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SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 22 de noviembre 2020.- Te recuerdo angustiada, siempre con lágrimas en los ojos y los nudillos de los dedos casi lisos de tanto sobarlos, jamás lo dijiste, pero entiendo perfectamente que era por nosotros y por la enfermedad del cáncer que te estaba matando desde que te conocí. Pero había en tu semblante y en tu actitud algo especial, una preocupación que tus ojos me transmitían cada vez que tomabas mis mejillas con tus manos, clavando tu mirada en la mía. Quizás, tu preocupación por mi indefinición, quizás sabías qué me deparaba el futuro. Ese día tus manos dejaron de acariciarme y tus ojos no volvieron a mirarme; a María la madre de mi vida se la llevó el maldito cáncer, maldita enfermedad. Debo ser sincera contigo María, en ese momento no me doliste tanto como me dueles hoy…
Me apodan La Güera tengo 22 años y soy originaria de San Luis de la Paz, Guanajuato. Me llamo María de la Luz Miroslava Cardona y no valgo un comino ya que por estúpida, y ambiciosa, seguí el camino equivocado. Me importaron madres mis hijos, y mi hija. Seguí el camino equivocado, y todo por sentirme muy chingona. Pero todo tiene un porqué, una raíz, y ésta es más simple de lo que te imaginas. En estas líneas te contaré un poco de mi vida y les voy a explicar porque me encuentro en prisión.
Desde que recuerdo he fui una niña mimada y consentida por mi madre que en paz descanse, lamentablemente ella murió cuando yo tenía apenas 9 años, y ahí precisamente, es donde se encuentra la raíz de toda esta tragedia pues soy la más chica de mis hermanas y hermanos y en el momento de su muerte, todos estaban casados haciendo su vida. Solo yo quedaría bajo la tutela de mi padre. Siempre fui una niña a la que todo se le daba, era la consentida del mundo por ser la más pequeña de todos mis hermanos hasta que de pronto, todos empezaron a casarse y hacer sus vidas. Cuando mi madre falleció me quedé sola con mi hermano ciego y con mi papá, aquí es donde comenzó todo lo malo.
Mi padre vendió la casa en la que vivíamos y mi hermano se fue a vivir a la casa de una tía. Yo me quedé sola porque mi papá se fue a trabajar a los Estados Unidos. Unos meses después regresó y me llevó a vivir con él pero yo había perdido un año en la escuela, entonces no tenía nada que hacer más que acompañarlo a “trabajar” como él decía. Andábamos en los billares, en las cantinas, todos los días; yo no entraba, solo él, pero entraba y salía, lo cual hacía que me pareciese extraño su trabajo. Hasta que un día mientras estábamos en casa tocaron a la puerta y papá me dijo “Ve tu Mija, y dale esta bolsita al señor que está tocando, él te va a entregar 200 pesos”. Yo no sabía lo que hacía pues era muy pequeña para entenderlo, pero al paso del tiempo conociendo a sus amistades y todo lo que hacíamos, entendí que mi padre hacía de mí una vendedora de cocaína, igual que él. Entonces me di cuenta de que me gustaba el dinero y que eso me engrandecía que me hacía sentir poderosa. El simple hecho de que él me dijera que yo “era una chingona” me hacía subir al cielo. Así seguí viviendo hasta que cumplí los 15 años nunca caí en ninguna cárcel, la gente me veía bien, nadie dudaba de mí. No imaginaban que era una delincuente, aunque algunas personas sabían que consumía no sabían que la vendía. ¡A Puños!, se podría decir aún más ¡por kilos!
