Buscan a Emir Yurel Torres, joven queretano desaparecido en SLP
CIUDAD VALLES, SLP., 29 de agosto 2020.- La emblemática Poza Azul, que deslumbra a los visitantes al paraje Puente de Dios, por su inigualable tonalidad y el marco verdoso de la vegetación, parece como el único objetivo de la visita a este concurrido paraje de Tamasopo; pero antes de esas vertiginosas aguas, donde la adrenalina debe ir acompañada de chaleco salvavidas y algo de resistencia, hay otros sitios hermosos poco conocidos que no requieren demasiado arrojo.
La clave es ignorar la habitual entrada y seguir una caminada de medio kilómetro a la par con las vías del ferrocarril, hacia el poniente, rumbo a la sierra; justo antes de que las paralelas doblen a la izquierda, habrá que seguir un camino descendente a la derecha, donde una nueva taquilla nos indica –además de la necesidad de pagar el boleto- que vamos por el camino correcto. El sol de la andanza anterior, ahora es frenado por la sombra de enormes árboles.
Al cabo de unos 300 metros, lo primero que nos encontramos es El Nacimiento, limpio, tranquilo y escaso en profundidad. Lo que resulta sobresaliente del lugar, además de su belleza, es que esa corriente, que surge apenas unos kilómetros arriba (en la falda de la sierra) más adelante formará las afamadas Cascadas de Tamasopo y un sinfín de pequeños y nuevos parajes, pero principalmente al juntarse con otras bajadas pluviales, se convertirá en el río Gallinas, elemental para la existencia de la renombrada Cascada de Tamul.
Pero mientras llegan tan lejos, las aguas se juntarán aquí mismo con peculiares escurrimientos que se precipitan casi de manera subterránea desde la sierra, y que por su formación la gente ha denominado Los Chorritos, constituidas como pequeñas cascaditas, que de repente parecieran salir de entre las mismas raíces enormes de los frondosos árboles. La limpidez será otro aspecto que sorprenderá.
SANTA ANITA 2
Con el acceso funcional que ofrece la carretera federal 70 (Valles-Rioverde), el lugar está a tan solo a 23 kilómetros desde Valles –aproximadamente media hora- y se identifica por ser una de las entradas rumbo a la famosa Cascada de Tamul, en Aquismón. Con el nacimiento de agua cristalina surgido a distancia cercana hacia el norte, Santa Anita 2 ha pasado así, de ser una tierra de disputas agrarias a principios de siglo, a una nueva opción de esparcimiento.
El puente sobre la ruta libre asfaltada indica la primera alternativa, y no son pocas las personas que toman el sendero paralelo para llegar hasta la parte inferior, zambulléndose en ésa área, que combina frescura, con limpieza y tranquilidad. El agua corre libremente, y más adelante –hacia el sur- seguirá bañando cañaverales, abasteciendo granjas piscícolas, y formando pequeñas cascadas, hasta desembocar en el río Tampaón.
La otra posibilidad es rumbo al norte -en sentido opuesto al ingreso a Tamul- por un camino de terracería, donde (después de la capilla y la escuela) ya los dueños de predios han comenzado a acondicionar sus propiedades circundantes al correr del agua, para ofrecer sitios de acampado y de convivencia, lejos de las habituales aglomeraciones de los sitios turísticos renombrados.
A un kilómetro de andar, entre vegetación y canto de aves, a la derecha aparece el espacio perfecto para un día de campo lleno de verdor y alejado del calor. Entre grandes árboles y elevados bambúes que sombrean el lugar, serpentea el azul intenso de un arroyuelo cristalino que proviene apenas de unos metros arriba, donde la limpieza del agua la hace propicia para que un sistema de bombeo la distribuya a las localidades cercanas.
Con una mayoría de zonas bajas (y otras no tan profundas), mecates para mecerse hacia la corriente, un puente rústico para cruzar al otro extremo, y hasta un columpio para divertirse en el sector arbolado, El Nacimiento de Santa Anita le da al visitante horas de entretenimiento y relajación, pidiendo solamente a cambio, que la conciencia de la limpieza se imponga, dejando la basura en su lugar.
TAMUÍN ESCONDE UN TESORO
Su fama no alcanza el rango de otros atractivos huastecos; ni siquiera se compara al estatus de habituales sitios como las zonas arqueológicas Tamohi o Tamtoc. El acceso por predios particulares ingresando frente a la Curva del Taninul o los vericuetos al entrar por Las Palmas son las principales razones de que El Nacimiento de Tamuín se mantenga abrigado de cierto desconocimiento.
Sin embargo, eso no lo desprende de la belleza que va dejando el transcurso de su riachuelo, surgido de las entrañas de la Sierra de Tanchipa, entre las cuevas, justo debajo del paso del tren por encima del puente Río Taninul. Su andar por entre la zona selvática que puede apreciarse desde arriba, forma lagunas hermosas que lo mismo proveen de verdor a los pastizales cercanos, que sacian la sed de múltiples especies animales.
Más abajo, cuando empieza a abrir senderos por entre los cañaverales, su correr se transforma en accesibles arroyuelos, lavando las lajas por las que se encaminan los lugareños hacia el interior del agua cristalina, para así mitigar los habituales calores de la zona.
Pero El Nacimiento tiene más que ofrecer además de lo ya evidente: Historias de misticismo salpicadas de leyenda. Los pobladores cuentan que por años se volvió una tradición ir desde Las Palmas (devorando esos mismos seis kilómetros que nos tocó recorrer, mitad en camioneta, mitad a pie) para cumplir con La virgen de la cueva, una efigie en aquel socavón entre la sierra, a la que llevaban ofrecimientos de todo tipo.
De esta forma, su fe retaba al vértigo y al riesgo en el puente del tren, y les daba ánimos a los creyentes para subir por una añeja escalerilla de concreto, todo para cumplir con su devoción. Incluso relatan que a raíz de un accidente en ese lugar, un maquinista estuvo a punto de perder la vida, y en agradecimiento cumplió “una manda” llevando hasta el sitio sagrado la figura de una locomotora en oro, que al poco tiempo fue hurtada.