Incrementa el cáncer de mama entre mujeres de menos de 40 años
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 6 de septiembre de 2020.- No siempre la naturaleza es tan caprichosa para no dejarse ver en todo su esplendor: La gruta de Camarones en Aquismón es un ejemplo de ello; llegando con facilidad desde el crucero de la carretera Valles-Rioverde con el ejido El Sauz, en la parte norte del municipio, se sigue la misma ruta hacia la Cascada de Tamul.
Pasando primero el entronque al ejido Camarones, y siguiendo hacia la izquierda el andar unos tres kilómetros -antes de llegar a El Naranjito- los verdes cañaverales son los primeros indicios de estar en el lugar correcto; hacia la derecha hay un descenso relativamente sencillo entre los sembradíos.
300 metros a continuación, cuando la sierra parece cerrarnos el avance, el follaje se abre en un camino bien adaptado para ingresar hasta la entrada a la cueva y luego adelantar unos pasos al interior sin mayor problema porque la enormidad de su cámara -permitiendo la entrada de la iluminación solar- facilita la visibilidad en el acceso.
La introducción tiene que ser lo más rápido posible, curiosamente porque las nubes de zancudos atacan sin piedad y no ofrecen tregua alguna, así que hay que ponerse a salvo en el húmedo interior, pero sin descuidar el sitio donde se pisa porque los hoyos en el suelo pueden propiciar un desafortunado accidente, o peor aún, encontrar en ellos alguna víbora.
Cuando la calma ha regresado, entonces es el momento propicio para maravillarse con el espectáculo que aún en penumbras es prodigioso: Estalactitas precipitándose desde la altura y el brillo de sus minerales destellando gracias a la luminosidad que todavía alcanza a filtrarse.
Ir más al fondo nos enfrenta a una dificultad singular, pues la luz de las lámparas no abate por completo la oscuridad, y hay quienes aseguran que las pilas misteriosamente se descargan, por eso el internamiento solamente es posible abastecidos con buena cantidad de palmas secas que encender; varios restos quemados confirman ahí lo anterior.
Hay caminos distintos a tomar hacia la derecha, cuyo final aún es una incógnita, pues los más avezados solo se han atrevido a ir en línea recta hacia el norte, porque es el sendero que consideran más seguro, siguiendo el rumbo de la pequeña cordillera de Camarones, extendida a lo largo de varios kilómetros.
A veces la caminata va en función de la cantidad de palmas que alumbren, pues no han faltado quienes se han quedado sin el combustible vegetal, y afirman que la oscuridad es tan densa que ni siquiera la mano puesta frente al rostro es posible detectar. Perderse en esas condiciones no es una buena idea, así que más vale no correr riesgos innecesarios.
La ventaja es que, desde los primeros metros, además de las caprichosas formaciones por doquier, también es posible deleitarse con las figuras en las molduras de roca. Algunas semejan colmillos amenazantes y otros encuentran similitud con jeroglíficos o hasta con pintura en relieve; cuestión de imaginación.
ESOS MOSQUITOS…
Al final, la Gruta de Camarones impresiona no solo por su aspecto como una de las más amplias, sino que además agrada su acceso sencillo, que no requiere incluso de una fatigosa caminata. Eso sí, no hay que olvidar la parada previa en la farmacia para comprar el repelente de mosquitos.