Unos meses más tarde la policía ministerial capturó a mi papá por delitos contra la salud, mi padre vendía por puños. De este modo tuve que irme a vivir con una hermana mayor quien aprovechó la situación para adoptarme. Sentí entonces que era una bendición del cielo pero no fue así, yo tenía 15 años y mi hermana me llevaba a las cantinas a tomar para que le pagaran por mí como fichera. Luego llegó el momento en el que quiso prostituirme pero no lo logró, no pudo porque no me dejé y salimos de pleito, entonces me llevó con un hombre mayor para vender mi virginidad por la fuerza, gracias a Dios él era noble y le dio los mil pesos a mi hermana, cantidad que le pidió a cambio de mí. Afortunadamente ese hombre al que en un principio llegué a odiar tanto no me tocó ni un pelo durante el corto tiempo que estuve con él, hasta le llegué a tomar cariño, pues en él veía al padre que siempre me hizo falta. Se llamaba Elías y a toda la gente le decía que era mi papá, pero unos meses después llegó mi hermano Joaquín de Estados Unidos, situación que coincidió con la salida de mi padre de la cárcel, entonces nos fuimos a vivir los tres juntos y aunque sabían que era la única mujer siempre me trataron como si fuera un varón. Pese a todo, mi padre siguió haciendo de las suyas y nosotros simplemente seguíamos su ejemplo, no sabíamos otra cosa, no teníamos otro referente.
Me convertí en una mujer rebelde, nadie me decía nada, no tenía gobierno, nadie me orientaba ni me aconsejaba para decirme si lo que hacía estaba bien o mal, conocí las drogas y me gustaron, empecé a ser adicta a tal grado de perderme como estúpida, hasta que en una de esas un sujeto abusó sexualmente de mí y me violó, es el dolor más grande de mi vida; aquella violación aberrante me convirtió en una mujer fría y rencorosa hacia todas las personas, los odiaba a todos.
Quedé embarazada de aquel depredador, mil veces pensé en abortar; me odiaba a mí misma de hecho mis amistades me decían que era lo mejor ¿Cómo podría tener el hijo de un desconocido?, ¿Cómo podría tener el hijo de un violador? Pero algo paso por mi mente y por mi corazón y contuve mi rabia y medité “también es mío, es mi carne, mi sangre y está creciendo dentro de mí”. Entonces decidí tenerlo, toda el mundo me juzgaba pero a mi me valía pura chingada, ya que ellos no me ayudarían a mantenerlo y sinceramente yo comencé a querer a esa barriguita que cada día crecía más hasta que nació mi pequeño, situación que me ayudó mucho a reordenar mi vida y dedicarme a él en cuerpo y alma.
Tratando de emparejar mi vida viví a plenitud mi maternidad, creo que estos eventos son los que más alegrías me han dejado. Si me preguntan por los momentos más felices de mi vida, puedo responder con seguridad, que fue el nacimiento de mi hijo Edwin Alexandro. A pesar de estar sola en el hospital, verlo por primera vez fue inolvidable, no podía creer lo que veía, aunque estaba todo arrugadito y feo, era de carne y hueso, era sangre de mi sangre, no lo podía creer fue fantástico, era un 2 de marzo de 2012.
Pasó el tiempo y volví a las andadas, así conocí a José Manuel, el hombre del que me enamoré y del que luego me embaracé; en el año 2014 tuve una hermosa nena entonces yo estaba muy feliz. El 21 de febrero cuando nació mi gorda yo estaba muy espantada, sabía lo que dolía, pero cuando la vi salir a través de un video, fue algo inexplicable ver en vivo nacer a una hija tuya, y más porque ahora se trataba de una niña; ya tenía el niño, eran mi parejita. Ilusionada porque era niña le compré mucha ropita y peinetitas, tenía cuatro días y la peinaba sus tres pelos. En conclusión les amo a los dos por igual, porque juntos me dieron los días y los años más felices de mi vida, hasta la fecha son unos amores mi Emily Powlette, y Edwin Alexander. Es cierto son lo mejor que me ha pasado, pero nunca por mi mente paso que yo tenía que educarlos, o que tipo de educación les tenía que dar, lamentablemente lo único que yo había aprendido en la vida y lo único que sabía hacer era delinquir. Hoy son pequeños y espero recuperarme a tiempo para verlos crecer y ver que nunca lleguen a un penal como en el que me encuentro yo ahora.
