas. Es la estampa del absurdo, del voluntarismo, del “va porque va”, y del “me canso ganso”, pero también de la sospecha por eludir la toma de decisiones en un tema de compromiso de campaña: echar abajo el proyecto de Texcoco.
No hay forma de salir victoriosos, la propagación del odio a los corporativos que participan en el proyecto original, la denostación a priori y las sospechas, sin pruebas, de corrupción en los contratos -no dudo que no las haya, simplemente no han presentado pruebas-, indica que el resultado será demoledor a favor de la primera opción que incluye a Santa Lucía, el aeropuerto actual y el de Toluca.
De favorecer a la segunda opción nadie lo va a creer, dirán que el presidente electo simplemente eludió su compromiso de tirar Texcoco, y que fabricó un montaje para responsabilizar al ‘pueblo sabio’ por escoger el proyecto original.
¿Es ilegal la consulta, el convocante y, por lo tanto el resultado..? los constitucionalistas dicen que sí es ilegal, que esta debió ser formulada por el Congreso, convocada por el presidente en turno -en este caso Enrique Peña Nieto- y que un partido como Morena y una asociación civil como el Instituto Rosenblueth no puede dar resultados, o participar.
En la Cuarta Transformación el dogma está por encima del Estado de Derecho. Abróchese los cinturones que ahí viene el 1 de diciembre.
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