Magistrado presenta iniciativa de reforma al Poder Judicial de SLP
SAN LUIS POTOSÍ, SLP., 26 de septiembre de 2018.- María Ortiz no pasa desapercibida mientras pasea con peculiar vaivén por la plaza de armas, oculta bajo el sombrero de palma que apenas deja asomar la sonrisa tímida de una mujer tan dulce, como la vendimia que le hace contrapeso esta mañana.
Ha recorrido apenas unas cuadras del centro histórico, pero el bolso donde carga al menos cinco litros de miel de abeja, la obliga a detenerse por momentos; originaria de Paracho, Michoacán, María viaja seguido a esta capital para ofrecer su producto.
“Traigo la miel, polen, propóleo y jalea real que cosechamos allá, es muy buena para agarrar energía, cura muchos males como la anemia, regula la diabetes, ayuda con la migraña, los nervios y a cuidar la piel”, recitó con una letanía bien ensayada.
Apenas y toma aire para continuar la retahíla comercial, que dice más de lo mismo en una forma muy convincente, no por nada ha sobrevivido por doce años con su vendimia.
Su técnica es tan convincente y llena de aspavientos, que no es posible notar cuando María ya colocó al menos dos productos en las manos del comprador, casi logrando el negocio.
Sólo terminó la instrucción primaria, en su comunidad -de la etnia Purépecha- es costumbre el matrimonio prematuro, no hay motivación para buscar otras opciones. Se casó a los quince años y ahora, con treinta y dos de edad- es madre de dos niños.
Cerrado el trato, busca continuar a prisa y evadir a quienes la corren del lugar; “no me dejan vender, dicen que no tengo permiso y por eso me apuro, mi esposo anda por otro rumbo”, se queja.
Una vez embolsada la ganancia, sigue el peregrinar con sus enaguas estorbosas, bajo el sombrero que corona una trenza bien tejida y sus enormes arracadas; el tiempo apremia, sus hijos esperan y el llamado oro dulce, no se vende sólo.
“Termino en unas tres horas, ya ando cansada pero tengo que acabar, es tiempo de irnos a cosechar más miel”.