Ahora tenía una familia, mi propia familia con una pareja que me quería y que sin pretexto alguno le había dado su apellido a mí hijo, pero resultó lo mismo ya que yo no tenía ni donde caerme muerta y él no trabajaba, mis problemas económicos cada vez se hacían más grandes ya que uno de mis hermanos con el que me quedé a vivir, enfermó de cáncer y los medicamentos eran muy costosos. Vivir con él fue un dolor muy grande, ya que yo cargué con su enfermedad le atendía en su alimentación, le ayudaba a moverse y lo llevaba a las quimioterapias, el 26 de marzo de 2015 falleció en mis brazos mientras intentaba reanimarlo. Recuerdo que sus últimas palabras me dejaron una marca en el corazón: “Cuida a tus hijos Mija”, y lo hice mientras pude. Ahora él debe comprender que por el momento no puedo cuidarlos pero que los quiero y los extraño, al igual que a él y a mi mamá.
Ahora estoy aquí por estúpida y ambiciosa, mi medio hermano y yo siempre estuvimos juntos en las buenas y en las malas, aunque fueron más malas que buenas. Vendíamos droga trabajando para mi papá y mi tío, hasta hace poco cambiamos de bando pues nos invitaron a trabajar para un cártel; una organización de mucho poder y preferimos el maldito poder por sobre todas las cosas, nos dedicábamos a vender drogas, a robar, matar, destazar y demás.
Una noche como cualquier otra me habló mi hermano y dijo que fuera a su casa; yo estaba en mi casa con El Camas -así le decían al chavo que me cuidaba y me ayudaba e muchas cosas-, habíamos cenado hamburguesas luego me metí a bañar y llamé al servicio de taxis para que fueran por mí. No había taxis disponibles así que me puse la pijama y le dije a El Camas –No iré quiero dormir, ni siquiera fumaré cristal, a lo que respondió;
-¡Qué bonito se escuchó eso, Señora!
Entonces me acosté y me perdí en el sueño, tenía muchas noches sin dormir y desperté hasta el día siguiente a las siete de la mañana, El Camas estaba desayunando y me preguntó si quería pero mi sueño era más fuerte que mi hambre, así que continué dormida hasta las nueve de la mañana, en ese momento llegó el guarura de mi hermano y me despertó diciéndome que me hablaba mi hermano pero no me importó y seguí durmiendo. Más tarde llegó mi hermano y me levantó a la fuerza y muy enojado gritándome que le encabronaba que no le contestara las llamadas, -¿Quién te estas creyendo?, seguía gritando y bla bla bla. Me levanté y pregunté ¿qué pasaba? pero no me respondió solo me dio dinero y me ordenó que le trajera un jugo y le sirviera de desayunar. En eso estaba cuando llegó a la casa otro tipo que llevaba refrescos y comida, nos sentamos todos en el comedor para almorzar. De pronto, entró una llamada a mi celular, era El Mayor, quería que lo acompañara a ver a unas personas y acepté, me cambié de ropa, me pinté la cara y me senté a esperarlo, seguía con sueño pero ya no quería fumar cristal y no lo hice por el momento, cuando llegó el Mayor mi hermano y su guarura se fueron a arreglar la camioneta de mi hermano, que andaba fallando, así que solo se quedó El Camas en la casa solo hasta que regresamos El Mayor y yo de hacer el trabajo y lo mandamos a la calle para estar solos, yo tenía mi novio (q.e.p.d) y la idea del Mayor era tener relaciones conmigo pero no acepté y se molestó y de inmediato se retiró. Me quedé pensativa por haberlo rechazarlo pero a la vez me sentí bien porque yo no quería tener sexo con él. Me tiré en el sillón, me fumé un cigarro y bebí una cerveza, en seguida entró mi novio al que le decían el Toro, venía molesto, como si imaginara que me había cogido al Mayor, pero no pudimos hablar largamente porque mi hermano regresó en compañía. Ellos no se llevaban bien, y Toro tuvo que irse de la casa y fue la última vez que lo vi.
