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Interceptan y asaltan a niños de equipo de fútbol en tramo SLP-Zacatecas
AQUISMÓN, SLP., 21 de septiembre 2020.- Prestadores de servicios del ejido Tanchachín confirmaron la reapertura de los paseos a la Cascada de Tamul, por la parte de arriba, ingresando por el ejido El Naranjito, y cruzando el río Gallinas; el acostumbrado recorrido a bordo de lancha sigue suspendido debido al elevado nivel del río Tampaón, aunque se espera reanudar la semana entrante.
Con esto, ya son varios atractivos turísticos funcionando en la Huasteca Potosina a partir del pasado 15 de septiembre, cuando se reactivaron las actividades tras casi medio año detenidas, a causa de la contingencia sanitaria (desde el 19 de marzo). Están abiertos el Jardín Escultórico Edward James y La trinidad (Xilitla); Cascadas, Cabañas aventura y Puente de Dios (Tamasopo); Castillo de la salud (Axtla); así como Cascadas de Micos y trajineras (Ciudad Valles).
EN LAS BARBAS DEL COLOSO
Tanta majestuosidad y belleza de la Cascada de Tamul no podían tener una sola opción para admirarla, así que la naturaleza -benévola con Aquismón y el resto del mundo que gusta de sus atractivos- permitió una segunda ruta: Con nuevas estampas, otros senderos, sonidos diferentes y al final, perspectivas distintas de ese gigante de agua que sigue maravillando a quien le conoce.
Este ingreso alternativo es por El naranjito, ejido que se atraviesa hacia el sur, por un camino de terracería que también deberá dejar detrás a El corozo, con sus dos portones y el respectivo cobro de ingreso. Siempre hacia la derecha, el andar de 30 minutos y su lentitud a la que obliga el terreno agreste, permitirá al visitante conocer de primera mano la vegetación de esta zona del norte aquismonense.
Árboles de chaca, chote, aquiche e higuerón, sobresalen entre los arbustos donde proliferan nopales, jacubes, el cempasúchil en temporada, y los circundan –como en una especie de muralla protectora- los huapillales con sus hojas llenas de espinas que desgarran. Los olores del campo relajan al igual que el canto de las aves, hasta que algún escandaloso papán alerta la llegada de quien visita y hace huir al resto de los pájaros.
Los sauces y bambúes anuncian que se está próximo a tierra húmeda, y el ruido que hace el caudal, confirma el arribo a la ribera del río Gallinas. A la vuelta –frente a un cañaveral- se observa el estacionamiento que al mismo tiempo se convierte en embarcadero; el lugar solo funciona en época de elevado nivel, cuando la corriente ha mandado al pasado el rústico y temporal puente de madera por donde debían cruzar los vehículos.
Esta metamorfosis tiene una explicación con su dosis de desaliento: Durante la primavera o el verano, mientras la temperatura aumenta, las lluvias escasean y los cultivos de caña cercanos requieren de agua para subsistir; el estiaje y la desmedida extracción del río provocan un descenso del contenido acuífero a lo largo de los –vecinos- municipios de Tamasopo y Valles, así como de Aquismón.
Entonces el Gallinas es apenas algo comparado a un arroyo, sobre el cual se tiende temporalmente un puente rústico para el paso de las unidades motrices hacia el otro lado; lo malo viene cuando ese hilo de agua se adelgaza o de plano desaparece, llevándose consigo el esplendor de una cascada que deja de formarse y los turistas solo pueden apreciarle en fotografías o en videos pasados.
Por eso cuando la temporada de precipitaciones pluviales lo permite, hay que aprovecharla al máximo para vivir esta experiencia desde la parte alta. Calzarse el zapato anti derrapes, la ropa ligera -para caminar casi un kilómetro- y guantes que protejan las manos (si la idea es desplazarse hasta la parte más extrema). Pese a que se camina bajo la sombra, una buena dotación de agua e hidratantes tampoco está de más.
Librar una puerta metálica –donde suele haber un costo- deja la ruta por un angosto camino, que de la gravilla de río pasa a tierra mojada y luego a piedras resbaladizas; eso y el Gallinas acercándose cada vez más, indican que se está cerca. La bruma que dejan los miles de litros al estrellarse contra la montaña vecina, se combina con el estruendo: En menos de media hora, se llega.
Así que con la motivación de la cercanía, el ascenso de una rústica escalera y el desplazamiento por un camino entre fango y raíces se realizan muy rápido, hasta ponernos en un escenario verdoso por la lama y el musgo, resultado de la humedad que impera en el ambiente. El follaje y la frescura enmarcan el recibimiento a las meras barbas del coloso; ahí está Tamul, a la izquierda, prácticamente al alcance de la mano.
Los visitantes se quedan maravillados por la sensación de la proximidad, y la imaginación no para de dar opciones para fotografiar, grabar, o simplemente observar; el vértigo y la adrenalina también se combinan: Desde lo alto puede verse allá abajo -a más de cien metros- el paso del río Santa María y alguna palizada que arrastró el Gallinas en tiempo de creciente, y que sorprendentemente sigue ahí, sin ser arrastrada.
En el cerro de enfrente, la fuerte precipitación del agua rebota y asemeja nacimientos desde sus entrañas, y la ventisca genera una especie de llovizna hacia nosotros. Las condiciones orillan a extremar precauciones con el equipo electrónico que llevamos, pero sobre todo con la integridad, pues explorar sin cuidado por los altos miradores implica elevado riesgo: Un resbalón podría ser fatal.
En sentido opuesto a la cascada (al sur) hay una vereda solo para avezados: Lleva a la orilla del río Santa María y permite ver desde abajo el esplendor de Tamul. Hay que caminar en pendiente y luego usar tres escalerillas rústicas, cada vez una más grande que la otra; para contrarrestar el balanceo se puede bajar asido a un cordón de alambre, sin olvidar que si el descenso es difícil, el regreso será un verdadero reto a la condición física.
Abajo, los pies de los visitantes pueden entretenerse con la arenisca y los sentidos se llenan de nuevo de la frescura, pues aunque la caída queda más distante que arriba, la brisa que se forma con la cascada sigue regalándonos un soplo frío, no obstante que el sol da de lleno; entonces aprovecharemos la luz para nuestras fotografías frente a Tamul, precisamente del otro lado a donde llegan los lancheros por el río a contra corriente.
Aquí otra opción -con la planeación y el equipo adecuado- es hacer rappel desde arriba, o acampar a la orilla del río, para prolongar la delicia de la experiencia y olvidarnos de aquella inconsciencia del mal uso del recurso fluvial de la que ya se hablaba antes, y que en ocasiones seca la caída… Entonces la cascada parecerá un monstruo sediento que amenaza con devorar a aquellos que han atentado contra su magnificencia.