Trump, ¡uy que miedo!
«La tolerancia es el secreto de la convivencia, la condescendencia indulgente, el respeto de opiniones, credos, ideologías políticas y comportamientos diversos, incluso antagónicos a los propios». Con estas palabras se expresó el padre Peñalosa, como todos los potosinos lo conocíamos, al recibir del Gobernador del Estado, por decisión de los Legisladores, la Presea al Mérito Plan de San Luis.
Joaquín Antonio Peñalosa Santillán era un buen hombre, nacido en San Luis Potosí. Como sacerdote y cristiano devoto, creía que “…el pan de cada día no es mío, sino nuestro, y que el nombre de cualquier persona es hermano.”.
No hace mucho, cuando el facilitador de un curso nos pidió que escribiéramos sobre una persona inspiradora en nuestras vidas, recordé a mi antiguo profesor y amigo, porque él dejó una huella en mi vida.
Tuve la fortuna de ser su alumno en las clases de apreciación literaria en el edificio de las Cajas Reales, donde era la división de extensión universitaria de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Sus clases eran realmente amenas, llenas de sabiduría, de literatura, de imágenes históricas y de conceptos que deleitaban el alma.
Al recibir aquella medalla de oro Plan de San Luis, máxima distinción que otorga el Congreso en local, expresó: «Creo en el sol, aunque no brille. Creo en la necesidad de convertir a los opresores antes que satisfacer a los oprimidos. Creo en la esperanza de una Patria, nueva y grande, a condición de que sus hijos no tengan la voluntad ni las manos en vacaciones. Creo que la paz es fruto de la justicia. Creo en el amor solidario, porque el amor es la única carta que llega a su destino, aunque lleve la dirección equivocada.».
Coincido con Emanuel Carballo que expresó «fue uno de los pocos humanistas que existieron en el siglo XX». El padre Peñalosa era párroco de la clase trabajadora. Fundó orfanatos, como el Hogar del Niño.
Además de sus funciones como sacerdote, fue biógrafo de personajes ilustres. Por ejemplo, Francisco González Bocanegra, autor del Himno Nacional Mexicano. De hecho, es el más grande biógrafo de ese bardo potosino, porque para obtener el doctorado en letras, Monseñor Peñalosa publicó un libro sobre el Himno Nacional Mexicano comparándolo con el resto de himnos hispanoamericanos. Como tesis sostuvo que haría un análisis desapasionado de los himnos, pero al concluir sostuvo que el Himno Nacional Mexicano sólo tenía un émulo en el mundo: en La Marsellesa. Ante tal afirmación, una de sus sinodales de tesis, la Maestra Gabriela Mistral –quien obtuvo el Nobel de Literatura- le externó la contradicción entre la tesis que Peñalosa sostuvo al inicio de su libro y la conclusión final. El padre Peñalosa me contó que le contestó “Y ¿Acaso no hubiera Usted hecho lo mismo, maestra?”. El epílogo de esta anécdota es que Peñalosa obtuvo el grado académico de Doctor en Letras, para luego publicar cuatro robustos volúmenes sobre la vida y la obra de González Bocanegra.
Además, Joaquín Antonio Peñalosa fue poeta y ensayista. Escribió más de tres mil artículos en diversas revistas y periódicos. Le encantaba escribir buenos libros con contenido ciertamente académico, pero otros con sensibilidad y compasión, e incluso con humor. Recomiendo uno de mis favoritos: Vida, pasión y muerte del mexicano.
Otro escrito suyo que me encanta es «Entrevista con Dios», por lo que me gustaría compartir estas líneas:
“Señor: ¿Cuál es el pecado por el que sientes mayor aversión?
No hay pecado por el cual no sienta sino una indulgencia infinita – Él respondió-.
Luego frunció el ceño y dijo:
– Solo hay un pecado para el que reservo toda mi ira.
– ¿Cuál es ese, Señor?
– El de aquél que roba al pobre.
Un rayo cruzó su mirada. Y me asustó.”.
Espero que estas líneas nos sirvan de inspiración para leer la obra literaria de Joaquín Antonio Peñalosa, un hombre espiritual, sabio y bueno. Al cual, tuve la fortuna de llamar amigo.