Yo seguía con sueño, así que regresé a la cama mientras aquel par regresaba al asunto de la camioneta. Me quedé dormida hasta el atardecer cuando llegó mi hermano gritándome que era una pinche floja que solo quería estar acostada; yo le respondía que prefería estar dormida a fumar cristal, y él me contestaba –“Te haces pendeja, sí estás fumando”. En seguida me preguntó por el Camas, cuando le dije que no estaba se molestó más porque decía que yo no debía estar sola, luego nos subimos a la camioneta para hacerle un encargo al Mayor pero la camioneta no encendía, algo nos decía que esa noche no debíamos salir, pero no hicimos caso y la hicimos que arrancara, fuimos por el guarura de mi hermano, pero al tomar camino una llanta comenzó a fallar y tuvimos que regresarnos al taller con el mecánico para reclamarle y pedirle que la volviera a instalar, recuerdo que mi hermano le gritaba como loco:
-¿Quieres que me mate pendejo? ¿Por qué pinches la dejaste así?- y lo agarró a patadas hasta que la dejó como debía, en seguida nos fuimos a cargar gasolina y pasamos por unos tacos para cenar en el camino, hicimos parada en el entronque de San Luis de la Paz para cambiar las llantas de la camioneta, ahí cenamos unos tacos y unas chelas, traíamos una pipa de agua con manguera así que mi hermano se la pasó pegado a las mangueras y manejando hasta llegar a San Luis Potosí. Aquí fue donde empezó todo, llegamos cerca de las tres de la mañana y comenzamos a ver los carros que podríamos robar pero no podíamos abrirlos, y aquellos que logramos abrir tenían bastón o tenían batería; estábamos desesperados y molestos, entonces nos fuimos a la casa de la hermana del guarura que vive aquí en San Luis Potosí, nos tomamos un café y salimos a seguir buscando, pero empezaba a amanecer y ya no podíamos robar entonces mi hermano dijo:
-¡Mejor vámonos esto no se va hacer!
En seguida enojada dije:
-¡No nos vamos a ir con las manos vacías!
-¿Qué sugieres? Preguntaron.
-Es la hora en que la gente va a la escuela, agarremos un carro de los que van a dejar a los niños a los colegios (obviamente carros buenos).
Empezamos a darle pero mucha gente comenzó darse cuenta, así que llamaron a la policía diciendo que tal camioneta se veía sospechosa y decidimos cambiar de colonia, llegamos a una zona sola y tranquila, me bajé de la camioneta y les dije que se fueran que yo me encargaba de llevarme algo de ahí. En eso estaba cuando vi un carro Jetta morado y que me le pego, logré abrirlo, encenderlo y… ¡Vámonos! Vi a lo lejos la camioneta de mi hermano y para mostrarme ser mejor que ellos les pasé por un lado con mi coche robado, cagada de la risa, me siguieron y enfilé hacia la zona Industrial, ahí dejamos el carro un rato por si traía GPS, con la idea de regresar más tarde por él, pero como dije, la ambición es mala, mientras esperábamos la reacción tomamos la decisión de ir por otro carro pero esta vez lo obtuvimos a través de un robo a mano armada, lo planeamos todo y logramos obtenerlo con éxito, veníamos contentos cada quien en un carro. Les pedí que se adelantaran porque era tarde y el Mayor nos estaba esperando y yo quería sorprenderlo con los vehículos que llevábamos, quería demostrarle que yo valía por mi trabajo, no por mi cuerpo; en eso iba cuando de pronto veo que me sigue una patrulla, le pise al acelerador y comencé a llamar para que ellos corrieran y no lograran atraparlos, la patrulla pidió refuerzos ya que no podían darme alcance, en la huida me interné en el monte sobre la carretera, las patrullas seguían tras de mí, logré cruzar el monte hasta salir a la carretera hasta que, ¡oh sorpresa! me estaba esperando otra patrulla, no me quedo otra más que detener el vehículo, le puse seguro a la puerta, escondí mi arma, y entre mi ropa íntima escondí el dinero y la droga que llevaba, los agentes abrieron la puerta del lado del conductor y salí corriendo por la del copiloto agarrando por el monte, sobre la marcha me deshice de la droga y de otras cosas que podían comprometerme, de pronto salió un carro negro mientras yo seguía corriendo, iba cansadísima así que no le puse mucha atención hasta que lo tenía frente a mí, de la patrulla descendieron cuatro policías que me esposaron, me metieron mis cachetadas y me subieron a una patrulla que venía con ellos, les ofrecí dinero y cuerpo pero los ojetes no quisieron, entonces marqué el celular y lo dejé en línea para que mis compañeros supieran que me habían agarrado y para que, en lo que aquellos policías pasaban el reporte tuvieran oportunidad de huir.
