Diferencias entre un estúpido y un idiota
Por ejemplo, al mover el salón de clases a la residencia de cada uno de nuestros estudiantes, nos hemos encontrado con nuevos actores. De un día al otro, padres, madres, hermanos, y mascotas entraron a nuestras sesiones, en algunas ocasiones de manera activa. Esta interferencia puede ser bastante positiva. Un dicho africano afirma que se necesita todo un pueblo para la crianza de un niño. Cuestionemos porqué hemos limitado el proceso de enseñanza a unas pocas personas, cuando quizá podemos más bien enseñarlos a reunir un conjunto de maestros y maestras a quien acceder con sus dudas e inquietudes.
¿Qué pasaría si cada alumno y alumna tuviera su propio conjunto de profesores y profesoras, formales o informales, contratados o voluntarios, constantes o esporádicos?
En realidad, es difícil imaginar que volveremos a la presencialidad sin un grado importante de virtualidad. Estudiantes y profesores reconocen las limitantes del modelo virtual en la misma medida en que observan sus bondades. Por ejemplo, nunca se ha producido y puesto a disposición de los alumnos tanto material de contenido académico. El mismo puede ser revisado de manera asincrónica una y otra vez, respetando el tiempo de cada joven. De igual manera, expertos de talla mundial están a una llamada de distancia por Zoom. El reto que nos enfrentamos es analizar lo vivido en estos últimos meses y mantener las mejores prácticas. La creatividad, iniciativa, y dedicación de nuestros docentes y estudiantes han permitido no solo seguir adelante, sino también sembrar la semilla de una revolución educativa.