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AQUISMÓN, SLP., 23 de septiembre 2020.- Los paseos a la Cascada de Tamul, suspendidos desde el 19 de marzo a causa de la contingencia sanitaria, fueron reactivados hoy con los correspondientes protocolos de higiene, en los embarcaderos de La Morena y Tanchachín; aún se prohíbe la toma de fotografías en la zona conocida como La Piedra – frente a la famosa caída- así como nadar en la Cueva del Agua.
La reapertura de los recorridos representa para los prestadores de servicio y restauranteros de ambos ejidos, una inyección de esperanza para revitalizarse en el aspecto económico, luego de haber perdido la posibilidad de agenciarse recursos en Semana Santa, puentes vacacionales y las vacaciones de verano; a decir de sus dirigentes, muchos de ellos quedaron endeudados, porque se abastecieron de mercancía que ya no pudieron colocar.
ASÍ SE VIVE EL PASEO:
La bravura de la corriente es tanta como la del astro rey quemante encima, por eso la expedición se recomienda iniciarla lo más temprano posible y de preferencia en una época del año en que la inclemencia repercuta menos.
Como sucede con la mayoría de los atractivos de la Huasteca Potosina, la recompensa al final siempre resultará gratificante para todos los sentidos.
Tanchachín o La morena -en el paradisiaco municipio de Aquismón- son los dos puntos de partida a elegir; los lancheros esperan con sus coloridas embarcaciones de madera, prestos, en el embarcadero. Aquí se apuesta por la ecología, por eso no hay transportes de motor (que ensucien el agua con sus aceites y combustibles), y se privilegia la seguridad: El chaleco salvavidas es obligatorio y de preferencia sin alcohol ni tabaco.
También hay que darle su resguardo al cuerpo: Gorra o sombrero sobre la cabeza, lentes para el sol y el respectivo bloqueador de alta protección, ropa de fácil secado, calzado que no derrape, y si entrarán a la experiencia del remado no hay que olvidar los guantes. Esencial la mochila impermeable para llevar la cámara –de fotografía o video- que capte cada momento, y la ropa para nadar por si, al regreso, se apetece un frío chapuzón.
La belleza del azul turquesa en el agua del Tampaón es como una especie de imán para iniciar el recorrido, por eso pocos se resisten a la invitación del conductor a sincronizarse con él, en la tarea de usar el remo: Combinación de ejercicio con fluido de adrenalina, que los hará sentirse parte de una aventura a contracorriente, rumbo a uno de los máximos atractivos naturales de la región, del estado y del país.
Habrá quienes preferirán recurrir a la calma para recrearse la vista, avanzando tranquilamente sobre el agua en medio de dos elevadas montañas boscosas: Imaginando inmutables vigilantes en roca, o suponiendo –por la hojarasca estancada entre los peñascos- la altura que debe alcanzar el caudal en la peligrosa época de lluvias, precisamente cuando la navegación se prohíbe.
De ese lapso un buen recuerdo puede ser –si la poca elevación del agua lo permite y el turista así lo elige- pasar bajo la regadera natural que se forma por escurrimientos que vienen desde sierra arriba y que se convierten en pequeñas cascaditas, tan singulares que el solo hecho de admirarlas en todo su esplendor, ya es de por sí una recreación. Hay que tener cuidado con el daño que la humedad pueda causar en las pertenencias delicadas.
De lo que es difícil quedar exento es de descender de la lancha metros adelante, donde los rápidos se vuelven un poco más feroces y el nivel del río baja hasta hacer aflorar algunas piedras, que raspan el fondo del transporte y obligan a aligerar el peso. Ello servirá para caminar entre la arena y el pasto, y al mismo tiempo retomar energías para la siguiente media hora de trayecto.
Rehidratando al cuerpo y exhalando aire puro, tomando fotografías y relajándose con el paisaje, se estará listo para el máximo objetivo del recorrido, justo al doblar una vuelta -hacia la izquierda- ofreciéndose en todo su esplendor y anunciándose con su estruendo: La enorme Cascada de Tamul recibe con la majestuosidad de sus 300 metros de ancho (que pueden variar de acuerdo con la época), y su caída de 105.
Es momento de regresar, para cumplir con otra encomienda que rubricará la delicia del día: Restaurantes debidamente acondicionados, esperan en los ejidos vecinos desde donde se ha partido, para hacer sucumbir ahora -en un desfile gastronómico muy típico- con el aroma y el sabor de sus enchiladas, enmarcando suculentas mojarras fritas o un platillo de acamayas al mojo de ajo.