A bordo de la unidad me deshice de un par de pipas de cristal que llevaba en el sosten y la escondí dentro de la base que soporta el cinturón de seguridad, al llegar a las oficinas de la Policía me llevaron con una mujer para que me revisara pero no encontró nada, y me volvieron a subir a la misma patrulla, entonces aproveché para recuperar mis pipas, me encerraron durante 48 horas y yo bien a gusto fumando cristal.
Cuando salí al bajar las escaleras que dan a la calle de Xóchitl, según yo me sentía bien chingona porque había salido libre pues no existía una demanda de robo por el carro en el que me atraparon, sin embargo una vieja me regresa detenida “por secuestro exprés agravado, y robo calificado”. Sin darme más información, ni pauta para hacer otro movimiento, me trasladaron aquí al penal de La Pila.
Por el momento estoy en desahogo de pruebas, me dieron tres meses que fueron los que pidió el Ministerio Público pero no hay más pruebas en mi contra, solo la persona que me señala llamada Susana Aguilar Veras -“pinche perra mal parida”- yo ni la conozco. Durante el tiempo que he estado aquí he perdido a muchas personas, entre ellas a mi novio el Toro y esa tipa como si nada, pero existe el karma y ya pagará ella por sus pendejadas. Yo solo confío en que todo saldrá bien para irme pronto, pero no a mi pueblo, sino lejos, con mis hijos, a comenzar una nueva vida.
Hacía frío, o al menos mi cuerpo de tan solo nueve años así se sentía, tu muerte no dolía como ahora que a mis 22 años vuelvo la vista atrás y veo el transcurrir que ha llevado mi vida, la veo tan oscura que pienso sin remedio, lo sé, pudo haber sido diferente sí tú no te hubieras ido mamá. Si te hubieras quedado conmigo en todo momento de mi vida, nada de esto habría sucedido, porque me habrías cubierto entre tus faldas, me hubieras abrazado entre tus largos brazos y tus ojos no se habrían desprendido de mí, seguro que sí. Todo habría sido diferente, quizás, en ese momento del velorio alguien se habría preguntado por el futuro ¿qué sería de mí? pero tú ya no estabas, y nadie preguntó. De pie junto al féretro de mi madre comenzó mi vida solitaria, el comienzo del camino que me trajo a este penal de La Pila por impulso, por rabia, por locura, por no tener quien me jalara las orejas, o, porque simplemente, no hubo quien me inscribiera en la escuela, ¡Qué sé yo !
Tengo 22 años de edad y estoy aquí por secuestro exprés agravado y robo calificado. Mientras tanto mantengo la calma y soy entusiasta, tengo fe en mi licenciado, voy a volver aunque el mundo se encuentre al revés yo mantendré una sonrisa, y todo porque sé muy bien que las cosas van a cambiar un día, para bien.
(Historia del libro Cautivas, con el permiso de la coordinadora del mismo, Marcela García Vázquez)