
Los niños que fuimos
Los retos de la paz y la seguridad internacionales se rigen, hoy, por dos cambios fundamentales que se han generado en las últimas décadas.
El primer cambio se relaciona con el hecho de que los actores en los conflictos se han multiplicado. Ya no se trata solamente de países en conflicto, sino de grupos terroristas, guerrillas y, en el caso de nuestro país, ladrones de hidrocarburos. Hablamos de entidades no estatales que generan guerras o conflictos armados.
En segundo lugar, existe una mayor comprensión de la inseguridad. Desde 2004 el informe del Panel del Alto Nivel del Secretario General sobre Amenazas, desafíos y Cambio hizo notar la relación fundamental entre medio ambiente, la seguridad y el desarrollo social y económico en la búsqueda de la paz en el mundo en este siglo.
En 2007, un debate histórico en el Consejo de Seguridad de la ONU reconoció que «las misiones de la ONU y las operaciones de mantenimiento de la paz desplegadas en países en conflicto armado, dotadas con recursos, podrían desempeñar un papel en la asistencia a los gobiernos, con pleno respeto a su soberanía sobre sus recursos naturales, para evitar que la explotación ilegal de estos recursos alimente el conflicto».
Los factores ambientales rara vez, o nunca, son la única causa de un conflicto violento. Sin embargo, la explotación de los recursos naturales y las tensiones ambientales asociadas pueden estar involucradas en todas las fases del ciclo del conflicto, ya sea que contribuyan al estallido y perpetuación de la violencia o comprometan las perspectivas de paz.
El acceso y el flujo de agua, la degradación de los suelos, las inundaciones y la contaminación, además de la competencia por los recursos extractivos, pueden exacerbar directamente las tensiones y provocar el estallido de conflictos. Este es el caso de los problemas de agotamiento de recursos como la deforestación, la erosión del suelo y la desertificación.
Esta evolución del panorama de seguridad requiere una transformación en la forma en que la comunidad internacional se involucra en la gestión de conflictos. Desde la prevención y la alerta temprana hasta el establecimiento de la paz, su mantenimiento y consolidación. El papel potencial de los recursos naturales y el medio ambiente debe considerarse desde el principio.
Desde 1999, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha realizado más de veinte evaluaciones posconflicto para determinar los impactos ambientales de la guerra. El PNUMA también ayudó a identificar las lagunas y debilidades del derecho internacional que protegen el medio ambiente durante la guerra y los conflictos armados.
Mediante resoluciones aprobadas en las Asambleas de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente en 2016 y 2017, los Estados Miembros han demostrado su reconocimiento de la necesidad de mejorar la protección del medio ambiente en tiempos de conflicto armado.
Es de celebrar, en particular, la adopción por parte de la Comisión de Derecho Internacional el 8 de julio de 2019 de 28 proyectos de principios legales destinados a examinar las causas y consecuencias de las guerras y los conflictos armados en el medio ambiente.
Sin embargo, si se quieren alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, debe actuarse con mayor urgencia y coherencia para reducir las amenazas que los conflictos armados representan para nuestro medio ambiente y, en última instancia, para nuestra salud y medios de vida.
Hoy, 6 de noviembre, en este Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en Tiempo de Guerra y Conflicto Armado, solo existe un camino a seguir: fortalecer nuestra ambición de proteger nuestro planeta, incluso en los escenarios más severos, difíciles y complejos.