Oposición no regatea la unidad nacional ante llegada de Trump
Tenemos que hablar…sobre todo porque las últimas semanas la virtual extinción de 109 fideicomisos públicos sin estructura ha llamado poderosamente la atención de la opinión pública, sobre todo porque dichos fideicomisos tienen como objetivo atender requerimientos de la sociedad, tan variados como derechos humanos, desastres naturales, cine, deportes…pero sobre todo ciencia y tecnología.
Creo que bastante se ha discutido y comentado ya sobre diversos elementos que nos deberían hacer reflexionar en la no conveniencia de extinguir los fideicomisos, particularmente los relacionados con ciencia y tecnología. Bajo ese punto de vista creo que ya poco se puede abonar al respecto, pero lo que no ha sido abordado lo suficiente son las razones por las cuales los fideicomisos surgieron como parte de una estrategia pertinente para el fomento de la ciencia y tecnología nacional; veamos algunos de ellos.
Por su naturaleza, la investigación científica-tecnológica requiere de dos flexibilidades: tiempo y recursos. Así, desde las ciencias sociales hasta las ciencias de frontera requieren realizar investigaciones cuya maduración se da en plazos superiores a un año. Este elemento es muy importante de considerar, pues la investigación por su naturaleza es de difícil apropiación, por lo que sólo le queda al Estado su financiamiento, para el Estado es conveniente por las externalidades positivas que la investigación aporta a la sociedad. De hecho, en múltiples ocasiones no sólo el resultado de una investigación aporta beneficio, ya el abordaje formal de la ciencia y tecnología aporta de manera residual múltiples beneficios que constituyen el germen para nuevos procesos, metodologías o resultados colaterales; en el mundo existen muchas experiencias documentadas al respecto.
En ese orden, el desarrollo de la ciencia y tecnología nacional es en extremo deseable, pues las economías que no invierten en ello quedan a la saga del desarrollo mundial, de la sociedad del conocimiento. Pero con la aridez de recursos presupuestarios de las últimas décadas, con las restricciones presupuestarias (un presupuesto anual y siempre insuficiente) y con la rigidez normativa para la erogación de los recursos públicos, el sector ciencia y tecnología tenía un serio impedimento para desarrollarse: la anualidad presupuestaria limitaba tremendamente los proyectos de largo aliento (superiores a un año) por lo cual quedaban a la suerte de contar o no con presupuesto en los siguientes años; y con el riesgo de que un eventual recorte de presupuesto comprometiera la conclusión o continuidad de los proyectos de investigación.
Por otra parte, la tremenda complicación normativa para participar de proyectos internacionales de investigación era otro impedimento, pues encontraban serias restricciones normativas y operativas para recibir y administrar un financiamiento externo. Adicionalmente, las instituciones de investigación científica-tecnológica que lograban colocar sus desarrollos en la industria obtenían recursos propios, dichos recursos propios no siempre lograban ser reutilizados pues con el principio de anualidad presupuestaria usualmente debían retornarse a la Tesorería de la Federación, con lo cual, frecuentemente el fruto del esfuerzo en investigación no era reinvertido en el sector científico-tecnológico.
Bajo esas limitantes, los fideicomisos surgieron como una alternativa que al menos resolvía parte de los problemas: al depositar en los fideicomisos se constituían en recursos devengados del presupuesto con lo que la restricción de la anualidad presupuestaría desaparecía. Por otra parte, al ser un instrumento de administración se permitía recibir recursos de terceros, con lo cual se abría la posibilidad de que la investigación nacional recibiera financiamiento adicional, inclusive externo. Más aun, los fideicomisos de los Centros Públicos de Investigación (CPIs) coordinados por el CONACYT, tenían por ministerio de ley la obligación de sólo alimentar sus fideicomisos con recursos propios, con ello se reducía la carga al erario, se reinvertía el producto de la investigación, y constituía un estímulo pues a mayor aplicación productiva de la investigación mayores posibilidades de continuar desarrollando investigación.
Quizá bajo esta breve explicación, puede ser comprensible porqué resulta tan debatida la extinción de los fideicomisos en ciencia y tecnología. Y si bien se insiste en que los apoyos seguirán existiendo, y que éstos serán directos vía presupuesto, regresaremos al punto de partida: ¿qué garantiza que los recursos tendrán una etiqueta inalterable para los años que dure una investigación (trans anualidad)?, ¿qué garantiza que bajo esa perspectiva los recursos serán incrementales año con año (pues año con año habrá nuevas necesidades de investigación) ?, ¿cómo se abordará la continuidad de la cooperación internacional sin que ello represente un burocratismo extremo?, ¿qué pasará con los recursos propios en exceso que obtengan los CPIs?, ¿inexorablemente serán reintegrados a la Tesorería?
Teníamos que hablar…pero usted tiene la última palabra.